Translate

sábado, 13 de septiembre de 2014

Pinocho - Cap. XXV

Pinocho promete al Hada ser bueno y estudiar.

Al principio la mujercita negaba que fuese el Hada de los cabellos azules; pero después, viéndose descubierta y no queriendo continuar más tiempo la comedia, terminó por darse a conocer, y dijo a Pinocho:
-¡Bribón de muñeco! ¿Cómo has podido acertar que era yo?
-¡Es por lo mucho que te quiero!
-¿Te acordabas de mí? Me dejaste siendo niña, y ahora me encuentras hecha una mujer; tanto, que pudiera servirte de mamá.
-Y yo me alegro mucho, porque en vez de hermanita te llamaré mamá. ¡Hace tanto tiempo que deseaba tener una mamá como los demás niños!
-La tendrás si sabes merecerlo.
-¿De veras? ¿Qué puedo hacer para merecerlo?
Una cosa facilísima: acostumbrarte a ser un niño bueno.
-¿Es que no lo soy?
-No, no lo eres. Los niños buenos son obedientes; pero tú...
-Yo no obedezco nunca.
-Los muchachos buenos tienen amor al estudio y al trabajo; pero tú...
-Yo, en cambio, estoy todo el año hecho un holgazán y un vagabundo.
-Los niños buenos dicen siempre la verdad.
-Y yo digo mentiras.
-Los niños buenos van con gusto a la escuela.
-Y a mí la escuela me da dolor de cabeza. Pero de hoy en adelante quiero cambiar de vida.
-¿Me lo prometes de verdad?
-¡Lo prometo! Quiero ser muy bueno y quiero ser el consuelo de mi papá ¿Donde estará a estas horas mi pobre papá?
No lo se.
-¿Tendré aún la suerte de volver a verle y de abrazarle?
-Creo que sí, pero no estoy segura.
Tal contento causó a Pinocho esta respuesta, que tomó las manos del Hada y comenzó a besarla entusiasmado. Después levantó la cabeza, y mirándola cariñosamente preguntó:
-Dime, mamita: ¿verdad que no te habías muerto?
-Por lo visto... -respondió el Hada sonriendo.
-¡Si supieras qué dolor tan grande sentí al leer: "Aquí yace..."!
-Ya lo sé, y por eso te he perdonado. La sinceridad de tu dolor me hizo conocer que tenías buen corazón, y cuando un niño tiene buen corazón se puede esperar algo de él, aunque sea un poco travieso y revoltoso; es decir, se puede esperar que vuelva al buen camino. Por eso he venido a buscarte hasta aquí. Yo seré tu mamá...
-¡Oh, qué bien! -gritó Pinocho saltando de alegría.
-Tú me obedecerás, y harás siempre lo que te diga.
-¡Todo, todo, todo y muy contento!
-Desde mañana irás a la escuela -continuó el Hada.
Pinocho se puso un poco menos alegre.
-Después escogerás el oficio que te parezca.
Pinocho se puso serio.
-¿Qué murmuras entre dientes? -preguntó el Hada con acento de disgusto.
-Decía... -balbuceó el muñeco a media voz- que ahora ya me parece algo tarde para ir a la escuela.
No, señor. Para instruirse y aprender, nunca es tarde.
-Pero yo no quiero aprender ningún oficio.
-¿Por qué?
-Porque el trabajo me cansa mucho.
-Hijo mío -dijo el Hada, los que piensan de ese modo acaban siempre en la cárcel o en el hospital. Todo hombre, nazca pobre o nazca rico, está obligado en este mundo a hacer algo, a tener una ocupación, a trabajar. ¡Ay del que se deje dominar por la pereza! La pereza es una enfermedad muy grave y muy fea, y hay que curarla siendo niño, porque cuando se llega a ser mayor ya no tiene cura.
Estas palabras causaron gran impresión en Pinocho, que levantando vivamente la cabeza, dijo al Hada:
-Yo estudiaré, trabajaré y haré todo lo que me digas, porque te quiero mucho, y porque tú tienes que ser siempre mi mamá.

1.032 Collodi (carlo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario