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jueves, 23 de enero de 2014

Los forzadores de bloqueos - Cap X. San mungo

Al amanecer del día siguiente, había desaparecido la costa americana.  No se veía un buque. El Delfín, moderando la velocidad terrible de su marcha, se dirigió más tranquilamente hacia las Bermudas.
Inútil es referir la travesía del Atlántico, en que no tuvo lugar incidente alguno. Diez días después se reconocían las costas de Irlanda.  ¿Qué pasó entre Jacobo y Jenny, que no hayan adivinado los menos perspicaces?  ¿Cómo podía Mr. Halliburtt pagar a su libertador valiente y generoso, sino haciéndole el más feliz de los hombres? El capitán no esperó la llegada a las aguas inglesas para declarar al padre y a la hija la pasión que rebosaba de su corazón, y si hemos de dar crédito a Crockston, Jenny recibió semejante confesión con una alegría que no trató de disimular.  Sucedió, pues, que el 14 de febrero del presente año, muchísima gente estaba reunida bajo las macizas bóvedas de San Mungo, la antigua catedral de Glasgow.  Allí había un poco de todo: marinos, comerciantes, industriales, magistrados. El valiente Crockston servía de testigo a miss Jenny, vestida de novia; el buen hombre resplandecía en su traje de color verde manzana con botones de oro. El tío Vicente estaba orgulloso al lado de su sobrino.
En una palabra, se celebraba el desposorio de Jacobo Playfair, de la casa de Vicente Playfair y Compañía de Glasgow, con miss Jenny Halliburtt, de Boston.
La ceremonia se efectuó con gran magnificancia. Todo el mundo conocía la historia del Delfín, y todo el mundo creía que el joven capitán recibía una justa recompensa. Sólo el se creía pagado con usura.
Por la noche hubo gran fiesta en casa del tío Vicente: gran baile, gran comida y gran distribución de chelines a la multitud reunida en Gordon Street. En aquel memorable festín, Crockston, sin salirse de los justos límites, hizo prodigios de voracidad.
Todos se alegraban de aquella boda: unos por ver labrada su felicidad propia; otros por ver la ajena, cosa que no siempre sucede en ceremonias de este género.
Así que se retiraron los convidados, Jacobo Playfair fue a abrazar a su tío, que le besó en los dos carrillos.
-¿Qué tal, tío Vicente? -dijo el sobrino.
-¿Qué tal, sobrino Jacobo? -dijo el tío.
-¿Estáis satisfecho del cargamento que he traído a bordo del Delfín? -añadió el capitán Playfair, señalando a su valiente esposa.
-¡Vaya que sí! -respondió el digno comerciante. ¡He vendido el algodón con un 375 por 100 de beneficio!

1.016. Verne (Julio)

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