Aquel hogar, era cristiano a
"machamartiello". Por eso, antes de acostarse, rezaban en comunidad
el Santo Rosario; pedíase por los navegantes,
caminantes y soldados,
además de, por el ánima
de cuantos habían muerto en la casa. Rezaba delante Pimienta y sus
hijos, respetuosamente, respondían a las plegarias, costándoles de vez en
cuando algún coscorrón, por adormilarse. No siendo aquella noche, distinta a
las demás, habíanse ido a acostar los hijos, después de haber cumplido con tan
cristiana obligación.
Al
amor de la
lumbre, solo quedaron
Rufa y Pimienta.
Aquélla, remendando unos calcetines
y él, picando sobre una tabla, hojas de tabaco casero.
-Bueno Rufa.
-Inició la
conversación Pimienta, después
de carraspear y rascarse el cogote. Pos... la verdá ye que..., claro; el
fíu mayor, ya ye homucu y ya creo que debíamos busca¡ acomodo. ¿Qué pienses?
-Que ya lo había pensao. Callaba,
per ver si tó da, bes n'ello. Por fin, veo que una vez en la vida pienses algo.
-Respondió la aludida con cierta
malignidad.
Pimienta la miró de soslayo, sonrió
socarrón y repuso:
-¿Entós, egual y tienes ya
preparada la prometida?
-Ay, eso non ¿Tienesí la tó?
-Pos claro
Rufa. Una moza
pa él, malditu
trabayu: cuesta el buscala. Ye
correutu, parcial, trabayador, bona planta, zalameru, non va desnudu...
Mas
no pudo continuar
en sus alabanzas,
porque, Rufa, interrumpió
diciendo:
-Tiénlo tó el mió rapaz. Parécese
muncho a mí. Se pavoneó de orgullo.
-¡Tataratá foyuela, dixo 'l vieyu a
la vieya!
-Medio cantó Pimienta.
-Pero al granu. Tengo varies
proporciones barajades y si son de tu agradu, bona fecha...
-Oye. Oye. ¿Pero así sin contar co
n'él? Y si non quier?
-Interrogó ella.
-¿Qué qué,
oh?
-Enérgico intervinó
el marido.
-¡Si non
quier!
¿Aquí quién manda en casa,
barájoles? Lo que yo diga tá dicho y na más. Mi pá, casóme contigo sin yo
conócete y tan mal non resoltó...
-¡Qué lo
digas, Pimienta!
-Convencida reponía Rufa.
-¡Pué que tengas razón! Entós dime ¿quién y tienes
sentenciada?
-Pos mira. ¿Qué ta paez Olivina la
de "Xuacu el Tuertu"?
-¡Ca, nin hablar! Non me la busques
coxa, que ya acoxará ella.-Seriamente argumentó Rufa.
-Quiciaves tengas razón. ¿Entós,
paezte bien Carmina Pepico?
-Tien poco xuicio na mollera;
además, nunca trabayó na tierra. Si entovía, aunque con poco sentíu, toviera
una caseriona, bueno; pero tien una caseriina. Respondió sopesando las
palabras, la buena de Rufa.
Pimienta, volvió a rascar el
cogote, dió vueltas a su caletre y tras una
larga pausa, en la cual
pasaron por su
imaginación todas las mozas casaderas del Concejo, exclamó: ,
-Pué que¡ venga bien "Nides la
de Xuacu".
-¡Jesús, María y José! ¿Esa vieya y
chismosa? ¡Tú non tás buenu!
-Espantada reponía Rufa.
-Pos tien munchos cuartos.
-¡Qué los guarde!
-Con redoblada energía exclamó
ella.
-¡Demonio!
-Gritó Pimienta
que ya iba
perdiendo la paciencia.
¿Entós qué
quies pal tó
fíu? ¿Una marquesa?
¿Ye él acasu
un Príncipe? ¡Non me non; si él ye un machaca tarrones como yo! Va que
arde con una de so igual o anque sea algo menos.
-Bueno Pimienta.
-Imterrumpió su mujer en tono
conciliador.
-Ye que yo quieo una nuera que lo
reuna tó. Dime otra que, a lo mejor gústame.
-Adelina Pin. ¡Esa sí que ye
partiu! Fiya sola, xoven, guapa, seyes vaques, vente días de gües na Llosona,
sempática...
-¡Basta, basta!
-Replicaba Rufa.
-A
esa sobrai tó,
pero falta¡ lo prencepal. ¡Faltai
vergüenza!
-¡Barájoles! ¡Rufa! Ya me tás
faciendo perder los estribos. ¡Non busco
más! Agora, búscaila
tú. iEntós qué
quies pal tó
fíu?-Malhumorado inquirió Pimienta,.
-Mira, home. Yo quieo pa nuera, una
fema de planta. Fema de veres,
capaz de dar y criar los fiyos
sin niñera. Quíeola
que sea tranquila, trabayadora,
de bon diente, guapina...
Y
no pudo terminar,
porque Pimienta, levantándose
de la "tayuela", dando
una patada enérgica
en el suelo,
y mirando fijamente a su mujer,
decía:
-¡Ya tá!
¡Ya tá! ¿De
móo y manera,
que quiésla, tranquila, trabayadora, de bon diente,
guapina?...
-Eso Pimienta, eso.
-Alegre reponía aquélla.
-Pos mira Rufa.
-Lentamente y con socarronería,
decía él.
-Cásalu con la VACA PINTA... ye la única
fema, que reune
toes les condiciones.
Y sin esperar respuesta, marchó
camino del hórreo.
Cuento asturiano
1.017. Busto (Mariano)
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