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domingo, 23 de junio de 2013

El bracero del pope

El pope de cierta aldea apalabró a un bracero y le mandó a arar el campo con una perrita y le dio una hogaza entera de pan diciéndole:
-Toma, muchacho: esto es para que estés alimentado, y para que también lo esté la perrita, pero a condición de que quede intacta la hogaza.
Conque el bracero agarró y se marchó al campo y, una vez allí, se puso a arar. Estuvo arando y venga a arar, hasta que le pareció que era hora de matar un poco el hambre porque ya le sonaban las tripas. Pero, ¿y las recomenda-ciones del pope?
Sin embargo, como el hambre aguza el ingenio, el bracero acabó encontrando una solución. Conque hizo lo siguiente.
Fue quitándole con mucho cuidado la corteza a la hogaza hasta sacar toda la miga, sació su hambre, le dio de comer a la perrita, luego juntó la corteza igual que estaba antes y siguió arando hasta la caída de la tarde, tan campante y como si tal cosa.
Cuando empezó a oscurecer, volvió a casa del pope, que estaba esperándole junto al portón y le preguntó:
-Que tal, muchacho, ¿estás alimentado?
-Sí -dijo él.
El pope preguntó otra vez:
-Y la perrita, ¿está alimentada?
-Sí -dijo el bracero.
Y el pope, de nuevo:
-¿Y la hogaza está intacta?
-Así es -dijo el bracero. Aquí está, enterita.
Entonces se dio cuenta el pope de la argucia del bracero, y dijo riendo:
-¡Vaya si eres astuto! Como veo, se puede sacar provecho de ti. Me gustas por tus modales y por tu ingenio. ¡Bravo, muchacho! Has sabido salir del paso. Quédate en mi casa porque eres el hombre que necesito.
En efecto, se quedó con él de bracero, pagándolé más del jornal apalabrado porque era un muchacho resuelto, arriscado y muy avispado.
Y el bracero vivió allí tan a gusto y regaladamente.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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