En cierto
reino, en cierto país, vivía un mercader muy rico. Tenía una hija, llamada
Anastasia la Bella ,
que por entonces contaba unos cinco años. El mercader se llamaba Marko, apodado
el Rico. Marko no podía soportar a los mendigos. En cuanto se acercaba alguno a
su casa, mandaba inmediatamente a los criados que lo echaran y azuzaran a los
perros contra él.
Una vez
llamaron dos viejecitos de cabello blanco. Marko los vio y ordenó que azuzaran
a los perros contra ellos. Al oír su orden, Anastasia la Bella rogó:
-Bátiushka,
querido: aunque sólo sea por amor a mí, déjalos entrar en la isba del ganado.
El padre
cedió y mandó que dejaran entrar a los mendigos. Cuando todos estuvieron
dormidos en la casa, Anastasia se levantó, fue a la isba del ganado, se subió a
una litera y estuvo contemplando a los mendigos. Llegada la hora de la primera
misa, la vela que había delante del icono se encendió ella sola. Los viejecitos
se levantaron, sacaron de sus mochilas unos hábitos y se pusieron a oficiar. En
esto llegó volando un ángel:
-¡Señor!
En tal aldea le ha nacido un hijo a tal campesino. ¿Qué nombre y qué destino
ordenas para él?
-De
nombre le pongo Vas¡¡¡, de apodo el Desgraciado, y su destino será poseer las
riquezas de Marko el Rico, en cuya casa hemos pernoctado.
Anastasia
lo oyó todo. Amaneció. Los ancianos se vistieron para el camino y salieron de
la isba. Anastasia fue a ver a su padre y le contó cuanto había visto y oído.
Preocupado
por si pudiera cumplirse aquella predicción, el padre quiso enterarse de si
efectivamente había nacido una criatura en aquella aldea. Hizo enganchar un
carruaje y allá se fue directamente a casa del sacerdote.
-¿Es
cierto que tal día nació un niño aquí?
-Sí
-contestó el sacerdote. En casa del campesino más pobre. Le he puesto de
nombre Vasili, y de apodo Desgraciado, pero no le he bautizado aún porque nadie
quiere ser compadre de un campesino tan pobre.
Marko se
ofreció a ser el padrino, le pidió a la mujer del pope ser la madrina y mandó
preparar una mesa donde no faltara de nada. Trajeron al niño, le bautizaron y
todos estuvieron comiendo y bebiendo luego cuanto quisieron. Al día siguiente
llamó Marko el Rico al pobre campesino y, después de muchas carantoñas, acabó
proponiéndole:
-Escucha,
compadre: tú eres pobre y no podrás educar a tu hijo. Déjamelo a mí, que haré
de él un hombre de provecho, y a ti te daré mil rublos.
El
campesino aceptó después de mucho pensarlo. Marko le pagó lo prometido,
envolvió a la criatura en una pelliza de zorros, la metió en el carruaje y se
marchó. Era pleno invierno. Habían recorrido algunas verstas, cuando Marko el
Rico hizo parar el carruaje, entregó el niño a su dependiente y le ordenó:
-Agárralo
por los pies y tíralo a un barranco.
El
dependiente cogió al niño y lo arrojó a un profundo barranco.
-Ahora,
goza ahí de mi hacienda -dijo Marko.
Al tercer
día pasaron por el mismo camino unos mercaderes. Le llevaban a Marko el Rico
doce mil rublos que le debían. Habían llegado a la altura del barranco cuando
oyeron llorar a un niño. Se detuvieron a escuchar y mandaron a un dependiente a
enterarse de lo que ocurría. El dependiente bajó al barranco y encontró una
pradera verde en medio de la cual un niño estaba jugando con las flores.
El
dependiente se lo contó a su amo. Este bajó en persona al barranco, tomó al
niño en brazos, lo envolvió en una pelliza, montó en su carruaje y reanudaron
el camino.
Llegaron
a casa de Marko el Rico, y éste les preguntó dónde habían encontrado aquel
niño. Los mercaderes se lo contaron. Marko comprendió en seguida que era su
ahijado. Vasili el Desgraciado. Lo tomó en brazos y luego se lo dio a su hija.
-Toma,
hijita, acúnalo.
El se
quedó con los mercaderes, les ofreció toda clase de bebidas y luego les pidió
que le dejaran al niño. Al principio. ellos no querían; pero, cuando Marko les
dijo que a cambio les perdonaría todas sus deudas, aceptaron y se fueron.
Anastasia
estaba encantada con el niño. En seguida encontró una cuna, le puso cortinas y
empezó a atender al pequeño, sin separarse de él ni de día ni de noche.
Pasó un
día, luego otro, pero al tercero regresó Marko a su casa más tarde que de
costumbre, cuando Anastasia estaba ya dormida; tomó al niño, lo encerró en un
tonel y lo arrojó al agua desde el embarcadero.
El tonel
fue flotando hasta llegar a un monasterio. Precisa:nente había ido un monje a
sacar agua. Le pareció oír que lloraba un niño. Miró a su alrededor y vio el
tonel flotando. Montó en una lancha, alcanzó el tonel, lo abrió y encontró
dentro a un niño, que llevó en seguida al superior del convento. El superior le
puso de nombre Vasili, de apodo Desgraciado, y así se quedó Vasili el
Desgraciado en el convento. Allí vivió dieciséis años, aprendió a leer y
escribir... El superior se encariñó con él y le nombró ecónomo.
Marko el
Rico tuvo que hacer un viaje de un año a otro país para cobrar unas deudas y,
de camino, pasó por aquel monasterio. Fue acogido como persona acaudalada. El
superior le dijo al ecónomo que fuera a la iglesia. El obedeció, encendió las
velas y se puso a cantar y a leer. Marko el Rico le preguntó al superior:
-¿Hace
mucho tiempo que está en el convento?
El
superior le contó que le habían encontrado en un tonel y que llevaba tantos
años allí. Marko hizo sus cálculos y comprendió que se trataba de su ahijado.
Entonces dijo al superior:
-Si yo
tuviera un hombre tan despabilado como vuestro ecónomo haría de él mi
dependiente principal y dejaría todas las cuentas a su cargo. ¿Por qué no
permitís que se venga conmigo?
El
superior se resistió mucho tiempo, pero Marko le prometió una limosna de
veinticinco mil rublos para el convento. El superior consultó con los demás
frailes y, después de pensarlo mucho, consintieron que se marchara Vasili el
Desgraciado.
Marko le
mandó entonces a su casa con una carta para su mujer. «En cuanto recibas ésta
-le decía-, ve con el portador a la fábrica de jabón y, al pasar junto a la
caldera que siempre está hirviendo, empújalo dentro. No dejes de hacerlo o me
lo pagarás muy caro. Este muchacho es una maldición para mí.»
Vasili
cogió la carta y se puso en camino. Se encontró con un viejecito que le
preguntó:
-¿Adónde
vas, Vasili el Desgraciado?
-Voy a
casa de Marko el Rico, a llevar una carta a su mujer.
-Enséñame la carta.
-Enséñame la carta.
Vasili sacó
la carta del bolsillo y se la dio al viejo que, después de romper el lema, se
la presentó para que la leyera. Al leerla se le saltaron las lágrimas a Vasili.
-¿Qué he
podido hacerle yo a este hombre para que me mande así a la muerte?
-No
sufras, que Dios no te abandonará -dijo el viejo soplando sobre la carta, que
volvió a quedar cerrada. Ahora ve y entrégale la carta a la esposa de Marko el
Rico.
Vasili
llegó a la casa de Marko el Rico y le entregó la carta a su mujer. Esta la
leyó, se quedó cavilando y luego llamó a Anastasia, su hija, para leérsela
también. Porque la carta decía: «Al día siguiente de recibir ésta, casa al
portador con Anastasia. Si no lo haces, tendrás que vértelas conmigo.»
La gente
rica no tiene que hacer grandes preparativos para una boda, pues tiene comida y
bebida de sobra para celebrarla con un alegre banquete. Vistieron a Vasili con
buenas ropas, se lo presentaron a Anastasia, le gustó a la muchacha, y los
casaron.
Un día
anunciaron a la esposa de Marko el Rico que su marido había llegado al muelle.
Fue a recibirle con la hija y el yerno. Cuando Marko vio al yerno, se puso
furioso con su mujer.
-¿Cómo te
has atrevido a casarle con nuestra hija?
-Porque
me lo mandaste en tu carta.
Marko
quiso ver la carta, la leyó y vio que estaba escrita de su puño y letra.
Marko
vivió así un mes, dos, tres... Un día llamó a su yerno.
-Toma
esta carta -le dijo- y llévala a los confines del mundo, al más lejano de los
países, a mi amigo el zar Culebrón, para que entregue el tributo de doce años
por haber construido un palacio sobre mis tierras, y entérate allí de lo que ha
sido de doce barcos míos que han desaparecido desde hace doce años. Mañana
mismo te pondrás en camino.
Vasili
tomó la carta y fue a contárselo a su mujer. Anastasia lloró amargamente, pero
no se atrevió a contradecir a su padre.
A primera
hora del día siguiente, Vasili hizo sus oraciones, agarró un zurrón con sujari[1] y se
puso en camino. Anda que te anda -no sé si poco o mucho, no sé si aprisa o no-
oyó de pronto una voz hacia un lado:
-¿Adónde
vas, Vasili el Desgraciado?
-¿Quién
me habla? -preguntó mirando hacia todas partes.
-Soy yo,
el roble. Y te pregunto adónde vas.
-Pues voy
a que el zar Culebrón me entregue el tributo de doce años.
-Cuando
llegues, acuérdate de mí y pregúntale si aún ha de seguir mucho tiempo así el
roble que lleva trescientos años en pie.
Vasili
escuchó lo que le decía el roble y continuó su camino. Llegó a un río y cuando
subió a la barca para pasar al otro lado, le preguntó el barquero:
-¿Adónde
vas, amigo mío?
Vasili le
contestó lo mismo que al roble. Entonces le pidió el barquero que le recordara
al zar que él llevaba treinta años allí y le preguntara si seguiría mucho
tiempo aún.
-Está
bien -dijo Vasili. Se lo diré.
Luego
llegó a la orilla del mar. De un lado a otro estaba tendida una ballena
haciendo de camino por donde pasaba todo el que quería. La pobre estaba ya toda
desollada. También Vasili echó a andar encima. Y la ballena le preguntó:
-¿Adónde
vas, Vasili el Desgraciado?
Vasili le
dijo lo mismo que al barquero. La ballena le pidió entonces:
-Cuando
tengas ocasión, recuérdale a la ballena que hace de camino de un lado al otro
del mar, por donde pasa todo el que quiere, y pregúntale si todavía seguiré
mucho tiempo aquí.
Vasili lo
prometió y reanudó su marcha. Llegó a un extenso prado donde se alzaba un gran
palacio. Vasili entró y se puso a recorrer los aposentos, a cual más lujoso. En
el último encontró a una hermosa doncella que lloraba amarga-mente sentada en la
cama. En cuanto vio a Vasili, se acercó a él y le preguntó:
-¿Quién
eres y cómo has llegado hasta este maldito lugar?
Vasili le
enseñó la carta y le explicó que le enviaba Marko el Rico a cobrarle el tributo
de doce años al zar Culebrón. La doncella arrojó la carta al fuego.
-No te ha
mandado a cobrar el tributo, sino a que te devore el Culebrón -le explicó-.
¿Qué caminos has seguido para llegar hasta aquí? ¿Has visto o has oído algo
extraordinario?
Vasili le
habló del roble, del barquero y de la ballena. Estaban todavía charlando cuando
se estremecieron la tierra y el palacio. La doncella encerró a Vasili en un
baúl que había debajo de la cama, advirtiéndole:
-Escucha
bien lo que vamos a decir el Culebrón y yo.
Ella se
dispuso a recibir al Culebrón que, nada más entrar en la estancia, dijo:
-¿Por qué
hay aquí olor a ruso?
-¿Cómo
podría haber aquí olor a ruso? -replicó la doncella. Lo que ocurre es que,
como tú has estado volando por Rus, te ha quedado el olor en la nariz.
-Estoy
muy cansado -dijo el Culebrón. Rebúscame un poco en la cabeza -y se acostó en
la cama.
-Escucha,
zar, el sueño que he tenido -habló entonces la doncella. He soñado que iba por
un camino y me gritó un roble: «Pregúntale al zar si he de seguir mucho tiempo
aquí.»
-Seguirá
allí -contestó el zar- hasta que alguien se acerque y le empuje con el pie.
Entonces se desgajará de raíz, y debajo aparecerá una cantidad de oro y de
plata como no tiene ni Marko el Rico.
-También
he soñado que llegué a un río y el barquero me preguntó si todavía continuará
allí mucho tiempo.
-No tiene
más que meter en la barca al primero que llegue, empujar luego la barca y
quedarse él en tierra. Entonces se quedará el otro eternamente de barquero y él
se marchará a su casa.
-Y otra
cosa más: he soñado que cruzaba el mar por encima de una ballena y ella me
preguntaba si tendrá que estar mucho tiempo allí todavía.
-Allí
estará hasta que escupa los doce barcos de Marko el Rico. Entonces volverá a
nadar y le crecerá de nuevo la carne.
Después
de decir todo esto, el zar Culebrón se quedó profundamente dormido. La doncella
hizo salir a Vasili el Desgraciado del baúl.
-En esta
orilla no le digas a la ballena que escupa los doce barcos de Marko el Rico -le
recomendó. Díselo cuando estés al otro lado. Y lo mismo debes hacer con el
barquero: cuéntale lo que has oído cuando te haya pasado a la otra orilla. En
cuanto al roble, empújale con el pie hacia oriente y encontrarás un tesoro
fabuloso.
Vasili el
Desgraciado dio las gracias a la doncella y se marchó.
-¿Has
hablado de mí? -le preguntó la ballena cuando llegó donde estaba ella.
-Sí.
Cuando esté en la otra orilla te lo contaré.
Cruzó a
la otra orilla y dijo:
-Escupe
los doce barcos de Marko el Rico.
La
ballena escupió los barcos, que aparecieron intactos, con todas sus velas, y
Vasili el Desgraciado se encontró con agua hasta las rodillas. Luego llegó
donde estaba el barquero.
-¿Le has
hablado al zar Culebrón de mí?
-Sí.
Pásame a la otra orilla y te contaré lo que me ha dicho. Una vez en la otra
orilla, Vasili le explicó:
-Al
primero que llegue, mételo en tu barca y empújala luego quedándote tú en.
tierra. Ese se quedará eternamente de barquero y tú te marcharás a tu casa.
Por fin
llegó Vasili el Desgraciado donde estaba el roble, le pegó con el pie y el
roble se desplomó dejando al descubierto una enorme cantidad de oro, plata y
piedras preciosas.
En esto
volvió la cabeza Vasili y vio dirigirse hacia la orilla los doce barcos que
había escupido la ballena. Guiaba los barcos el mismo anciano con quien se
cruzó cuando llevaba la carta de Marko el Rico a su mujer.
-Esto es,
Vasili, lo que el Señor había dispuesto para ti -dijo el anciano y, bajándose
del barco, se alejó de allí.
Los
marineros cargaron el tesoro en los barcos. Cuando terminaron, se hicieron a la
mar con Vasili el Desgraciado.
Alguien
le contó a Marko el Rico que su yerno volvía con doce barcos y que el zar
Culebrón le había regalado un tesoro fabuloso.
Furioso
porque no se habían cumplido sus deseos, Marko enganchó un carruaje para ir
personalmente a entendérselas con el zar Culebrón. Llegó al río. El barquero le
hizo subir a la barca, la empujó, y allí se quedó Marko el Rico como barquero
para siempre.
En cuanto
a Vasili el Desgraciado, se reunió con su esposa y su suegra y vivió feliz y en
la opulencia, ayudando a los pobres, haciendo limosnas, dando de comer al
necesitado y poseyó, además, todos los bienes de Marko el Rico.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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