En
tiempos de antaño, en Inglaterra, los delincuentes condenados a la pena de
muerte gozaban del derecho a vender en vida sus cadáveres a los anatomistas y
los fisiólogos. El dinero obtenido de esta forma, aquéllos se lo daban a sus
familias o se lo bebían. Uno de ellos, pescado en un crimen horrible, llamó a
su lugar a un científico médico y, tras negociar con él hasta el hartazgo, le
vendió su propia persona por dos guineas. Pero al recibir el dinero él, de
pronto, se empezó a carcajear…
-¿De
qué se ríe? -se asombró el médico.
-¡Usted
me compró a mí, como un hombre que debe ser colgado -dijo el delincuente
carcajeándose, pero yo lo timé a usted! ¡Yo voy a ser quemado! ¡Ja-já!
Traducción de René
Portas.
1.014. Chejov (Anton)
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