Media hora más tarde, Mr. William Bolvanius, John
Lund y Tom Grouse estaban volando hacia los misteriosos puntos en el interior de
un cubo que era elevado por dieciocho globos. Estaba sellado herméticamente y provisto
de aire comprimido y de aparatos para la fabricación de oxígeno[1].
El inicio de este estupendo vuelo sin precedentes tuvo lugar en la noche del 13
de marzo de 1870. El viento provenía del sudoeste. La aguja de la brújula
señalaba oeste-noroeste. (Sigue una descripción, extremadamente aburri-da, del
cubo y de los dieciocho globos.) Un profundo silencio reinaba dentro del cubo.
Los caballeros se arrebujaban en sus capas y fumaban cigarros. Tom Grouse,
tendido en el suelo, dormía como si estuviera en su propia casa. El termómetro[2]
registraba bajo cero. En el curso de las primeras veinte horas, no se cruzó
entre ellos ni una sola palabra ni ocurrió nada de particular. Los globos
habían penetrado en la región de las nubes.
Algunos rayos comenzaron a perseguirles, pero no
consiguieron darles alcance, como era natural esperar tratándose de ingleses.
Al tercer día John Lund cayó enfermo de difteria y Tom Grouse tuvo un grave
ataque en el bazo. El cubo colisionó con un aerolito y recibió un golpe
terrible. El termómetro marcaba -76°.
-¿Cómo os sentís, caballero? -preguntó Bolvanius
a Mr. Lund al quinto día, rompiendo finalmente el silencio.
-Gracias, caballero -replicó Lund, emocionado- vuestro
interés me conmueve. Estoy en la agonía. Pero, ¿dónde está mi fiel Tom?
-Está sentado en un rincón, mascando tabaco y
tratando de poner la misma cara que un hombre que se hubiera casado con diez
mujeres al mismo tiempo.
-¡Ja, ja, ja, Mr. Bolvanius!
-Gracias, caballero.
Mr. Bolvanius no tuvo tiempo de estrechar su mano
con la del joven Lund antes de que algo terrible ocurriese. Se oyó un
terrorífico golpe. Algo explotó, se escucharon un millar de disparos de cañón,
y un profundo y furioso silbido llenó el aire. El cubo de cobre, habiendo alcanzado
la atmósfera rarificada y siendo incapaz de soportar la presión interna, había estallado,
y sus fragmentos habían sido despedidos hacia el espacio sin fin.
¡Éste era un terrible momento, único en la historia
del Universo!
Mr. Bolvanius agarró a Tom Grouse por las piernas,
este último agarró a Mr. Lund por las suyas, y los tres fueron llevados como
rayos hacia un misterioso abismo. Los globos se soltaron. Al no estar ya
contrapesados, comenzaron a girar sobre sí mismos, explotando luego con gran
ruido.
-¿Dónde estamos, caballero?
-En el éter.
-Hummm. Si estamos en el éter, ¿qué es lo que
respiramos?
-¿Dónde está vuestra fuerza de voluntad, Mr.
Lund?
-¡Caballeros! -gritó Tom Grouse. ¡Tengo el honor
de informarles de que, por alguna razón, estamos volando hacia abajo y no hacia
arriba!
-¡Bendita sea mi alma, es cierto! Esto significa
que ya no nos encontramos en la esfera de influencia de la gravedad. Nuestro camino
nos lleva hacia la meta que nos habíamos propuesto. ¡Hurra! Mr. Lund, ¿qué tal
os encontráis?
-Bien, gracias, caballero. ¡Puedo ver la Tierra encima, caballero!
-Eso no es la Tierra. Es uno de
nuestros puntos. ¡Vamos a chocar con él en este mismo momento!
¡¡¡BOOOM!!!
1.014. Chejov (Anton)
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