Eranse un viejo y una vieja que
tenían tres hijos: dos listos y el otro tonto. A los listos, la mujer los
quería y cuidaba de su atuendo, mientras que el otro iba siempre mal vestido con
una camisa negra. Oyeron hablar de un edicto del zar donde se decía: «A quien construya un barco capaz de volar, se
le dará la zarevna por esposa.»
Los hermanos mayores decidieron
probar fortuna, y les pidieron su bendición a los padres. La madre les equipó
para el camino, les dio hogazas de trigo, conservas de carne y una cantimplora
de gorelka* y los despidió. En vista
de ello, también el tonto empezó a pedir que le dejaran marchar. La madre
intentó disuadirle:
-¿Dónde vas a ir tú, tonto? Te
comerán los lobos.
Pero el tonto seguía insistiendo.
Viendo que no podía hacer carrera de él, la madre le dio unos panes de centeno
y una cantimplora de agua y le dejó marchar.
El tonto fue caminando, caminando,
hasta que se encontró con un viejecito. Se saludaron. El viejecito le preguntó
al tonto:
-¿A dónde vas?
-El zar ha prometido dar a su hija en matrimonio a quien fabrique un
barco volador.
-¿Y tú puedes hacerlo?
-No, no podría.
-Entonces, ¿por qué vas?
-Dios sabrá por qué.
-Siendo así -dijo el viejo-, siéntate
aquí y descansaremos juntos. Saca lo que traigas en el zurrón.
-Lo que traigo es tan poca cosa,
que hasta vergüenza da.
-No importa. Sácalo. Lo que haya
mandado Dios, eso comeremos.
El tonto desató su zurrón, y no
podía dar crédito a sus ojos: en lugar de las hogazas negras, había bollos de
harina de trigo y toda clase de fiambres. Le ofreció de todo al viejo.
-¿Ves cómo ampara Dios a los
tontos? -dijo el viejo-. Aunque tu propia madre no te quiera, tampoco tú
puedes quejarte... Vamos a tomar primero un trago de gorelka.
Porque, en lugar de agua,
encontraron gorelka en la cantimplora.
Bebieron un trago, comieron un bocado y le dijo el viejo al tonto:
-Escucha lo que voy a decirte: ve
al bosque, acércate al primer árbol que encuentres, santíguate tres veces,
pégale al árbol con el hacha, tírate luego de bruces en el suelo y espera a que
te despierten. Entonces verás delante de ti un barco. Súbete a él y vuela
adonde te haga falta. ¡Ah! Y por el camino recoge a todo el que te encuentres.
El tonto le dio las gracias al
viejo, se despidió de él y fue al bosque. Se acercó al primer árbol e hizo
todo como le había dicho el viejo: se santiguó tres veces, pegó en el árbol con
el hacha, se dejó caer de bruces en el suelo y se quedó dormido. Al cabo de
algún tiempo notó que le despertaban. Abrió los ojos y se encontró ante un
barco. Sin pensarlo poco ni mucho se montó en él, y el barco echó 'a volar.
Iba volando cuando vio abajo, en el
camino, a un hombre que tenía un oído pegado a la tierra.
-¡Hola, buen hombre!
-Hola, hombre del cielo.
-¿Qué estás haciendo?
-Estoy escuchando lo que ocurre en
el otro mundo. -Ven conmigo en el barco.
El hombre subió al barco sin
hacerse de rogar, y siguieron volando. Al cabo de algún tiempo vieron a un
hombre que caminaba con una sola pierna y llevaba la otra atada a la oreja.
-¡Hola, buen hombre! ¿Por qué
caminas con una sola pierna?
-Es que, si desatara la otra, en un
instante habría recorrido el mundo entero.
-Ven con nosotros.
El hombre subió al barco y
siguieron volando. Al cabo de algún tiempo vieron a un hombre que estaba
apuntando con una escopeta, aunque no se veía a dónde.
-¡Hola, buen hombre! ¿A dónde estás
apuntando? No se ve ni un ave.
-Es que yo no disparo a nada que
esté cerca. De disparar, es para darle a un animal o un ave que esté a mil
verstas de aquí. Eso sí merece la pena.
-Ven con nosotros.
También subió éste al barco, y
siguieron volando hasta que vieron un hombre que llevaba a la espalda un odre
lleno de pan.
-¡Hola, buen hombre! ¿A dónde vas?
-Voy a buscar pan para el almuerzo.
-¡Pero si llevas un saco lleno a la
espalda!
-¡Esto no es nada! Con esto yo sólo
tengo para un bocado.
-Ven con nosotros.
Comilón subió al barco y siguieron
volando hasta que vieron a un hombre que daba vueltas alrededor de un lago.
-¡Hola, buen hombre! ¿Qué buscas?
-Pues busco un poco de agua porque
tengo sed.
-¡Pero si tienes delante un lago
entero! ¿Por qué no bebes?
-¡Anda! Con esta agua yo sólo tengo
para un sorbo.
-Ven con nosotros.
El hombre subió al barco y siguieron
volando hasta que vieron a un hombre que iba hacia el bosque con un haz de leña
sobre los hombros.
-¡Hola, buen hombre! ¿Para qué
llevas leña al bosque?
-Es que esta leña es especial.
-¿Pues qué clase de leña es?
-Es una leña que, si se la esparce,
aparece de pronto en su lugar todo un ejército.
-Ven con nosotros.
Subió al barco y siguieron volando
hasta que vieron a un hombre que llevaba un fardo de paja.
-¡Hola, buen hombre! ¿A dónde
llevas esa paja?
-A la aldea.
-¿Es que hay poca paja en la aldea?
-No. Pero ésta es una paja
especial. Por muy caluroso que sea el verano, cuando se la esparce empieza a
hacer frío, con nieve y hielo.
-Ven con nosotros.
-Bueno.
Este fue el último encuentro que
tuvieron. Al poco tiempo llegaron volando al palacio del zar.
El zar estaba entonces almorzando. Se sorprendió mucho al ver el barco
volador y mandó a un servidor a preguntar quién había llegado en aquel barco.
El servidor se aproximó al barco, vio que todos eran hombres del pueblo y, sin
preguntar nada, volvió a informar al zar
de que en aquel barco no había ni un solo caballero, sino plebeyos. El zar se dijo que no tenía sentido
entregar a su hija a un simple campesino y se puso a cavilar, buscando la
manera de librarse de aquel yerno. Hasta que se le ocurrió: «Voy a darle tareas
difíciles de cumplir. » En seguida hizo llegar al tonto la orden de que le
consiguiera, antes de que concluyera su comida, el agua de la vida y de la
salud.
Mientras el zar daba esta orden a su servidor, el primer hombre que habían
encontrado escuchando lo que ocurría en el otro mundo oyó lo que decía y se lo
comunicó al tonto.
-¿Y qué hago yo ahora? Es posible
que no encuentre esa agua en un año o, quizá, en toda mi vida.
-No te preocupes -le dijo el
andarín-: yo lo haré por ti.
Llegó el servidor con la orden del zar.
-Dile que la traeré -dijo el tonto.
Su compañero se desató la pierna,
echó a andar, y al instante encontró el agua de la vida y de la salud. Pero,
entonces pensó:
«Tengo tiempo de sobra para
volver.» Se sentó al pie de un molino a descansar, y se quedó dormido.
La comida del zar tocaba a su fin, y el hombre no volvía. Todos estaban inquietos
en el barco. Entonces el primero pegó el oído a la tierra, escuchó y dijo:
-¡Pero si está dormido al pie de un
molino!
El tirador agarró su escopeta,
disparó contra el molino y así despertó al andarín. El andarín se puso en
marcha y un minuto después llegó con el agua. El zar no se había levantado todavía de la mesa cuando ya estaba
cumplida su orden con toda exactitud.
No quedaba más recurso que darle
otra tarea. El zar mandó decirle al
tonto:
-Ya que eres tan astuto, demuestra
lo que vales comiéndote de una sentada, con tus compañeros, doce bueyes asados
y doce sacos de pan.
El primer compañero lo oyó y se lo
contó al tonto.
-¡Pero si yo no soy capaz de
comerme ni un pan de una sentada! -ex-clamó el tonto asustado.
-No temas -intervino el comilón-,
que para mí será incluso poco.
Llegó el servidor a comunicar la
orden del zar.
-Está bien -dijo el tonto-. Nos los
comeremos.
Trajeron los doce bueyes asados y
los doce sacos de pan. Comilón se lo comió todo, y aún dijo:
-Esto no es mucho. Si trajeran un
poco más...
El zar ordenó decirle al tonto que debían beberse cuarenta barriles
de vino de cuarenta cubos cada uno. El primer compañero oyó lo que decía el zar y, como antes, se lo contó al tonto.
Este se asustó:
-¡Pero si yo no soy capaz de
beberme ni un cubo de una vez!
-No temas -dijo Bebedor-. Yo beberé
por todos vosotros, y todavía será poco.
Llenaron cuarenta barriles de vino,
llegó Bebedor y los apuró todos sin tomar aliento. Luego dijo:
-No es gran cosa. Yo bebería algo
más.
Después de todo esto, el zar ordenó que, antes de desposarse, el
tonto fuera al baño. Y, como el baño era de hierro, ordenó que lo calentaran
mucho para que el tonto se asfixiase en un instante. Cuando lo hubieron
calentado al rojo fue el tonto a bañarse y tras él entró el hombre del fardo de
paja como si fuera para extenderla sobre el suelo. Se encerraron los dos en el
baño, el hombre esparció la paja y empezó a hacer tanto frío, que apenas había
tenido tiempo el tonto de lavarse cuando el agua de los calderos empezó a
congelarse. Luego se subió al rellano de la estufa y allí se pasó la noche.
Cuando abrieron el baño por la mañana, el tonto estaba tan campante, tumbado en
el rellano de la estufa y cantando.
Informado el zar, se llevó un disgusto. Ya no sabía cómo deshacerse del tonto.
Después de mucho cavilar le ordenó que se presentara con un regimiento entero
de tropas, pensando para sus adentros:
-¿De dónde va a sacar tropas un
simple campesino? Eso sí que no podrá hacerlo.
Al enterarse el tonto, se asustó y
dijo:
-Ahora estoy bien perdido. De
muchos apuros me habéis sacado, compañeros; pero, se ve que esta vez no hay
nada que hacer.
-¡Pero, hombre! -intervino el del
haz de leña-. ¿Te has olvidado de mí? Recuerda que en eso yo soy un maestro, y
no temas.
Llegó un servidor y le comunicó al
tonto la orden del zar:
-Si quieres casarte con la zarevna, debes presentar mañana todo un
regimiento de tropas.
-Está bien. Lo haré. Pero, si el zar sigue buscando más pretextos, le
combatiré en todo su reino y me llevaré a la zarevna por la fuerza.
Por la noche, el compañero del
tonto salió al campo con su haz de leña y fue esparciéndola por todas partes,
haciendo surgir inmediatamente un ejército innumerable de infantería,
caballería y artillería. Cuando el zar
vio todo aquello por la mañana, le tocó a él asustarse. En seguida hizo llegar
al tonto costosos trajes y aderezos con la invitación de ir a palacio para
casarse con la zarevna. Vestido con
aquella prendas, el tonto tenía un aire de lo más apuesto.
Se presentó al zar, se casó con la zarevna,
y demostró ser inteligente e ingenioso. El zar
y su esposa le cobraron afecto. En cuanto a la zarevna, estaba loca por él.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
bonito cuento mi amigo...este cuento se lo escuche a mi maestra de segundo año...de eso ya hace 54 nada mas...saludos desde monterrey Mexico. gracias.
ResponderEliminarbonito cuento mi amigo...este cuento se lo escuche a mi maestra de segundo año...de eso ya hace 54 nada mas...saludos desde monterrey Mexico. gracias.
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