Y entonces, a nadie sorprenderé yo
diciendo que todo aquello acabó en una apoteosis, para la completa satisfacción
de la vista, del oído y hasta del gusto y del olfato. El ojo admira los más
bellos paisajes del mundo bajo un cielo de Oriente; el oído se llena de
armonías paradisíacas; la nariz aspira perfumes embriagadores, destilados por
millares de flores; y los labios se perfuman con un aire cargado del sabor de
los frutos más delicados. En fin, toda
la venturosa familia se encuentra en éxtasis, hasta el punto de que Ratón, el
mismo padre Ratón, ha dejado de sentir su gota. ¡Está curado y envía noramala
su vieja muleta!
¡Hombre! -grita la duquesa Ratona.
¿No estáis ya gotoso, querido mío?
Así parece -dijo Ratón, y heme aquí
sin muletas.
¡Padre mío! -exclama alegremente
Ratina.
¡Ah, señor Ratón! -añaden Rata y
Ratana.
En seguida se adelanta el hada
Firmenta, diciendo:
En efecto, Ratón, ahora sólo de
usted depende el ser hombre, y si quiere, yo puedo...
¿Hombre, señora hada...?
Sí -replica la señora Ratona, sí,
hombre y duque, como yo soy mujer y duquesa...
A fe mía -responde nuestro filósofo,
ratón soy y ratón me quedaré; esto es preferible, a mi juicio, y como decía, o
lo dirá el poeta Menandro: «Perro, caballo, buey, asno, todo es preferible a ser
hombre, mal que os pese...»
1.016. Verne (Julio)
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