Los recién casados acaban de ser
conducidos a su habitación con gran pompa: el duque y la duquesa Ratón les
acompañan con el hada Firmenta, que no ha querido abandonar a la joven pareja,
cuyos amores ha protegido. Nada tienen que temer del príncipe Kissador ni del
encantador Gardafur, que jamás han sido vistos en el país, y, sin embargo, el
hada experimenta cierta inquietud, como un presentimiento secreto. Ella sabe
que Gardafur se encuentra a punto de recobrar su poder de encantador, y esto no
deja de intran-quilizarla y preocuparla.
No hay que decir que Ratana está allí ofreciendo sus servicios a su
joven ama, así mismo don Rata, que no quería separarse de su mujer, y el primo
Raté, por fin, si bien en aquel momento la vista de la que ama debe destrozarle
el corazón.
El hada Firmenta, que continúa
llena de ansiedad, se apresura a mirar si el encantador Gardafur se oculta por
algún sitio, tras una cortina, bajo cualquier mueble... Mira..., escudriña...
¡Nadie!
En vista de ello, al considerar que
el príncipe Ratín y la princesa Ratina van a quedarse en aquella habitación y
que están solos, comienza a cobrar confianza.
De pronto se abre una puerta lateral, muy bruscamente, en el momento en
que el hada decía a la joven pareja:
¡Sed felices!
¡Todavía no! -gritó una voz
terrible.
Gardafur acaba de aparecer agitando
en su mano la varita mágica. ¡Firmenta ya nada puede hacer por aquella
desventurada familia! Todos han quedado
mudos de estupor; inmóviles en el primer instante, retroceden en seguida en grupo,
tratando de parapetarse tras el hada.
¡Hada bondadosa...! ¿Nos abandonáis
quizá...? ¡Protegednos!
¡Firmenta -respondió Gardafur, has
agotado tu poder para salvarlos, y yo ahora he recobrado todo el mío para
perderlos! ¡Tu varita no puede en la actualidad hacer nada por ellos, mientras
que la mía...!
Y diciendo esto; Gardafur la
agitaba, describiendo círculos mágicos y haciéndola silbar en el aire, como si
estuviera dotada de una vida sobrenatural.
Ratón y los suyos comprendieron que el hada se hallaba desarmada, ya que
no podía librarles mediante una metamorfosis superior.
¡Hada Firmenta -volvió a gritar
Gardafur, tú hiciste hombres, pues ahora voy a hacer yo bestias!
¡Piedad, piedad! -murmuraba Ratina,
tendiendo sus manos hacia el encantador.
¡No hay piedad! -respondió Gardafur.
El primero que sea tocado por mi varita quedará cambiado en mono.
Dicho esto, Gardafur marchó sobre
el infortunado grupo, que se dispersó al verle acercarse.
¡Si los hubierais visto correr a
través de la habitación, de la que no podían escapar, por hallarse cerradas las
puertas, arrastrando consigo Ratín a Ratina, tratando de librarla del contacto
de la varita mágica, poniéndose él delante, sin pensar en el peligro que él
mismo corría...!
Él mismo, sí, pues el encantador
acababa de exclamar:
¡En cuanto a ti, hermoso joven,
pronto te mirará Ratina con asco!
A estas palabras, Ratina cayó
desvanecida en brazos de su madre, y Ratín avanzaba hacia la puerta principal,
mientras Gardafur, precipitándose sobre él. ¡A ti, Ratín! -gritaba.
En aquel preciso instante, ábrese
la puerta principal..., aparece el príncipe, y él es quien recibe el golpe
destinado a Ratín...
El príncipe Kissador ha sido tocado
por la varita... ¡Ya no es otra cosa que un horrible chimpancé!
¡A qué furor se entrega entonces!
¡Él, tan orgulloso de su belleza, tan lleno de altivez y jactancia, trocado
ahora en mono, de faz repulsiva, largas orejas, hocico prominente, brazos que
le llegan hasta las rodillas, una nariz aplastada, una piel amarillenta cuyos
pelos se erizan...!
Un espejo se encuentra allí sobre
una de las paredes, de la cámara... ¡Se mira...! Lanza un grito terrible...
Salta sobre Gardafur, estupefacto de su torpeza..., le coge por el pescuezo y
le estrangula con su robusta mano de chimpancé.
Entonces se abre el suelo, como es
de rigor en todas las brujerías, un leve vapor se escapa de él y el malvado
Gardafur desaparece en medio de un torbellino de llamas.
En seguida el príncipe Kissador se
precipita sobre una ventana, la abre de un golpe, la franquea de un salto y
corre a unirse a sus semejantes en el bosque próximo. ¡El príncipe Kissador ya
no es otra cosa que un horrible chimpancé!
1.016. Verne (Julio)
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