Quizá no creáis lo que os voy a
contar, pero así sucedió y fue un hecho real.
Iba caminando por una vereda
solitaria alrededor de la Gran Montaña Roja cuando, de repente, vi salir de la
cima un gran pájaro de descomunales alas que ocultaban el sol y proyectaban
sobre el suelo tal sombra que casi parecía de noche. Corriendo me escondí bajo
una saliente roca del sendero para que el pájaro no me viera y quisiera cogerme
con su gran pico.
Acurrucado, me apretaba sobre la
roca, más muerto que vivo, cuando apareció ante mi vista un enanito de barba
blanca que con dulce voz me decía: “No temas muchacho, yo te ayudaré a salvarte
y el pájaro de la Montaña Roja no te cogerá”, Y apoyando su pequeña mano sobre
la roca, ésta empezó suavemente a abrirse, dejando un pequeño espacio por donde
fácilmente el enanito y yo pudimos pasar.
No salía de mi asombro cuando, el
enanito, dándome un fuerte pellizco me hizo continuar por el oscuro agujero.
Anduvimos por unos cuantos pasillos oscuros y por fin llegamos a un gran salón
lleno de luces donde una gran multitud de hombres y mujeres iban de un lado a
otro sin cesar como fieras enjauladas, con la cabeza para abajo y los pies para
arriba.
El enanito, entonces, viendo mi
cara de terror, me dijo: - No te asustes. Si eres bueno y haces siempre lo que
yo te diga, no te pasará nada. Mira, estos son hombres y mujeres, niños y niñas
que como tú han intentado subir a la Montaña Roja y el Gran Pájaro les ha hecho
sus esclavos. Cada año se come a uno y para que no puedan mirar más que al
suelo, les echó un maleficio y siempre andan con la cabeza para abajo. Pero no
te preocupes, tú has tenido suerte de que yo te encontrara antes. Si hubieras
seguido por esa vereda el pájaro te hubiera cogido y ahora estarías con ellos.
-Ahora sigamos -dijo el enanito- y
podrás luego contárselo a todos, para que no intenten subir a curiosear, pues
como ves la curiosidad puede acabar mal.
Por fin llegamos a la cima de la
montaña y vimos el magnífico paisaje y al Gran Pájaro revoloteando por allí.
El enanito le dijo a continuación:
“vamos a escondernos enseguida, pues a la puesta del sol, el Gran Pájaro vuelve
y se acuesta sobre este cráter. Y mañana cuando se marche nos iremos nosotros
también”.
Nada más escondernos llegó el Gran
Pájaro y se posó. Luego metió la cabeza hacia el gran salón donde andaban los
pobres desgraciados, los picoteó y lanzó después un gran aullido.
Yo, junto al enanito, no hacía más
que temblar, pero el cansancio me pudo y me quede dormido.
Al amanecer me despertó el enanito
y en cuanto el Pájaro salió a su paseo matutino, descendimos rápidamente y, por
una salida entre las rocas, cerca del poblado, vi por fin la luz del día. Y
también estaba muy cerca de casa. Al marcharme y dar las gracias al enanito, me
dijo: “ya sabes muchacho: la curiosidad puede acarrear grandes males”.
Y muy contento regresé a casa, ya
por esta vez me había podido salvar de las garras del Gran Pájaro de la Montaña
Roja.
Año de 1980?
1.009. Eguileor (Felix de)
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