Una zorra había entablado
amistad con una grulla. Incluso eran comadres, porque en una ocasión hicieron
juntas de parteras.
Conque un día se le ocurrió
a la zorra invitar a comer a la grulla. Fue a verla y le dijo:
-Querida comadre, ven a
comer conmigo, te lo ruego. ¡Verás cómo te agasajo!
Fue la grulla al convite, y
la zorra sirvió en un plato liso una sopa de leche que había preparado. Puso el
plato encima de la mesa diciendo:
-Aquí tienes, comadre. Come
cuanto quieras. Lo he hecho yo misma.
La grulla intentó pescar
algo con el pico; pero, ¡claro!, no probó ni gota. Mientras, la zorra fue
sorbiendo la sopa con la lengua, hasta que se la comió toda. Cuando terminó,
dijo:
-Tendrás que perdonarme,
querida comadre, pero es todo lo que te puedo ofrecer.
-Gracias de todas maneras,
comadre. Ahora te convido yo a ti.
Al día siguiente fue la
zorra a casa de la grulla. Esta había preparado okroshka[1], y la
sirvió en un jarro de cuello muy estrecho, diciendo:
-Come, comadre, come,
porque es todo lo que te puedo ofrecer.
La zorra empezó a dar
vueltas alrededor del jarro, a olfatearlo, a lamerlo por un lado y por otro...
Como si nada; no pudo probar ni una gota: la cabeza no le cabía por el cuello del
jarro.
Mientras, la grulla se lo
comió todo, porque con el pico llegaba hasta el fondo. Luego dijo:
-Perdona, comadre, pero no
tengo nada más que ofrecerte. La zorra, que pensaba haber comido para toda una
semana, se marchó muy contrariada y volvió a su casa igual que se había ido. La
grulla le había pagado en su misma moneda.
Desde entonces, la zorra y
la grulla han dejado de ser amigas.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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