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domingo, 23 de junio de 2013

El barco volador

Eranse un viejo y una vieja que tenían tres hijos: dos listos y el otro tonto. A los listos, la mujer los quería y cuidaba de su atuen­do, mientras que el otro iba siempre mal vestido con una camisa negra. Oyeron hablar de un edicto del zar donde se decía: «A quien construya un barco capaz de volar, se le dará la zarevna por esposa.»
Los hermanos mayores decidieron probar fortuna, y les pidie­ron su bendición a los padres. La madre les equipó para el cami­no, les dio hogazas de trigo, conservas de carne y una cantimplora de gorelka* y los despidió. En vista de ello, también el tonto em­pezó a pedir que le dejaran marchar. La madre intentó disuadirle:
-¿Dónde vas a ir tú, tonto? Te comerán los lobos.
Pero el tonto seguía insistiendo. Viendo que no podía hacer carrera de él, la madre le dio unos panes de centeno y una cantim­plora de agua y le dejó marchar.
El tonto fue caminando, caminando, hasta que se encontró con un viejecito. Se saludaron. El viejecito le preguntó al tonto:
-¿A dónde vas?
-El zar ha prometido dar a su hija en matrimonio a quien fa­brique un barco volador.
-¿Y tú puedes hacerlo?
-No, no podría.
-Entonces, ¿por qué vas?
-Dios sabrá por qué.
-Siendo así -dijo el viejo-, siéntate aquí y descansaremos juntos. Saca lo que traigas en el zurrón.
-Lo que traigo es tan poca cosa, que hasta vergüenza da.
-No importa. Sácalo. Lo que haya mandado Dios, eso co­meremos.
El tonto desató su zurrón, y no podía dar crédito a sus ojos: en lugar de las hogazas negras, había bollos de harina de trigo y toda clase de fiambres. Le ofreció de todo al viejo.
-¿Ves cómo ampara Dios a los tontos? -dijo el viejo-. Aun­que tu propia madre no te quiera, tampoco tú puedes quejarte... Vamos a tomar primero un trago de gorelka.
Porque, en lugar de agua, encontraron gorelka en la cantim­plora. Bebieron un trago, comieron un bocado y le dijo el viejo al tonto:
-Escucha lo que voy a decirte: ve al bosque, acércate al pri­mer árbol que encuentres, santíguate tres veces, pégale al árbol con el hacha, tírate luego de bruces en el suelo y espera a que te des­pierten. Entonces verás delante de ti un barco. Súbete a él y vuela adonde te haga falta. ¡Ah! Y por el camino recoge a todo el que te encuentres.
El tonto le dio las gracias al viejo, se despidió de él y fue al bos­que. Se acercó al primer árbol e hizo todo como le había dicho el viejo: se santiguó tres veces, pegó en el árbol con el hacha, se dejó caer de bruces en el suelo y se quedó dormido. Al cabo de algún tiempo notó que le despertaban. Abrió los ojos y se encontró ante un barco. Sin pensarlo poco ni mucho se montó en él, y el barco echó 'a volar.
Iba volando cuando vio abajo, en el camino, a un hombre que tenía un oído pegado a la tierra.
-¡Hola, buen hombre!
-Hola, hombre del cielo.
-¿Qué estás haciendo?
-Estoy escuchando lo que ocurre en el otro mundo. -Ven conmigo en el barco.
El hombre subió al barco sin hacerse de rogar, y siguieron volando. Al cabo de algún tiempo vieron a un hombre que caminaba con una sola pierna y llevaba la otra atada a la oreja.
-¡Hola, buen hombre! ¿Por qué caminas con una sola pierna?
-Es que, si desatara la otra, en un instante habría recorrido el mundo entero.
-Ven con nosotros.
El hombre subió al barco y siguieron volando. Al cabo de al­gún tiempo vieron a un hombre que estaba apuntando con una escopeta, aunque no se veía a dónde.
-¡Hola, buen hombre! ¿A dónde estás apuntando? No se ve ni un ave.
-Es que yo no disparo a nada que esté cerca. De disparar, es para darle a un animal o un ave que esté a mil verstas de aquí. Eso sí merece la pena.
-Ven con nosotros.
También subió éste al barco, y siguieron volando hasta que vie­ron un hombre que llevaba a la espalda un odre lleno de pan.
 -¡Hola, buen hombre! ¿A dónde vas?
-Voy a buscar pan para el almuerzo.
-¡Pero si llevas un saco lleno a la espalda!
-¡Esto no es nada! Con esto yo sólo tengo para un bocado.
-Ven con nosotros.
Comilón subió al barco y siguieron volando hasta que vieron a un hombre que daba vueltas alrededor de un lago.
 -¡Hola, buen hombre! ¿Qué buscas?
-Pues busco un poco de agua porque tengo sed.
-¡Pero si tienes delante un lago entero! ¿Por qué no bebes?
-¡Anda! Con esta agua yo sólo tengo para un sorbo.
-Ven con nosotros.
El hombre subió al barco y siguieron volando hasta que vieron a un hombre que iba hacia el bosque con un haz de leña sobre los hombros.
-¡Hola, buen hombre! ¿Para qué llevas leña al bosque?
-Es que esta leña es especial.
-¿Pues qué clase de leña es?
-Es una leña que, si se la esparce, aparece de pronto en su lugar todo un ejército.
-Ven con nosotros.
Subió al barco y siguieron volando hasta que vieron a un hom­bre que llevaba un fardo de paja.
-¡Hola, buen hombre! ¿A dónde llevas esa paja?
-A la aldea.
-¿Es que hay poca paja en la aldea?
-No. Pero ésta es una paja especial. Por muy caluroso que sea el verano, cuando se la esparce empieza a hacer frío, con nie­ve y hielo.
-Ven con nosotros.
-Bueno.
Este fue el último encuentro que tuvieron. Al poco tiempo lle­garon volando al palacio del zar.
El zar estaba entonces almorzando. Se sorprendió mucho al ver el barco volador y mandó a un servidor a preguntar quién había llegado en aquel barco. El servidor se aproximó al barco, vio que todos eran hombres del pueblo y, sin preguntar nada, volvió a in­formar al zar de que en aquel barco no había ni un solo caballero, sino plebeyos. El zar se dijo que no tenía sentido entregar a su hija a un simple campesino y se puso a cavilar, buscando la manera de librarse de aquel yerno. Hasta que se le ocurrió: «Voy a darle tareas difíciles de cumplir. » En seguida hizo llegar al tonto la orden de que le consiguiera, antes de que concluyera su comida, el agua de la vida y de la salud.
Mientras el zar daba esta orden a su servidor, el primer hombre que habían encontrado escuchando lo que ocurría en el otro mun­do oyó lo que decía y se lo comunicó al tonto.
-¿Y qué hago yo ahora? Es posible que no encuentre esa agua en un año o, quizá, en toda mi vida.
-No te preocupes -le dijo el andarín-: yo lo haré por ti.
Llegó el servidor con la orden del zar.
-Dile que la traeré -dijo el tonto.
Su compañero se desató la pierna, echó a andar, y al instante encontró el agua de la vida y de la salud. Pero, entonces pensó:
«Tengo tiempo de sobra para volver.» Se sentó al pie de un moli­no a descansar, y se quedó dormido.
La comida del zar tocaba a su fin, y el hombre no volvía. Todos estaban inquietos en el barco. Entonces el primero pegó el oído a la tierra, escuchó y dijo:
-¡Pero si está dormido al pie de un molino!
El tirador agarró su escopeta, disparó contra el molino y así des­pertó al andarín. El andarín se puso en marcha y un minuto des­pués llegó con el agua. El zar no se había levantado todavía de la mesa cuando ya estaba cumplida su orden con toda exactitud.
No quedaba más recurso que darle otra tarea. El zar mandó decirle al tonto:
-Ya que eres tan astuto, demuestra lo que vales comiéndote de una sentada, con tus compañeros, doce bueyes asados y doce sacos de pan.
El primer compañero lo oyó y se lo contó al tonto.
-¡Pero si yo no soy capaz de comerme ni un pan de una sen­tada! -ex-clamó el tonto asustado.
-No temas -intervino el comilón-, que para mí será incluso poco.
Llegó el servidor a comunicar la orden del zar.
-Está bien -dijo el tonto-. Nos los comeremos.
Trajeron los doce bueyes asados y los doce sacos de pan. Co­milón se lo comió todo, y aún dijo:
-Esto no es mucho. Si trajeran un poco más...
El zar ordenó decirle al tonto que debían beberse cuarenta ba­rriles de vino de cuarenta cubos cada uno. El primer compañero oyó lo que decía el zar y, como antes, se lo contó al tonto. Este se asustó:
-¡Pero si yo no soy capaz de beberme ni un cubo de una vez!
-No temas -dijo Bebedor-. Yo beberé por todos vosotros, y todavía será poco.
Llenaron cuarenta barriles de vino, llegó Bebedor y los apuró todos sin tomar aliento. Luego dijo:
-No es gran cosa. Yo bebería algo más.
Después de todo esto, el zar ordenó que, antes de desposarse, el tonto fuera al baño. Y, como el baño era de hierro, ordenó que lo calentaran mucho para que el tonto se asfixiase en un instante. Cuando lo hubieron calentado al rojo fue el tonto a bañarse y tras él entró el hombre del fardo de paja como si fuera para extenderla sobre el suelo. Se encerraron los dos en el baño, el hombre espar­ció la paja y empezó a hacer tanto frío, que apenas había tenido tiempo el tonto de lavarse cuando el agua de los calderos empezó a congelarse. Luego se subió al rellano de la estufa y allí se pasó la noche. Cuando abrieron el baño por la mañana, el tonto estaba tan campante, tumbado en el rellano de la estufa y cantando.
Informado el zar, se llevó un disgusto. Ya no sabía cómo des­hacerse del tonto. Después de mucho cavilar le ordenó que se pre­sentara con un regimiento entero de tropas, pensando para sus adentros:
-¿De dónde va a sacar tropas un simple campesino? Eso sí que no podrá hacerlo.
Al enterarse el tonto, se asustó y dijo:
-Ahora estoy bien perdido. De muchos apuros me habéis sa­cado, compañeros; pero, se ve que esta vez no hay nada que hacer.
-¡Pero, hombre! -intervino el del haz de leña-. ¿Te has ol­vidado de mí? Recuerda que en eso yo soy un maestro, y no te­mas.
Llegó un servidor y le comunicó al tonto la orden del zar:
-Si quieres casarte con la zarevna, debes presentar mañana todo un regimiento de tropas.
-Está bien. Lo haré. Pero, si el zar sigue buscando más pre­textos, le combatiré en todo su reino y me llevaré a la zarevna por la fuerza.
Por la noche, el compañero del tonto salió al campo con su haz de leña y fue esparciéndola por todas partes, haciendo surgir inmediatamente un ejército innumerable de infantería, caballería y artillería. Cuando el zar vio todo aquello por la mañana, le tocó a él asustarse. En seguida hizo llegar al tonto costosos trajes y ade­rezos con la invitación de ir a palacio para casarse con la zarevna. Vestido con aquella prendas, el tonto tenía un aire de lo más apuesto.
Se presentó al zar, se casó con la zarevna, y demostró ser inte­ligente e ingenioso. El zar y su esposa le cobraron afecto. En cuan­to a la zarevna, estaba loca por él.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

2 comentarios:

  1. bonito cuento mi amigo...este cuento se lo escuche a mi maestra de segundo año...de eso ya hace 54 nada mas...saludos desde monterrey Mexico. gracias.

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  2. bonito cuento mi amigo...este cuento se lo escuche a mi maestra de segundo año...de eso ya hace 54 nada mas...saludos desde monterrey Mexico. gracias.

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