Es cierto que el señor Valrugis no asigna al arte de la música más
que un rango muy inferior. ¿Tiene razón...? Éramos nosotros demasiado jóvenes
entonces para poder tener una opinión a este respecto. Figuraos, yo estoy entre
los mayores y todavía no he llegado a los diez años. Muchos de nosotros, sin
embargo, gustábamos de las canciones del país, de los viejos Heder de las
veladas, y también de los himnos de las grandes fiestas y los salmos del
antifonario cuando les acompaña el órgano de la iglesia de Kalfermatt. Entonces
las vidrieras vibran, los niños lanzan sus voces de falsete, los incensarios se
balancean, y parece como que los versículos, los motetes y los reponsos se
alzan y vuelan en medio de vapores perfumados...
Yo no quiero alabarme, porque eso no está bien, y aun cuando yo
hubiese sido uno de los primeros de la clase, no me toca a mí el decirlo.
Ahora, si me preguntáis por qué yo, José Muller hijo de Guillermo Muller y de
Margarita Has, y en la actualidad, después de haber sucedido a mi padre,
maestro de postas en Kalfermatt, se me había apodado re sostenido, y por
qué Betty Clére, hija de Juan Clére y de Jenny Rose, tabernero en dicho pueblo,
llevaba el sobre-nombre de mi bemol, os contestaré: paciencia, muy
pronto lo sabréis. No queráis andar más de prisa de lo que conviene, queridos
niños. Lo que es cierto es que nuestras dos voces casaban admirablemente, en
espera, sin duda, de que nosotros mismos nos hubiéramos casado el uno con la
otra. Y ahora tengo ya una respetable edad, y al escribir esta historia sé,
hijos míos, muchas más cosas de las que entonces sabía, hasta de música.
¡Sí! ¡El señor re sostenido se casó con la señorita mi
bemol, y somos muy felices, y nuestros negocios han prosperado mucho, gracias a
nuestro trabajo y a nuestra conducta...! Si un maestro de postas no sabe
conducirse, ¿quién lo sabría...?
Hace, pues, cuarenta años nosotros cantábamos en la iglesia,
porque debo deciros que las niñas cantaban, lo mismo que los niños, en la
iglesia de Kalfermatt, sin que semejante costumbre llamase en manera alguna la
atención. ¿Quién se ha inquietado nunca por averiguar el sexo al que pertenecen
los serafines que han bajado del cielo?
1.016. Verne (Julio)
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