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martes, 20 de agosto de 2013

Marko el rico y vasili el desgraciado

En cierto reino, en cierto país, vivía un mercader muy rico. Tenía una hija, llamada Anastasia la Bella, que por entonces contaba unos cinco años. El mercader se llamaba Marko, apodado el Rico. Marko no podía soportar a los mendigos. En cuanto se acercaba alguno a su casa, mandaba inmediatamente a los criados que lo echaran y azuzaran a los perros contra él.
Una vez llamaron dos viejecitos de cabello blanco. Marko los vio y ordenó que azuzaran a los perros contra ellos. Al oír su orden, Anastasia la Bella rogó:
-Bátiushka, querido: aunque sólo sea por amor a mí, déjalos entrar en la isba del ganado.
El padre cedió y mandó que dejaran entrar a los mendigos. Cuando todos estuvieron dormidos en la casa, Anastasia se levantó, fue a la isba del ganado, se subió a una litera y estuvo contemplando a los mendigos. Llegada la hora de la primera misa, la vela que había delante del icono se encendió ella sola. Los viejecitos se levantaron, sacaron de sus mochilas unos hábitos y se pusieron a oficiar. En esto llegó volando un ángel:
-¡Señor! En tal aldea le ha nacido un hijo a tal campesino. ¿Qué nombre y qué destino ordenas para él?
-De nombre le pongo Vas¡¡¡, de apodo el Desgraciado, y su destino será poseer las riquezas de Marko el Rico, en cuya casa hemos pernoctado.
Anastasia lo oyó todo. Amaneció. Los ancianos se vistieron para el camino y salieron de la isba. Anastasia fue a ver a su padre y le contó cuanto había visto y oído.
Preocupado por si pudiera cumplirse aquella predicción, el padre quiso enterarse de si efectivamente había nacido una criatura en aquella aldea. Hizo enganchar un carruaje y allá se fue directamente a casa del sacerdote.
-¿Es cierto que tal día nació un niño aquí?
-Sí -contestó el sacerdote. En casa del campesino más pobre. Le he puesto de nombre Vasili, y de apodo Desgraciado, pero no le he bautizado aún porque nadie quiere ser compadre de un campesino tan pobre.
Marko se ofreció a ser el padrino, le pidió a la mujer del pope ser la madrina y mandó preparar una mesa donde no faltara de nada. Trajeron al niño, le bautizaron y todos estuvieron comiendo y bebiendo luego cuanto quisieron. Al día siguiente llamó Marko el Rico al pobre campesino y, después de muchas carantoñas, acabó proponiéndole:
-Escucha, compadre: tú eres pobre y no podrás educar a tu hijo. Déjamelo a mí, que haré de él un hombre de provecho, y a ti te daré mil rublos.
El campesino aceptó después de mucho pensarlo. Marko le pagó lo prometido, envolvió a la criatura en una pelliza de zorros, la metió en el carruaje y se marchó. Era pleno invierno. Habían recorrido algunas verstas, cuando Marko el Rico hizo parar el carruaje, entregó el niño a su dependiente y le ordenó:
-Agárralo por los pies y tíralo a un barranco.
El dependiente cogió al niño y lo arrojó a un profundo barranco.
-Ahora, goza ahí de mi hacienda -dijo Marko.
Al tercer día pasaron por el mismo camino unos mercaderes. Le llevaban a Marko el Rico doce mil rublos que le debían. Habían llegado a la altura del barranco cuando oyeron llorar a un niño. Se detuvieron a escuchar y mandaron a un dependiente a enterarse de lo que ocurría. El dependiente bajó al barranco y encontró una pradera verde en medio de la cual un niño estaba jugando con las flores.
El dependiente se lo contó a su amo. Este bajó en persona al barranco, tomó al niño en brazos, lo envolvió en una pelliza, montó en su carruaje y reanudaron el camino.
Llegaron a casa de Marko el Rico, y éste les preguntó dónde habían encontrado aquel niño. Los mercaderes se lo contaron. Marko comprendió en seguida que era su ahijado. Vasili el Desgraciado. Lo tomó en brazos y luego se lo dio a su hija.
-Toma, hijita, acúnalo.
El se quedó con los mercaderes, les ofreció toda clase de bebidas y luego les pidió que le dejaran al niño. Al principio. ellos no querían; pero, cuando Marko les dijo que a cambio les perdonaría todas sus deudas, aceptaron y se fueron.
Anastasia estaba encantada con el niño. En seguida encontró una cuna, le puso cortinas y empezó a atender al pequeño, sin separarse de él ni de día ni de noche.
Pasó un día, luego otro, pero al tercero regresó Marko a su casa más tarde que de costumbre, cuando Anastasia estaba ya dormida; tomó al niño, lo encerró en un tonel y lo arrojó al agua desde el embarcadero.
El tonel fue flotando hasta llegar a un monasterio. Precisa:nente había ido un monje a sacar agua. Le pareció oír que lloraba un niño. Miró a su alrededor y vio el tonel flotando. Montó en una lancha, alcanzó el tonel, lo abrió y encontró dentro a un niño, que llevó en seguida al superior del convento. El superior le puso de nombre Vasili, de apodo Desgraciado, y así se quedó Vasili el Desgraciado en el convento. Allí vivió dieciséis años, aprendió a leer y escribir... El superior se encariñó con él y le nombró ecónomo.
Marko el Rico tuvo que hacer un viaje de un año a otro país para cobrar unas deudas y, de camino, pasó por aquel monasterio. Fue acogido como persona acaudalada. El superior le dijo al ecónomo que fuera a la iglesia. El obedeció, encendió las velas y se puso a cantar y a leer. Marko el Rico le preguntó al superior:
-¿Hace mucho tiempo que está en el convento?
El superior le contó que le habían encontrado en un tonel y que llevaba tantos años allí. Marko hizo sus cálculos y comprendió que se trataba de su ahijado. Entonces dijo al superior:
-Si yo tuviera un hombre tan despabilado como vuestro ecónomo haría de él mi dependiente principal y dejaría todas las cuentas a su cargo. ¿Por qué no permitís que se venga conmigo?
El superior se resistió mucho tiempo, pero Marko le prometió una limosna de veinticinco mil rublos para el convento. El superior consultó con los demás frailes y, después de pensarlo mucho, consintieron que se marchara Vasili el Desgraciado.
Marko le mandó entonces a su casa con una carta para su mujer. «En cuanto recibas ésta -le decía-, ve con el portador a la fábrica de jabón y, al pasar junto a la caldera que siempre está hirviendo, empújalo dentro. No dejes de hacerlo o me lo pagarás muy caro. Este muchacho es una maldición para mí.»
Vasili cogió la carta y se puso en camino. Se encontró con un viejecito que le preguntó:
-¿Adónde vas, Vasili el Desgraciado?
-Voy a casa de Marko el Rico, a llevar una carta a su mujer. 
-Enséñame la carta.
Vasili sacó la carta del bolsillo y se la dio al viejo que, después de romper el lema, se la presentó para que la leyera. Al leerla se le saltaron las lágrimas a Vasili.
-¿Qué he podido hacerle yo a este hombre para que me mande así a la muerte?
-No sufras, que Dios no te abandonará -dijo el viejo soplando sobre la carta, que volvió a quedar cerrada. Ahora ve y entrégale la carta a la esposa de Marko el Rico.
Vasili llegó a la casa de Marko el Rico y le entregó la carta a su mujer. Esta la leyó, se quedó cavilando y luego llamó a Anastasia, su hija, para leérsela también. Porque la carta decía: «Al día siguiente de recibir ésta, casa al portador con Anastasia. Si no lo haces, tendrás que vértelas conmigo.»
La gente rica no tiene que hacer grandes preparativos para una boda, pues tiene comida y bebida de sobra para celebrarla con un alegre banquete. Vistieron a Vasili con buenas ropas, se lo presentaron a Anastasia, le gustó a la muchacha, y los casaron.
Un día anunciaron a la esposa de Marko el Rico que su marido había llegado al muelle. Fue a recibirle con la hija y el yerno. Cuando Marko vio al yerno, se puso furioso con su mujer.
-¿Cómo te has atrevido a casarle con nuestra hija?
-Porque me lo mandaste en tu carta.
Marko quiso ver la carta, la leyó y vio que estaba escrita de su puño y letra.
Marko vivió así un mes, dos, tres... Un día llamó a su yerno.
-Toma esta carta -le dijo- y llévala a los confines del mundo, al más lejano de los países, a mi amigo el zar Culebrón, para que entregue el tributo de doce años por haber construido un palacio sobre mis tierras, y entérate allí de lo que ha sido de doce barcos míos que han desaparecido desde hace doce años. Mañana mismo te pondrás en camino.
Vasili tomó la carta y fue a contárselo a su mujer. Anastasia lloró amargamente, pero no se atrevió a contradecir a su padre.
A primera hora del día siguiente, Vasili hizo sus oraciones, agarró un zurrón con sujari[1] y se puso en camino. Anda que te anda -no sé si poco o mucho, no sé si aprisa o no- oyó de pronto una voz hacia un lado:
-¿Adónde vas, Vasili el Desgraciado?
-¿Quién me habla? -preguntó mirando hacia todas partes.
-Soy yo, el roble. Y te pregunto adónde vas.
-Pues voy a que el zar Culebrón me entregue el tributo de doce años.
-Cuando llegues, acuérdate de mí y pregúntale si aún ha de seguir mucho tiempo así el roble que lleva trescientos años en pie.
Vasili escuchó lo que le decía el roble y continuó su camino. Llegó a un río y cuando subió a la barca para pasar al otro lado, le preguntó el barquero:
-¿Adónde vas, amigo mío?
Vasili le contestó lo mismo que al roble. Entonces le pidió el barquero que le recordara al zar que él llevaba treinta años allí y le preguntara si seguiría mucho tiempo aún.
-Está bien -dijo Vasili. Se lo diré.
Luego llegó a la orilla del mar. De un lado a otro estaba tendida una ballena haciendo de camino por donde pasaba todo el que quería. La pobre estaba ya toda desollada. También Vasili echó a andar encima. Y la ballena le preguntó:
-¿Adónde vas, Vasili el Desgraciado?
Vasili le dijo lo mismo que al barquero. La ballena le pidió entonces:
-Cuando tengas ocasión, recuérdale a la ballena que hace de camino de un lado al otro del mar, por donde pasa todo el que quiere, y pregúntale si todavía seguiré mucho tiempo aquí.
Vasili lo prometió y reanudó su marcha. Llegó a un extenso prado donde se alzaba un gran palacio. Vasili entró y se puso a recorrer los aposentos, a cual más lujoso. En el último encontró a una hermosa doncella que lloraba amarga-mente sentada en la cama. En cuanto vio a Vasili, se acercó a él y le preguntó:
-¿Quién eres y cómo has llegado hasta este maldito lugar?
Vasili le enseñó la carta y le explicó que le enviaba Marko el Rico a cobrarle el tributo de doce años al zar Culebrón. La doncella arrojó la carta al fuego.
-No te ha mandado a cobrar el tributo, sino a que te devore el Culebrón -le explicó-. ¿Qué caminos has seguido para llegar hasta aquí? ¿Has visto o has oído algo extraordinario?
Vasili le habló del roble, del barquero y de la ballena. Estaban todavía charlando cuando se estremecieron la tierra y el palacio. La doncella encerró a Vasili en un baúl que había debajo de la cama, advirtiéndole:
-Escucha bien lo que vamos a decir el Culebrón y yo.
Ella se dispuso a recibir al Culebrón que, nada más entrar en la estancia, dijo:
-¿Por qué hay aquí olor a ruso?
-¿Cómo podría haber aquí olor a ruso? -replicó la doncella. Lo que ocurre es que, como tú has estado volando por Rus, te ha quedado el olor en la nariz.
-Estoy muy cansado -dijo el Culebrón. Rebúscame un poco en la cabeza -y se acostó en la cama.
-Escucha, zar, el sueño que he tenido -habló entonces la doncella. He soñado que iba por un camino y me gritó un roble: «Pregúntale al zar si he de seguir mucho tiempo aquí.»
-Seguirá allí -contestó el zar- hasta que alguien se acerque y le empuje con el pie. Entonces se desgajará de raíz, y debajo aparecerá una cantidad de oro y de plata como no tiene ni Marko el Rico.
-También he soñado que llegué a un río y el barquero me preguntó si todavía continuará allí mucho tiempo.
-No tiene más que meter en la barca al primero que llegue, empujar luego la barca y quedarse él en tierra. Entonces se quedará el otro eternamente de barquero y él se marchará a su casa.
-Y otra cosa más: he soñado que cruzaba el mar por encima de una ballena y ella me preguntaba si tendrá que estar mucho tiempo allí todavía.
-Allí estará hasta que escupa los doce barcos de Marko el Rico. Entonces volverá a nadar y le crecerá de nuevo la carne.
Después de decir todo esto, el zar Culebrón se quedó profundamente dormido. La doncella hizo salir a Vasili el Desgraciado del baúl.
-En esta orilla no le digas a la ballena que escupa los doce barcos de Marko el Rico -le recomendó. Díselo cuando estés al otro lado. Y lo mismo debes hacer con el barquero: cuéntale lo que has oído cuando te haya pasado a la otra orilla. En cuanto al roble, empújale con el pie hacia oriente y encontrarás un tesoro fabuloso.
Vasili el Desgraciado dio las gracias a la doncella y se marchó.
-¿Has hablado de mí? -le preguntó la ballena cuando llegó donde estaba ella.
-Sí. Cuando esté en la otra orilla te lo contaré.
Cruzó a la otra orilla y dijo:
-Escupe los doce barcos de Marko el Rico.
La ballena escupió los barcos, que aparecieron intactos, con todas sus velas, y Vasili el Desgraciado se encontró con agua hasta las rodillas. Luego llegó donde estaba el barquero.
-¿Le has hablado al zar Culebrón de mí?
-Sí. Pásame a la otra orilla y te contaré lo que me ha dicho. Una vez en la otra orilla, Vasili le explicó:
-Al primero que llegue, mételo en tu barca y empújala luego quedándote tú en. tierra. Ese se quedará eternamente de barquero y tú te marcharás a tu casa.
Por fin llegó Vasili el Desgraciado donde estaba el roble, le pegó con el pie y el roble se desplomó dejando al descubierto una enorme cantidad de oro, plata y piedras preciosas.
En esto volvió la cabeza Vasili y vio dirigirse hacia la orilla los doce barcos que había escupido la ballena. Guiaba los barcos el mismo anciano con quien se cruzó cuando llevaba la carta de Marko el Rico a su mujer.
-Esto es, Vasili, lo que el Señor había dispuesto para ti -dijo el anciano y, bajándose del barco, se alejó de allí.
Los marineros cargaron el tesoro en los barcos. Cuando terminaron, se hicieron a la mar con Vasili el Desgraciado.
Alguien le contó a Marko el Rico que su yerno volvía con doce barcos y que el zar Culebrón le había regalado un tesoro fabuloso.
Furioso porque no se habían cumplido sus deseos, Marko enganchó un carruaje para ir personalmente a entendérselas con el zar Culebrón. Llegó al río. El barquero le hizo subir a la barca, la empujó, y allí se quedó Marko el Rico como barquero para siempre.
En cuanto a Vasili el Desgraciado, se reunió con su esposa y su suegra y vivió feliz y en la opulencia, ayudando a los pobres, haciendo limosnas, dando de comer al necesitado y poseyó, además, todos los bienes de Marko el Rico.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)





[1] sujari

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