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lunes, 20 de octubre de 2014

Lokis - Cap. VII

Duraron aquéllas alrededor de dos meses, y puedo afirmar que apenas hay pueblo en Samojicia en el que no me haya detenido y del que no haya sacado algunos documentos. Séame permitido aprovechar esta ocasión para dar las gracias a los habitantes de dicha provincia, y en particular a los señores eclesiásticos, por el solícito concurso que prestaron a mis investigaciones y los datos valiosos con que han enriquecido mi diccionario.
Después de permanecer una semana en Szawlé, me propuse embarcarme en Klaypéda -punto que llamamos Memel- para volver a mi casa, cuando recibí del conde Szémioth la carta siguiente, llevada por uno de sus cazadores:

«Señor profesor:
Permítame que le escriba en alemán. Cometería más solecismos aún si le escribiera en ymud, y perdería ante sus ojos toda consideración. Ignoro si es mucha la que me tiene, pero la noticia que voy a comunicarle no la aumentará probablemente. Le diré, sin más rodeos, que me caso y ya puede figurarse con quién. Júpiter se ríe de los juramentos de los enamorados. Lo mismo hace Perkuns, nuestro Júpiter samojítico. Me caso, pues, con la señorita Juliana Iwinska el 8 del mes próximo. Será el más amable de los hombres si asiste a la ceremonia. Todos los campesinos de Medintiltas y sus alrededores vendrán a mi casa para comer algunos bueyes e innumerables cerdos, y cuando estén beodos danzarán en el prado que hay a la derecha de la avenida que ya conoce. Verá usted trajes y usos dignos de su observación. Si accede, ello será para mí, y también para Juliana, motivo de alegría, proporcionándonos, en cambio, una triste contrariedad si no acepta. Como sabe, pertenezco a la comunión evangélica, lo mismo que mi prometida; ahora bien: nuestro ministro, que vive a una treintena de leguas, está impedido por la gota, por lo que me atrevo a rogarle que oficie en lugar de él. Su fiel y seguro servidor,

MIGUEL SZÉMIOTH.»

Al final de la carta, en forma de post-scriptum, una lindísima mano femenina había añadido en ymud:
«Yo, musa de Lituania, escribo en ymud. Miguel es un impertinente al dudar de la aceptación de usted. Únicamente yo, que soy demasiado loca, puedo querer a un semejante mozo. El 8 del mes próximo, señor profesor, verá una casada un poco chic. Esto no es ymoud, es francés. ¡Que no sufra distracciones, al menos durante la ceremonia!»
Ni la carta ni el post-scriptum me agradaron. Antojóseme que los prometidos mostraban una excesiva ligereza en tan solemne ocasión. ¿Cómo rehusar, no obstante? Además, confesaré que el espectáculo anunciado me atraía sobremanera. Según las apariencias, entre el gran número de hidalgos que se reunirían en el castillo de Medintiltas, encontraría de seguro algunas personas cultas que me proporcionarían datos útiles. Mi glosario ymud era riquísimo; pero el sentido de un cierto número de palabras, tomadas de boca de groseros campesinos, permanecía aún, para mí, envuelto en una relativa oscuridad. Todas estas consideraciones tuvieron la bastante fuerza para obligarme a aceptar la invitación del conde, al que respondí diciéndole que el 8, por la mañana, estaría en Medintiltas. ¡Cuánto hube de arrepentirme luego!

1.078. Merimee (Prospero) - 046

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