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jueves, 23 de enero de 2014

La familia raton - Cap. V

En aquel momento, una masa oscura comienza a destacarse sobre la superficie del mar. Es una chalupa con su gran palo de mesana y su foque al viento, y que se acerca a la bahía impulsada por una fresca brisa.
El príncipe y el encantador están a bordo, y a ellos debe vender la tripulación toda su pesca.  La red ha sido arrojada al mar; en aquella amplia bolsa que se pasea por el fondo arenoso se cogen, a centenares, toda clase de peces, moluscos y crustáceos, Ratón y los suyos se agitan bulliciosamente bajo las aguas,  cangrejos, camarones, bogavantes, gallos, rayas, lenguados, barbadas, angelotes, arañas, doradas, rodaballos, lubinas, rubios, mújoles, salmonetes y muchos más.  ¡Qué riesgo tan grande amenaza a la familia Ratón, entregada a la pena de vivir en su prisión de concha! Si por desgracia la red la recoge, ¡ya no podrá escapar! Entonces, el rodaballo, la araña, el lucio, la trucha, la pescadilla, cogidas por la mano fuerte del marinero, serán amontonados con los demás para ser expedidos a alguna gran capital y expuestos, palpitantes aún, sobre el mármol de los revendedores, en tanto que la dorada, cogida por el príncipe, estará perdida para siempre para su amado Ratín!
Más he aquí que el tiempo cambia. El mar empieza a agitarse, silba el viento, la tormenta estalla con furia; es la tempestad que avanza.  El barco es horriblemente sacudido por el oleaje; no hay tiempo de recoger la red, que se rompe, y, a pesar de los esfuerzos del timonel, el barco es arrojado sobre la costa, estrellándose contra los arrecifes. Apenas si el príncipe Kissador y Gardafur pueden escapar al naufragio gracias a la abnegación de los pescadores.
Es el hada buena, queridos niños, la que ha hecho desencadenar aquella tempestad para salvar a la familia Ratón. Ella continúa allí, acompañada del hermoso joven, y con su varita mágica en la mano.
Entonces, Ratón y los suyos se agitan bullicio-samente bajo las aguas, que se han calmado. El rodaballo se vuelve y se revuelve. Su hembra nada coquetonamente. El lucio abre y cierra sus vigorosas mandíbulas, en las que se pierden algunos pececillos. La trucha hace monadas, y la pescadilla, a quien estorban las conchas, se mueve torpemente. En cuanto a la linda dorada, parece aguardar a que Ratín se precipite a las aguas para reunirse con ella y recomenzar el idilio...  Él quisiera hacerlo, sí, pero el hada le detiene.
No -dice, ¡no antes de que Rutina haya recobrado la forma bajo la que acertó a agradarte por primera vez!


 1.016. Verne (Julio)

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