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martes, 20 de agosto de 2013

Padre e hija

En cierto reino, que no era nuestro país, vivía un rico mercader. Su esposa era muy bella, pero la hija que tenían sobrepasaba incluso a su madre en hermosura.
Llegado su día, la esposa del mercader cayó enferma y murió. El mercader lo sintió mucho, pero no pudo evitarlo. Conque la enterró, la lloró y padeció, pero luego empezó a fijarse en su hija. Y, presa de un amor impuro, le dijo:
-Quiero que peques conmigo.
Hecha un mar de lágrimas, la hija le rogó y le imploró mucho tiempo para que desechara semejante idea, pero el mercader no quiso ni oírla.
-Si no aceptas, te mataré ahora mismo -le dijo.
Finalmente la hizo pecar por la fuerza y desde ese mismo instante concibió con ella una criatura.
El mercader aquel tenía doce dependientes. Apenas advirtió que la hija estaba preñada, empezó a preguntarle:
-Escucha, hija querida: cuando des a luz, ¿a quién nombrarás como padre?
-¿A quién puedo nombrar? A ti y a nadie más.
-No, hijita, no me nombrarás a mí. Nombra mejor a uno de los depen-dientes.
-Pero, padre, ¿cómo voy a echar la culpa a un inocente?
Por mucho que insistió el mercader, ella seguía en sus trece. Y el tiempo iba pasando.
De repente llegó un emisario del soberano.
-Te llama el zar.
Llegó el mercader a palacio.
-¿Qué ordena vuestra majestad?
-Quiero que fletes unos barcos y traigas mercaderías del más lejano de los países.
Al zar, como se sabe, hay que obedecerle. Aunque uno no lo desee, ha de ir adonde él mande. Conque el mercader ordenó que se hicieran todos los preparativos para la marcha. Mientras, fue a ver a su hija.
-Te lo pregunto por última vez: ¿a quién nombrarás cuando des a luz?
-¿A quién puedo nombrar? A ti y a nadie más.
El mercader empuñó un afilado sable que había en la pared y le cortó la cabeza. La sangre brotó como un surtidor. Luego agarró el cadáver, lo llevó al jardín y lo escondió en la cueva. En cuanto a él, montó en un barco y partió para el más lejano de los países.
En casa del mercader todo había quedado a cargo del dependiente principal. Conque la primera noche soñó que alguien le decía:
-¿Cómo puedes dormir? ¿No sabes nada de lo que ha ocurrido en la casa?
El dependiente se despertó, tomó las llaves y fue a inspeccionar los almacenes. Los había inspeccionado ya todos al parecer, pero aún quedaba una llave que no había encajado en ninguna cerradura. «Saldré a dar una vuelta por el jardín», se dijo.
Nada más asomar el dependiente al jardín, un ruiseñor que estaba posado en un arbusto rompió a cantar, y sus trinos eran igual que la palabra humana.
-Apuesto mancebo -decía: acuérdate de mí que estoy aquí de cuerpo presente.
El dependiente empezó a rebuscar, hasta que a duras penas dio con la entrada de la cueva, oculta por la maleza y los árboles. Probó la llave sobrante, y encajó justamente en aquella cerradura. El dependiente abrió la puerta, entró en la cueva y encontró allí un ataúd con la muchacha acostada dentro. En torno ardían cirios de cera virgen y en las paredes resplandecían imágenes enmarcadas en oro. Y le dijo la hija del mercader desde su ataúd.
-Haz el favor de aliviarme, apuesto mancebo. Toma un sable y saca a la criatura que llevo en las entrañas.
El dependiente corrió en busca de un sable. Entró en la misma estancia donde el padre había matado a su hija y vio que crecían flores en el suelo, allí donde había corrido la sangre. Agarró el sable, regresó al jardín, abrió las entrañas de la hija del mercader, sacó a la criatura y la llevó a casa de su madre para que la criara.
Transcurrió el tiempo, y al cabo regresó el mercader del más lejano de los países. Fue a informar al soberano de la marcha de sus asuntos, y en esto acudió a palacio un chiquillo que se puso a juguetear por allí.
-¿De quién es este niño tan guapo? -preguntó el zar.
-Es hijo de un dependiente mío.
Quiso conocer el zar a aquel dependiente. Le llamaron a palacio, y el dependiente lo refirió todo tal y como había ocurrido.
El zar ordenó fusilar al mercader, y al niño lo dejó en palacio, donde sigue viviendo cerca de la persona del soberano.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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