Eranse un
pope y su mujer que tenían una hija llamada Aliónushka. Un día en que debía
celebrar una boda en otro pueblo, el pope se dispuso a ir con su mujer, dejando
a la hija sola en casa.
-Me da
miedo quedarme sola -le dijo Aliónushka a su madre.
-Pues
llama a tus amigas y que pasen la velada contigo.
Cuando el
pope y su mujer se marcharon, Aliónushka llamó a sus amigas. Vinieron muchas,
cada una con su labor. Unas hacían punto, otras tejían cestillos o hilaban.
Una de
las muchachas dejó escapar el huso, que echó a rodar y cayó a la cueva por una
rendija. La muchacha bajó a buscarlo y allí descubrió, detrás de una cuba, a un
bandolero que la amenazaba con el dedo:
-Si
quieres quedar con vida, no se te ocurra contarle a nadie que estoy aquí.
Salió la
muchacha de la cueva, lívida de puro pálida, y se lo contó al oído a una de sus
amigas. Esta se lo contó a otra, la otra a una tercera, hasta que todas,
asustadísimas, se dispusieron a volver a sus casas.
-¡Si es
muy pronto! Quedaos otro poco -les pedía Aliónushka.
Pero la
una que si debía ir por agua, la otra que si tenía que llevarle una pieza de
lienzo a la vecina..., el caso es que todas se fueron. Aliónushka se quedó
sola.
Cuando el
bandolero advirtió que todo estaba en silencio, salió de la cueva y le dijo:
-Hola,
muchacha hermosa, tan limpia y hacendosa. -Hola -contestó Aliónushka.
El
bandolero husmeó por toda la casa y aun salió al patio para ver si encontraba
algo más. Entonces Aliónushka cerró en seguida la puerta y apagó la luz. El
bandolero volvió a la casa.
-Déjame
entrar o te mataré -gritó.
-No. Si
quieres, entras por la ventana -contestó Aliónushka y empuñó un hacha.
En cuanto
el bandolero asomó la cabeza por la ventana, ella se la cortó de un hachazo.
Luego pensó: «Ya estarán al llegar los otros bandoleros. ¿Qué haría yo?» Conque
agarró la cabeza y la metió en un saco. Luego tiró del cuerpo, lo descuartizó y
fue metiendo los pedazos en sacos y en orzas.
Al rato
llegaron los demás bandoleros y, pensando que su compañero estaba vivo,
preguntaron desde fuera:
-¿Has
terminado ya?
-Sí
-contestó Aliónushka imitando la voz del bandolero. Ahí van dos sacos de
dinero, una orza de manteca y unos jamones.
Y fue
pasando por la ventana los sacos y las orzas que había preparado y que los
bandoleros cargaron en un carro.
-iVámonos
ya! -dijeron.
-Id por
delante -contestó Aliónushka, mientras yo veo si queda algo más.
Los
bandoleros se marcharon.
A primera
hora de la mañana volvieron de la boda el pope y su mujer. Aliónushka les
refirió todo lo ocurrido.
-Yo sola
he vencido a los bandoleros -terminó.
Mientras,
los bandoleros llegaron a su guardia y se quedaron de una pieza al ver el
contenido de los sacos y las orzas.
-¡La muy
tal y tal...! Bueno, pues ahora lo va a pagar.
Todos se
vistieron muy bien y fueron a casa del pope a pedirle la mano de Aliónushka
como si fuera para un bobalicón que andaba con ellos y al que también vistieron
igual que si se tratara del novio. Pero Aliónushka los reconoció por la voz.
-Bátiushka
-le dijo a su padre, estos son los bandoleros que vinieron la otra vez.
-¡Qué
disparate! -objetó el pope. ¡Tan bien vestidos como van!
Porque él
estaba encantado de que gente de tan buena apariencia hubiera venido a pedir la
mano de su hija sirtexigirle dote. Por mucho que lloró Aliónushka, de nada
sirvió.
-Si no
aceptas este casamiento, te echaremos de casa -le dijeron sus padres.
Conque
concedieron su mano al bandolero bobalicón y celebraron la boda con gran pompa.
Los
bandoleros se marcharon después, llevándose a Aliónushka, y nada más entrar en
el bosque dijeron:
-¿La
matamos aquí?
Pero el
bobalicón protestó:
-Dejadla
que viva aunque sólo sea un día para que yo pueda verla.
-¿Y qué
falta te hace verla?
-Os lo
pido por favor, hermanos.
Los
bandoleros consintieron y siguieron adelante con Aliónushka, hasta llegar a su
guarida, donde se pusieron a beber y a divertirse. Luego dijeron:
-Bueno,
ya es hora de acabar con ella.
Y el
bobalicón otra vez:
-Dejadme
que pase por lo menos una noche-cita con ella...
-Es capaz
de escaparse, so bobo.
-Os lo
pido por favor, hermanos.
Los
bandoleros accedieron también esa vez y los dejaron en un cuarto apartado.
Entonces le dijo Aliónushka a su marido:
-Déjame
salir al patio a refrescarme un poco. -¿Y si te oyen?
-No haré
ruido. Déjame salir, aunque sea por la ventana.
-Yo te
dejaría; ¿pero y si te escapas?
-Pues
átame. Precisamente tengo una pieza de lienzo que me ha dado mi madre. Atame
con ella por la cintura y déjame salir; luego, cuando tires, volveré a entrar
por la ventana.
El
bobalicón la ató por la cintura, ella salió por la ventana, se desató en
seguida, ató en su lugar a una cabra por los cuernos y al poco rato dijo:
-Tira
ahora.
Y echó a
correr. El bobalicón tiró del lienzo, y la cabra empezó «beee... beee...». Y a
cada tirón, la cabra igual: «beee... beee...».
-¿Pero
por qué balas? -preguntó el novio. Como te oigan los otros, te matarán sin
más.
Siguió
tirando y se encontró con la cabra atada al lienzo. Todo asustado, el bobalicón
no sabía qué hacer.
-¡Maldita
sea! Me ha engañado.
Por la
mañana entraron los bandoleros en la estancia.
-¿Y la
recién casada? -preguntaron.
-Se ha
marchado.
-¡Tonto,
más que tonto! Bien te lo advertimos. Pero tú...
Montaron
a caballo y partieron al galope detrás de Aliónushka con perros que ladraban,
disparando ellos al aire, silbando... ¡Un espanto! Aliónushka, que los oyó, se
metió en el agujero de un roble seco y allí se estuvo, quietecita, más muerta
que viva, mientras los perros olisqueaban alrededor del árbol.
-¿Estará
ahí escondida? -le dijo un bandolero a otro. Clava el cuchillo a ver, hermano.
El otro
bandolero metió su cuchillo en el agujero y le atinó a Aliónushka en una
rodilla. Pero ella, que era muy lista, agarró su pañuelo y limpió la hoja con él.
Cuando el bandolero vio que su cuchillo no estaba manchado, dijo:
-No, no
hay nadie.
Y
reanudaron su carrera en distintas direcciones, entre silbidos y gritos.
Cuando
Aliónushka notó que todo estaba en calma, salió de su agujero y echó a correr.
Iba corriendo a todo correr, cuando oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por
el camino iba un hombre conduciendo un carro lleno de artesas.
-Buen
hombre -le pidió Aliónushka-, escón-deme debajo de una artesa.
-Se te
manchará la ropa tan linda que llevas.
-No importa.
Escóndeme, por favor. Me vienen persiguiendo unos bando-leros.
El hombre
descargó todas las artesas, la escondió debajo de la que quedaba en el fondo y
volvió a cargarlas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los
bandoleros.
-¿Has
visto por aquí a una mujer?
-No,
muchachos; no he visto a nadie.
-¡Mentira!
Descarga las artesas.
Empezó el
hombre a descargar las artesas hasta que sólo quedó una.
-Es
inútil buscar aquí, muchachos. Sigamos adelante -dijeron los bando-leros, y
reanudaron su galope entre gritos, silbidos y disparos.
-Déjame
salir de aquí, buen hombre -pidió Aliónushka cuando notó que todo estaba en
calma.
El hombre
la dejó salir y ella reanudó su carrera. Iba corriendo a todo correr, cuando
oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por el camino iba un hombre conduciendo
un carro lleno de pieles curtidas.
-Buen
hombre -rogó Aliónushka, escóndeme debajo de las pieles. Me persiguen unos
bandoleros.
-Tan
linda como vas vestida, te mancharás toda debajo de las pieles.
-No
importa. Tú escóndeme.
El hombre
descargó las pieles, escondió a Aliónushka debajo de la última y volvió a
cargarlas todas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los
bandoleros.
-¿Has
visto por aquí a una mujer?
-No,
muchachos.
-¡Mentira!
Descarga las pieles.
-Pero,
muchachos, ¿cómo queréis que tire al suelo las pieles?
Los
bandoleros se lanzaron a hacerlo ellos mismos y las arrojaron casi todas. Sólo
quedaron dos o tres.
-Es
inútil buscar aquí. Sigamos adelante -dijeron entonces, y reanudaron su galope
entre gritos, silbidos y disparos.
Cuando no
se oyó más ruido ni estrépito rogó la muchacha:
-Déjame
salir de aquí, buen hombre.
El hombre
la ayudó a salir y ella reanudó su carrera. Corriendo a todo correr llegó a su
casa cuando era ya medianoche y se acostó en una hacina, donde se quedó dormida
bien escondida.
Amaneció.
Fue el pope a echarles comida a las vacas, pero en cuanto clavó la horquilla en
la hacina, Aliónushka tiró de ella con las manos.
-iVade
retro! ¡Dios me ampare! -exclamó el pope santiguándose todo espantado, y luego
preguntó: ¿Quién está ahí dentro?
Al
reconocer la voz de su padre, Aliónushka salió de entre la paja.
-¿Cómo
estás aquí?
-Pues
porque los que vinieron a pedir mi mano eran unos bandoleros. Han querido
matarme, pero yo me escapé.
Y refirió
todo lo que había padecido.
Al cabo
de un rato también se presentaron allí los bandoleros. Pero el pope escondió a
Aliónushka.
-Y mi
hija, ¿cómo se encuentra? -les preguntó.
-Bien, a
Dios gracias. Se ha quedado atendiendo los quehaceres de la casa -contestaron
los bandoleros y allí se instalaron como si hubieran ido de visita.
El pope,
entre tanto, llamó a unos soldados, hizo salir a Aliónushka de su escondite y
preguntó:
-¿Qué me
decís de esto?
Los
bandoleros fueron entonces detenidos, maniatados y conducidos a la cárcel.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
No hay comentarios:
Publicar un comentario