En cierto
reino que no era nuestro país vivía una vieja viuda. Tenía dos hijos listos y
uno tonto. Cuando le llegó la hora de morir y de repartir sus bienes les dijo a
los hijos listos:
-No os
aprovechéis de que vuestro hermano es tonto, hijos míos. Repartidlo todo por
igual.
Muerta la
madre, los hijos listos se repartieron todos los bienes entre los dos y no le
dieron nada al tonto.
El tonto
agarró entonces a la difunta y la subió al desván.
-¿Qué
haces, tonto? -le gritaron los hermanos. ¿Adónde llevas el cuerpo de nuestra
madre?
-Vosotros
os habéis repartido todos los bienes -contestó el tonto. A mí no me queda más
que nuestra mátushka.
Cuando
estuvo en el desván se puso a gritar a voz en cuello:
-¡Eh,
buenas gentes! Mirad: han matado a nuestra mátushka.
Los
hermanos, viendo que se ponían mal las cosas, le dijeron:
-¡No
grites, estúpido! Toma cien rublos, toma un caballo...
El tonto
agarró el dinero, enganchó el caballo a un carro, metió a su madre en él y se
lanzó al camino, llevándola como si estuviera viva.
En esto
vio a un barin que venía tan ufano en su carruaje, haciendo sonar las
campanillas. El tonto no le cedió el paso ni hizo intención de apartarse.
-¡Eh, tú,
zoquete! ¡Aparta y échate a un lado!
-¡Apártate
tú si quieres! -contestó el tonto.
Muy
enfadado, el barin se puso a insultarle, arremetió contra el carro y lo tumbó
de costado. La vieja cayó del carro y el tonto se puso a gritar:
-¡Socorro,
socorro! ¡Este barin ha matado a mi madre!
-¡Calla,
cretino! Calla, y toma estos cien rublos.
-Dame
trescientos.
-¡Anda y
que te lleve el demonio! Toma trescientos y deja de gritar.
El tonto
agarró el dinero que le daba el barin, acostó a la vieja en el carro y fue
hasta la aldea más próxima. Por la parte de los corrales llegó hasta la casa
del pope. Se coló en la cueva y vio que allí, entre el hielo, había tinajas con
leche. En seguida les quitó las tapaderas, trajo el cuerpo de su madre, lo
colocó sentado allí cerca sobre un montón de paja y, después de ponerle a la
difunta en la mano izquierda una orza y en la derecha una cuchara, se escondió
detrás de una cuba. Al poco tiempo bajó a la cueva la popesa y vio que una
vieja a quien no conocía estaba quitando la nata de las tinajas de la leche y
echándola en una orza. La popesa agarró un palo y le atizó a la difunta con
tanta fuerza, que la vieja se desplomó. El tonto salió entonces de su escondite
gritando:
-¡Ay,
Dios mío! ¡Ay, Jesús santísimo! ¡La popesa ha matado a mi mátushka!
Acudió
corriendo el pope:
-Calla
-le dijo, y te pagaré cien rublos. Además, enterraré de balde a tu madre.
-Venga el
dinero.
El pope
le pagó los cien rublos al tonto y enterró a la vieja.
El tonto
volvió entonces a su casa con el dinero.
-¿Qué has
hecho de nuestra madre? -preguntaron los otros hermanos.
-La he
vendido. Aquí está el dinero.
A los
hermanos les entró envidia y se pusieron a cuchichear.
-Vamos a
matar a nuestras mujeres y luego las venderemos.
Si por
una vieja han dado tanto, por las nuestras darán el doble. Mataron a sus
mujeres y las llevaron al mercado. Allí los detuvieron, les pusieron grilletes
y los mandaron a Siberia.
En cuanto
al tonto, se quedó dueño de todo y vivió tan campante, sin olvidarse de su
madre.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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