Erase un
rey llamado Alejandro de Macedonia. Y sucedió este hecho allá en época remota,
hace muchísimo tiempo: tanto que no lo recuerdan nuestros abuelos ni nuestros
bisabuelos ni aun los bisabuelos de los nuestros.
Este rey
Alejandro era fuerte entre los fuertes. Nadie en el mundo logró vencerle nunca.
Gustaba
de guerrear, y sus ejércitos se componían todos de hombres muy fuertes. Siempre
vencía Alejandro de Macedonia a todos los adversarios con quienes guerreaba.
Así llegó a someter a todos los reinos de la tierra.
De esta
manera llegó hasta los confines del mundo y allí encontró pueblos que le
dejaron sobrecogido, aun con todo lo valiente que era. Más fieros que los
animales salvajes, devoraban a la gente cruda. Los había con un solo ojo,
plantado en medio de la frente además; y otros, en cambio, tenían tres. Si unos
tenían una sola pierna, otros estaban provistos de tres y en su carrera eran
más veloces que la flecha disparada por el arco. Eran éstos los pueblos de Gog
y de Magog.
Sin
embargo, estos extraños pueblos no amedrentaron a Alejandro de Macedonia, que
se puso a combatirlos.
Aunque se
ignora si fue muy larga o no la guerra que sostuvo contra ellos, el caso es que
aquellos extraños pueblos huyeron de él atemorizados. Persiguiéndolos,
Alejandro los acosó hasta unas cuevas, unas simas y unas montañas tan
pavorosas, que nadie se atrevería a contar ni describir cómo eran.
De este
modo se ocultaron a los ojos del rey Alejandro de Macedonia. ¿Y qué hizo con
ellos el rey Alejandro? Pues juntó por encima de ellos dos montañas formando
una bóveda, plantó una chimenea en lo alto de la bóveda y regresó a su tierra.
Cuando
soplan los vientos por la chimenea, se escuchan grandes alaridos, y los que
están bajo la bóveda se lamentan:
-¡Oh! Se
conoce que aún vive Alejandro de Macedonia.
Esos
pueblos de Gog y de Magog todavía existen, temblando sólo de pensar en
Alejandro, y no saldrán de allí hasta el momento en que se acabe el mundo.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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