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martes, 20 de agosto de 2013

Los bandoleros

Eranse un pope y su mujer que tenían una hija llamada Aliónushka. Un día en que debía celebrar una boda en otro pueblo, el pope se dispuso a ir con su mujer, dejando a la hija sola en casa.
-Me da miedo quedarme sola -le dijo Aliónushka a su madre.
-Pues llama a tus amigas y que pasen la velada contigo.
Cuando el pope y su mujer se marcharon, Aliónushka llamó a sus amigas. Vinieron muchas, cada una con su labor. Unas hacían punto, otras tejían cestillos o hilaban.
Una de las muchachas dejó escapar el huso, que echó a rodar y cayó a la cueva por una rendija. La muchacha bajó a buscarlo y allí descubrió, detrás de una cuba, a un bandolero que la amenazaba con el dedo:
-Si quieres quedar con vida, no se te ocurra contarle a nadie que estoy aquí.
Salió la muchacha de la cueva, lívida de puro pálida, y se lo contó al oído a una de sus amigas. Esta se lo contó a otra, la otra a una tercera, hasta que todas, asustadísimas, se dispusieron a volver a sus casas.
-¡Si es muy pronto! Quedaos otro poco -les pedía Aliónushka.
Pero la una que si debía ir por agua, la otra que si tenía que llevarle una pieza de lienzo a la vecina..., el caso es que todas se fueron. Aliónushka se quedó sola.
Cuando el bandolero advirtió que todo estaba en silencio, salió de la cueva y le dijo:
-Hola, muchacha hermosa, tan limpia y hacendosa. -Hola -contestó Aliónushka.
El bandolero husmeó por toda la casa y aun salió al patio para ver si encontraba algo más. Entonces Aliónushka cerró en seguida la puerta y apagó la luz. El bandolero volvió a la casa.
-Déjame entrar o te mataré -gritó.
-No. Si quieres, entras por la ventana -contestó Aliónushka y empuñó un hacha.
En cuanto el bandolero asomó la cabeza por la ventana, ella se la cortó de un hachazo. Luego pensó: «Ya estarán al llegar los otros bandoleros. ¿Qué haría yo?» Conque agarró la cabeza y la metió en un saco. Luego tiró del cuerpo, lo descuartizó y fue metiendo los pedazos en sacos y en orzas.
Al rato llegaron los demás bandoleros y, pensando que su compañero estaba vivo, preguntaron desde fuera:
-¿Has terminado ya?
-Sí -contestó Aliónushka imitando la voz del bandolero. Ahí van dos sacos de dinero, una orza de manteca y unos jamones.
Y fue pasando por la ventana los sacos y las orzas que había preparado y que los bandoleros cargaron en un carro.
-iVámonos ya! -dijeron.
-Id por delante -contestó Aliónushka, mientras yo veo si queda algo más.
Los bandoleros se marcharon.
A primera hora de la mañana volvieron de la boda el pope y su mujer. Aliónushka les refirió todo lo ocurrido.
-Yo sola he vencido a los bandoleros -terminó.
Mientras, los bandoleros llegaron a su guardia y se quedaron de una pieza al ver el contenido de los sacos y las orzas.
-¡La muy tal y tal...! Bueno, pues ahora lo va a pagar.
Todos se vistieron muy bien y fueron a casa del pope a pedirle la mano de Aliónushka como si fuera para un bobalicón que andaba con ellos y al que también vistieron igual que si se tratara del novio. Pero Aliónushka los reconoció por la voz.
-Bátiushka -le dijo a su padre, estos son los bandoleros que vinieron la otra vez.
-¡Qué disparate! -objetó el pope. ¡Tan bien vestidos como van!
Porque él estaba encantado de que gente de tan buena apariencia hubiera venido a pedir la mano de su hija sirtexigirle dote. Por mucho que lloró Aliónushka, de nada sirvió.
-Si no aceptas este casamiento, te echaremos de casa -le dijeron sus padres.
Conque concedieron su mano al bandolero bobalicón y celebraron la boda con gran pompa.
Los bandoleros se marcharon después, llevándose a Aliónushka, y nada más entrar en el bosque dijeron:
-¿La matamos aquí?
Pero el bobalicón protestó:
-Dejadla que viva aunque sólo sea un día para que yo pueda verla.
-¿Y qué falta te hace verla?
-Os lo pido por favor, hermanos.
Los bandoleros consintieron y siguieron adelante con Aliónushka, hasta llegar a su guarida, donde se pusieron a beber y a divertirse. Luego dijeron:
-Bueno, ya es hora de acabar con ella.
Y el bobalicón otra vez:
-Dejadme que pase por lo menos una noche-cita con ella...
-Es capaz de escaparse, so bobo.
-Os lo pido por favor, hermanos.
Los bandoleros accedieron también esa vez y los dejaron en un cuarto apartado. Entonces le dijo Aliónushka a su marido:
-Déjame salir al patio a refrescarme un poco. -¿Y si te oyen?
-No haré ruido. Déjame salir, aunque sea por la ventana.
-Yo te dejaría; ¿pero y si te escapas?
-Pues átame. Precisamente tengo una pieza de lienzo que me ha dado mi madre. Atame con ella por la cintura y déjame salir; luego, cuando tires, volveré a entrar por la ventana.
El bobalicón la ató por la cintura, ella salió por la ventana, se desató en seguida, ató en su lugar a una cabra por los cuernos y al poco rato dijo:
-Tira ahora.
Y echó a correr. El bobalicón tiró del lienzo, y la cabra empezó «beee... beee...». Y a cada tirón, la cabra igual: «beee... beee...».
-¿Pero por qué balas? -preguntó el novio. Como te oigan los otros, te matarán sin más.
Siguió tirando y se encontró con la cabra atada al lienzo. Todo asustado, el bobalicón no sabía qué hacer.
-¡Maldita sea! Me ha engañado.
Por la mañana entraron los bandoleros en la estancia.
-¿Y la recién casada? -preguntaron.
-Se ha marchado.
-¡Tonto, más que tonto! Bien te lo advertimos. Pero tú...
Montaron a caballo y partieron al galope detrás de Aliónushka con perros que ladraban, disparando ellos al aire, silbando... ¡Un espanto! Aliónushka, que los oyó, se metió en el agujero de un roble seco y allí se estuvo, quietecita, más muerta que viva, mientras los perros olisqueaban alrededor del árbol.
-¿Estará ahí escondida? -le dijo un bandolero a otro. Clava el cuchillo a ver, hermano.
El otro bandolero metió su cuchillo en el agujero y le atinó a Aliónushka en una rodilla. Pero ella, que era muy lista, agarró su pañuelo y limpió la hoja con él. Cuando el bandolero vio que su cuchillo no estaba manchado, dijo:
-No, no hay nadie.
Y reanudaron su carrera en distintas direcciones, entre silbidos y gritos.
Cuando Aliónushka notó que todo estaba en calma, salió de su agujero y echó a correr. Iba corriendo a todo correr, cuando oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por el camino iba un hombre conduciendo un carro lleno de artesas.
-Buen hombre -le pidió Aliónushka-, escón-deme debajo de una artesa.
-Se te manchará la ropa tan linda que llevas.
-No importa. Escóndeme, por favor. Me vienen persiguiendo unos bando-leros.
El hombre descargó todas las artesas, la escondió debajo de la que quedaba en el fondo y volvió a cargarlas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los bandoleros.
-¿Has visto por aquí a una mujer?
-No, muchachos; no he visto a nadie.
-¡Mentira! Descarga las artesas.
Empezó el hombre a descargar las artesas hasta que sólo quedó una.
-Es inútil buscar aquí, muchachos. Sigamos adelante -dijeron los bando-leros, y reanudaron su galope entre gritos, silbidos y disparos.
-Déjame salir de aquí, buen hombre -pidió Aliónushka cuando notó que todo estaba en calma.
El hombre la dejó salir y ella reanudó su carrera. Iba corriendo a todo correr, cuando oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por el camino iba un hombre conduciendo un carro lleno de pieles curtidas.
-Buen hombre -rogó Aliónushka, escóndeme debajo de las pieles. Me persiguen unos bandoleros.
-Tan linda como vas vestida, te mancharás toda debajo de las pieles.
-No importa. Tú escóndeme.
El hombre descargó las pieles, escondió a Aliónushka debajo de la última y volvió a cargarlas todas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los bandoleros.
-¿Has visto por aquí a una mujer?
-No, muchachos.
-¡Mentira! Descarga las pieles.
-Pero, muchachos, ¿cómo queréis que tire al suelo las pieles?
Los bandoleros se lanzaron a hacerlo ellos mismos y las arrojaron casi todas. Sólo quedaron dos o tres.
-Es inútil buscar aquí. Sigamos adelante -dijeron entonces, y reanudaron su galope entre gritos, silbidos y disparos.
Cuando no se oyó más ruido ni estrépito rogó la muchacha:
-Déjame salir de aquí, buen hombre.
El hombre la ayudó a salir y ella reanudó su carrera. Corriendo a todo correr llegó a su casa cuando era ya medianoche y se acostó en una hacina, donde se quedó dormida bien escondida.
Amaneció. Fue el pope a echarles comida a las vacas, pero en cuanto clavó la horquilla en la hacina, Aliónushka tiró de ella con las manos.
-iVade retro! ¡Dios me ampare! -exclamó el pope santiguándose todo espantado, y luego preguntó: ¿Quién está ahí dentro?
Al reconocer la voz de su padre, Aliónushka salió de entre la paja.
-¿Cómo estás aquí?
-Pues porque los que vinieron a pedir mi mano eran unos bandoleros. Han querido matarme, pero yo me escapé.
Y refirió todo lo que había padecido.
Al cabo de un rato también se presentaron allí los bandoleros. Pero el pope escondió a Aliónushka.
-Y mi hija, ¿cómo se encuentra? -les preguntó.
-Bien, a Dios gracias. Se ha quedado atendiendo los quehaceres de la casa -contestaron los bandoleros y allí se instalaron como si hubieran ido de visita.
El pope, entre tanto, llamó a unos soldados, hizo salir a Aliónushka de su escondite y preguntó:
-¿Qué me decís de esto?
Los bandoleros fueron entonces detenidos, maniatados y conducidos a la cárcel.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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