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martes, 20 de agosto de 2013

Los tres kopeks

Erase un famoso mercader. Un día fue a verle un desconocido solicitando trabajo. Transcurrido un año, le pidió la cuenta al patrono. Pero, cuando éste quiso pagarle el salario merecido, sólo aceptó un kópek y luego fue a tirarlo al río.
«Si he trabajado a conciencia -se dijo, la moneda no se irá al fondo.»
El kópek se fue al fondo. Entonces el hombre se quedó a trabajar con el mismo patrono. Trabajó un año, el mercader quiso darle el dinero que le correspondía, pero el hombre hizo igual que la primera vez: tomó sólo un kópek, fue al mismo lugar del río y arrojó la moneda. El kópek cayó al fondo.
Por tercera vez se fue a trabajar para aquel patrono. Pasó un año y, cuando el mercader quiso darle más dinero todavía por el celo con que había cumplido su obligación, el hombre tampoco aceptó más que un kópek, que arrojó al agua como las otras veces. iY entonces emergieron los tres kópeks juntos! Los sacó del agua y se puso en camino hacia su pueblo.
En esto se cruzó con un mercader que iba a misa. El hombre le dio al mercader uno de sus kópeks para que pusiera una vela delante de las imágenes. El mercader entró en la iglesia, compró una vela de su bolsillo y, sin querer, dejó caer el otro kópek al suelo. De pronto, de aquel kópek se encendió una llama. Maravillados, los que estaban en la iglesia preguntaron a quién se le había caído aquel kópek.
-Se me ha caído a mí, y me lo había dado un hombre para una vela.
Todos los presentes tomaron velas y las encendieron en la llama de aquel kópek. Mientras tanto, el hombre continuó su camino hasta cruzarse con otro mercader que iba a la feria. El hombre sacó un kópek de su bolsillo y se lo dio al mercader.
-Cómprame algo en la feria con esto -le pidió.
El mercader lo tomó, hizo sus compras y, cuando estaba pensando qué más necesitaba, se acordó de aquel kópek. Se preguntó qué podría comprar con él. En esto se encontró con un chico que vendía un gato y pedía un kópek por él. Como no se le ocurrió otra cosa, compró aquel gato.
El mercader se marchó con sus barcos a comerciar a otro país que, precisamente, padecía una plaga de ratas. Atracaron los barcos, y el gato bajaba a cada momento a tierra para matarlas.
-¿Es muy caro ese animal? -le preguntó el zar al mercader al enterarse de lo que hacía el gato.
-No es mío. Lo compré para un buen hombre por encargo suyo -contestó el mercader, y a propósito dijo que valía tres barcos.
El zar le dio tres barcos y se quedó con el gato. El mercader regresó a su país. El hombre de los tres kópeks fue al mercado, le buscó y le preguntó:
-¿Compraste algo con mi kópek?
-No puedo ocultarte que compré tres barcos -contestó.
El hombre recogió sus tres barcos y se hizo a la mar. Navegando, navegando -no sé si poco o mucho tiempo, llegó a una isla donde había un roble. El hombre trepó al roble para pasar la noche entre sus ramas. Al cabo de un rato se juntaron debajo del árbol varios demonios, y el hombre oyó jactarse a uno de que al día siguiente, a la luz del sol, raptaría a la hija del zar.
-Si no lo haces -le advirtieron sus compañeros, te vamos a vapulear con varas de hierro.
Los demonios se marcharon después de aquella conversación. El hombre bajó del árbol y fue a ver al zar. Una vez en los aposentos reales, sacó del bolsillo el último kópek y le prendió fuego, de manera que el demonio no pudo robar a la hija del zar. Cuando sus compañeros le vieron regresar con las manos vacías, se pusieron a vapulearle con varas de hierro hasta que se cansaron y lo abandonaron no se sabe dónde.
El hombre de los kópeks se casó entonces con la hija del zar y vivió muchos años, feliz y en la opulencia.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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