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miércoles, 21 de agosto de 2013

Sabias respuestas

Un soldado[1] había servido veinticinco años en su regimiento sin haber visto nunca al zar en persona. Cuando volvió a su pueblo y la gente empezó a preguntarle cómo era el zar, él no sabía qué responder. Y todos, familiares y conocidos, dieron en burlarse de él:
-¡Mira que haber servido veinticinco años y no haber visto nunca al zar...!
Tanto le molestaron, que se puso en camino para ver al zar. Por fin llegó a palacio.
-¿Qué te trae por aquí, soldado? -preguntó el zar.
-Me trae, majestad, el que habiéndoos servido veinticinco años enteros a vos y a Dios, nunca os había visto. Y he venido a veros.
-Bueno, pues mírame.
El soldado dio tres vueltas alrededor del zar, observándole muy atenta-mente, hasta que le preguntó el soberano:
-¿Te parezco bien?
-Sí, majestad -contestó el soldado.
-Y ahora, soldado, dime una cosa: ¿está muy alto el cielo de la tierra?
-Tan alto que allí truena y aquí se escucha.
-¿Y es muy ancha la tierra?
-Tan ancha que por aquel lado sale el sol y por aquel otro se pone.
-¿Y es muy profunda la tierra?
-Sí que debe de serlo puesto que hace un ano muno mi abuelo, que tenía ya noventa, le dieron tierra entonces y no ha vuelto a aparecer por casa.
El zar mandó luego al soldado a una celda y le dijo:
-¡Abre el ojo, soldado! Voy a mandarte treinta gansos, y tienes que ingeniártelas para arrancarle una pluma a cada uno.
-iA la orden!
Llamó el zar a treinta ricos mercaderes y les puso las mismas adivinanzas que al soldado. Ellos estuvieron pensando y venga a pensar, sin encontrar las respuestas. Por eso, el zar los mandó encerrar en la misma celda.
-Y a vosotros, mercaderes, ¿por qué os ha encarcelado el zar?
-Verás: el zar ha empezado a preguntarnos si está lejos el cielo de la tierra, si la tierra es muy ancha y muy profunda, y nosotros, como somos gente de pocas luces, no hemos podido contestarle.
-Si me dais mil rublos cada uno, puedo deciros cómo se debe contestar.
-Lo que quieras, hermano, con tal de que nos ayudes.
El soldado recibió mil rublos de cada uno y les explicó las respuestas a las adivinanzas del zar.
Un par de días después hizo comparecer el zar a los mercaderes y al soldado, les planteó a los mercaderes las mismas adivinanzas y, una vez que las acertaron, les permitió volver a sus casas.
-Y, ahora dime, soldado, ¿has sido capaz de arrancarle una pluma a cada uno?
-Así es, majestad. Y puede decirse que una pluma de oro.
-¿Estás muy lejos de tu casa?
-Pues sí debo de estar, porque no se la ve desde aquí.
-Toma mil rublos y ve con Dios.
Volvió el soldado a su casa y se puso a vivir a sus anchas y con todo acomodo.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)



[1]Soldado: En la época zarista, el campesino siervo podía ser enviado al servicio militar por muchos años (diez, veinticinco, treinta o incluso a perpetuidad). Por eso, en los cuentos populares el soldado no es un mozo imberbe, sino un hombre ingenioso y experimentado.

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