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miércoles, 21 de agosto de 2013

Una adivinanza de soldado

Iban unos soldados de paso y se detuvieron a descansar en casa de una vieja. Le pidieron algo de comida y de bebida, pero la vieja contestó:
-¿Qué os puedo ofrecer, hijitos míos? No tengo de nada.
Pero la verdad es que tenía en el horno un gallo hervido en un puchero tapado con una sartén. Los soldados se lo imaginaron y uno de ellos -muy ligero de manos- salió al patio, removió unas gavillas que había en un carro y volvió diciendo:
-¡Abuela! ¡Oye, abuela! Mira a ver lo que pasa porque me parece que el ganado se está comiendo el grano.
La vieja corrió al patio. Entonces los soldados abrieron el horno, sacaron el gallo del puchero y metieron un lápot viejo en su lugar. Volvió la vieja:
-¿No habréis sido vosotros los que habéis soltado a los animales, hijitos? ¿Por qué hacéis esas cosas? Eso está muy mal.
Los soldados se estuvieron todavía allí un rato, sin replicar, y pidieron otra vez:
-¿Tendrías algo de comer, abuela?
-Mirad, hijitos: aquí tenéis kuas" y pan. Con eso os arreglaréis.
Luego, muy satisfecha porque les había engañado, quiso además burlarse de ellos.
-Y decidme, hijitos, vosotros que sois hombres fogueados y tanto habéis visto: ¿sigue viviendo Galio Quiríquez en Pucherán, ese lugar que está cerca de Sartenales?
-No, ya no está allí.
-¿Y a quién han puesto en su lugar, hijitos?
-Pues a Arán Engañífez.
-¿Y Galio Quiríquez?
-Ha sido trasladado a Villa de Macutón, abuela.
Al poco rato se marcharon los soldados y luego volvió del campo el hijo de la vieja. Le pidió la comida y ella contestó:
-Espera que te cuente una cosa primero, hijo. Han estado aquí unos soldados. Me pidieron comida y yo me burlé de ellos diciéndoles una adivinanza sobre el gallo que tengo en el horno. Y no acertaron lo que era.
-¿Pues qué les dijiste, mátushka?
-Verás: les pregunté si sigue viviendo Galio Quiríquez en Pucherán, ese lugar que está cerca de Sartenales. Ellos me contestaron: «Ya no está allí.» Y yo: «¿Pues dónde está, hijitos?» Y ellos: «Le han trasladado a Villa de Macutón.» A todo esto, los hijos de tal sin imaginarse que yo tenía un gallo en el puchero.
Fue a la estufa, abrió el horno..., pero el gallo había volado. No sacó del puchero nada más que un lápot[1].
-Ya lo ves, mátushka. Los soldados son gente fogueada. No hay quien los engañe.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)




[1] Lápot: (pl. lapti): Calzado de los campesinos rusos, parecido a las albarcas, hecho de tiras de corteza de abedul entretejidas.

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