Iban unos
soldados de paso y se detuvieron a descansar en casa de una vieja. Le pidieron
algo de comida y de bebida, pero la vieja contestó:
-¿Qué os
puedo ofrecer, hijitos míos? No tengo de nada.
Pero la
verdad es que tenía en el horno un gallo hervido en un puchero tapado con una
sartén. Los soldados se lo imaginaron y uno de ellos -muy ligero de manos-
salió al patio, removió unas gavillas que había en un carro y volvió diciendo:
-¡Abuela!
¡Oye, abuela! Mira a ver lo que pasa porque me parece que el ganado se está
comiendo el grano.
La vieja
corrió al patio. Entonces los soldados abrieron el horno, sacaron el gallo del
puchero y metieron un lápot viejo en su lugar. Volvió la vieja:
-¿No
habréis sido vosotros los que habéis soltado a los animales, hijitos? ¿Por qué
hacéis esas cosas? Eso está muy mal.
Los
soldados se estuvieron todavía allí un rato, sin replicar, y pidieron otra vez:
-¿Tendrías
algo de comer, abuela?
-Mirad,
hijitos: aquí tenéis kuas" y pan. Con eso os arreglaréis.
Luego,
muy satisfecha porque les había engañado, quiso además burlarse de ellos.
-Y
decidme, hijitos, vosotros que sois hombres fogueados y tanto habéis visto:
¿sigue viviendo Galio Quiríquez en Pucherán, ese lugar que está cerca de
Sartenales?
-No, ya
no está allí.
-¿Y a
quién han puesto en su lugar, hijitos?
-Pues a
Arán Engañífez.
-¿Y Galio
Quiríquez?
-Ha sido
trasladado a Villa de Macutón, abuela.
Al poco
rato se marcharon los soldados y luego volvió del campo el hijo de la vieja. Le
pidió la comida y ella contestó:
-Espera
que te cuente una cosa primero, hijo. Han estado aquí unos soldados. Me
pidieron comida y yo me burlé de ellos diciéndoles una adivinanza sobre el
gallo que tengo en el horno. Y no acertaron lo que era.
-¿Pues
qué les dijiste, mátushka?
-Verás:
les pregunté si sigue viviendo Galio Quiríquez en Pucherán, ese lugar que está
cerca de Sartenales. Ellos me contestaron: «Ya no está allí.» Y yo: «¿Pues
dónde está, hijitos?» Y ellos: «Le han trasladado a Villa de Macutón.» A todo
esto, los hijos de tal sin imaginarse que yo tenía un gallo en el puchero.
Fue a la
estufa, abrió el horno..., pero el gallo había volado. No sacó del puchero nada
más que un lápot[1].
-Ya lo
ves, mátushka. Los soldados son gente fogueada. No hay quien los engañe.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
[1] Lápot: (pl. lapti): Calzado de los
campesinos rusos, parecido a las albarcas, hecho de tiras de corteza de abedul
entretejidas.
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