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domingo, 23 de junio de 2013

El culebron y el gitano

En tiempos antiguos había una aldea que era devastada por un culebrón que llegaba volando y devoraba a sus habitantes. Sólo quedaba ya un campesino, porque a los demás se los había comi­do, cuando un día, ya al atardecer, llegó por allí un gitano. Llamó a varias casas, pero todas estaban desiertas. Llegó por fin a la últi­ma y állí encontró, todo atribulado, al único habitante que quedaba.
-Hola, buen hombre.
-¿A qué has venido aquí, gitano[1]? ¿Estás harto de la vida?
-¿Por qué lo dices?
-Pues porque hay un culebrón que ha tomado la costumbre de venir aquí a devorar a la gente. A todos se los ha comido, y sólo me ha dejado a mí hasta mañana. Pero mañana vendrá a de­vorarme. Y tampoco te escaparás tú. Nos comerá a los dos.
-A lo mejor se atraganta. Mira: voy a quedarme aquí a dor­mír, y mañana veré qué culebrón es ése.
Los dos pasaron allí la noche. A la mañana siguiente se levan­tó de pronto una fuerte tempestad, que sacudió la isba. Era el cu­lebrón, que llegaba volando.
-¡Vaya! -exclamó. Esto me gusta: dejé a un hombre, y me encuentro con dos. ¡Buen desayuno voy a tener!
-¿De verdad nos piensas devorar? -preguntó el gitano.
-¡Claro que sí!
-Eso ni lo sueñes, bicho del demonio. Te ibas a atragantar.
-¿Por qué dices eso? ¿Te crees más fuerte que yo?
-¡Naturalmente! Demasiado sabes tú que tengo yo más fuerza.
-Pues vamos a probarlo.
-Venga.
-Mira, gitano -dijo el culebrón agarrando una piedra de moler-: esta piedra la trituro yo con una mano.
-Vamos a verlo.
El culebrón apretó el puño con tanta fuerza, que la piedra em­pezó a echar chispas y se convirtió en arena.
-¡Valiente cosa! -exclamó el gitano-. ¿Pero a que no eres capaz de estrujar una piedra hasta que rezume agua? Mira como lo hago yo.
Encima de la mesa había una pella de requesón envuelta en un trapo. El gitano la agarró, apretó, y chorreó el agua al suelo.
-¿Has visto? ¿Quién tiene más fuerza, di?
-Cierto que tienes tú la mano más fuerte que yo. Pero, ¿y sil­bar?
¿Cuál de los dos silba más fuerte?
-Empieza tú y lo veremos.
El culebrón silbó con tanta fuerza que se deshojaron los árboles.
-No lo haces mal, hermano -concedió el gitano. Pero tam­poco lo haces mejor que yo. Véndate los ojos, anda, no vaya a ser que se te salten cuando silbe yo.
El culebrón se lo creyó y se vendó los ojos con un pañuelo.
-¡Silba ya!
El gitano agarró una estaca y le atizó tal golpe en la cabeza, que el culebrón gritó a voz en cuello:
-¡Basta, basta, gitano! No silbes más porque a la primera vez han estado a punto de saltárseme los ojos.
-Como quieras. Aunque yo estoy dispuesto a silbar un par de veces más.
-Deja, deja. No quiero discutir más. Mejor será que nos her­manemos. Acéptame como hermano tuyo menor.
-De acuerdo.
-Entonces, hermano -dijo el culebrón, ve ahí a la estepa, donde está paciendo un rebaño de bueyes, elige el más gordo y traélo por el rabo para que hagamos el almuerzo.
Al gitano no le quedó más remedio que ir a la estepa. En efec­to, vio un gran rebaño de bueyes. Se puso a juntarlos para atarlos a todos rabo con rabo. El culebrón se cansó de esperarle y fue a ver lo que pasaba.
-¿Qué haces, que tardas tanto?
-Espera, hombre, deja que ate unos cincuenta para llevárme­los de una vez y tengamos por los menos para un mes.
-¡Cuidado que eres!... ¿Te has creído que vamos a pasarnos aquí la vida? Con uno basta por ahora.
Conque el culebrón agarró al buey más gordo por el rabo, lo desolló, se echó la carne al hombro y volvió a la casa.
-Pero, hermano, ¿vamos a dejar aquí a todos los que he es­tado atando?
-Sí, hombre, déjalos.
Llegaron a la isba y llenaron dos calderos de carne. Pero no había agua.
-Coge la pelleja del buey -le dijo el culebrón al gitano- y traéla llena de agua para hacer la comida.
El gitano agarró la pelleja, y apenas si pudo arrastrarla, vacía, hasta el pozo. Conque, ¿cómo iba a llevarla llena? Entonces se pu­so a cavar alrededor del pozo. Esta vez también se cansó el cule­brón de esperar y fue a ver lo que pasaba.
-¿Pero qué haces, hermano?
-Estoy haciendo una zanja alrededor del pozo para llevárme­lo entero a la isba. Así no tendremos que venir a buscar agua.
-¡Cuidado que eres! Siempre estás buscando complicaciones. Para hacer eso se necesita mucho tiempo.
El culebrón bajó la pelleja del buey al pozo, la llenó de agua, la sacó y se marchó con ella a casa.
-Y tú, hermano -le dijo al gitano, ve mientras tanto al bos­que, elige un roble seco, arráncalo y tráelo, que ya es hora de ha­cer lumbre.
El gitano fue al bosque y se puso a arrancar tiras de corteza con las que empezó a trenzar cuerdas. Hizo una larguísima y se puso a envolver con ellas los robles. El culebrón estuvo esperando, has­ta que no aguantó más y fue también al bosque.
-¿Cómo tardas tanto?
-Es que quiero abarcar unos veinte robles de una vez con la cuerda y llevármelos con raíz y todo para que tengamos leña bas­tante tiempo.
-¡Cuidado que eres! ¡Siempre has de hacer las cosas a tu ma­nera! -dijo el culebrón y, arrancando de cuajo el roble más grue­so, se lo llevó a la casa.
El gitano fingió un gran enojo y se sentó en un rincón, en silen­cio y todo enfurruñado. El culebrón coció la carne y le invitó a que se sentara a la mesa, pero el gitano contestó de mala manera:
-¡No quiero!
El culebrón se zampó el buey entero, se bebió toda el agua que contenía la pelleja y le preguntó al gitano:
-¿Por qué estás tan enfadado, hermano?
-Pues porque todo lo que yo hago te parece mal y a todo tie­nes que ponerle peros.
-Bueno, déjalo ya: vamos a hacer las paces.
-Si quieres hacer las paces conmigo, vente a mi casa.
-¡Claro que sí! Encantado, hermano.
En seguida preparó un carro, enganchó los tres mejores caba­llos y partieron los dos hacia el campamento gitano. Cuando iban llegando, los gitanillos vieron a su padre y corrieron a su encuen­tro, en cueros vivos y gritando a voz en grito:
-¡Ahí viene padre! ¡Nos trae un culebrón!
-¿Quiénes son ésos? -preguntó el culebrón asustado.
-Mis hijos. Se conoce que tienen hambre. Cuidado no em­piecen contigo.
El culebrón se tiró del carro y echó a correr. El gitano vendió el carro y los tres caballos y vivió en la abundancia.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

[1] Gitano: Zíngaro, gitano de Europa Central.

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