En cierto
reino, en cierto país, vivía un mercader que tenía tres hijas. Hizo construir
una casa nueva y, antes de mudarse a ella, envió a pasar allí la noche a su
hija mayor para que luego le contara sus sueños y cómo le había ido. La hija
soñó que se casaría con el hijo de un mercader.
A la
noche siguiente envió a la hija mediana para que le contara qué soñaba. Soñó
que se casaría con un noble.
Por
último, a la tercera noche, envió a la hija menor. Y ésta, la pobrecita, soñó
que se casaría con un chivo.
Muy
preocupado por su hija querida, el padre le prohibió salir ni siquiera al
porche. Pero ella le desobedeció. No hizo más que salir, y un chivo la levantó
sobre sus cuernos y escapó con ella más allá de las escarpadas orillas. La
llevó a su casa, le preparó un lecho para que durmiera. Mientras, a él no
hacían más que caérsele los mocos y la baba. Y la pobrecita, sin hacer ascos,
se los limpiaba a cada momento con su pañuelo. Al chivo le gustó y movía, muy
contento, las barbas.
Cuando la
muchacha se despertó por la mañana vio que había una cabeza de muchacha clavada
en cada palo de la cerca que rodeaba la casa. En todos los palos, menos en uno.
La pobrecita se alegró mucho de haber escapado a la muerte.
Entre
tanto, los servidores venían a decirle ya:
-Señora,
es hora de levantarse y ponerse a trajinar. Hay que barrer las salas y dejar
limpia la casa.
Salió al
porche. Pasaba una bandada de gansos.
-Gansos
grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo
dijerais?
-Venimos
de tu tierra -contestaron los gansos- y te traemos noticias: en tu casa están
de fiesta porque tu hermana mayor se casa con el hijo de un mercader.
El chivo,
que lo oía todo desde donde estaba acostado, ordenó a los criados:
-iA ver,
mis fieles servidores! Que traigan vestidos de brocado. Que enganchen los
mejores corceles para que en tres patadas estén donde tienen que ir.
La
pobrecita se engalanó y se puso en camino. Los corceles la dejaron delante de
la casa de su padre en un abrir y cerrar de ojos. Los invitados salieron a
recibirla al porche. Dentro, estaba dispuesto un gran banquete.
Entre
tanto, el chivo se había convertido en un apuesto galán y andaba rondando por
allí con un gusli en las manos.
Donde hay
un banquete, ¿cómo no se va a invitar a que pase un tocador de gusli? Entró en
los aposentos y se puso a canturrear: «La casada mocosa es del chivo la
esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La
pobrecita le atizó entonces en un carrillo, izas!, y luego en el otro, izas!...
Corrió a su carroza y se perdió de vista.
De
regreso a su casa se encontró al chivo acostado donde siempre, cayéndosele los
mocos y la baba. La pobrecita, sin hacer ascos, se los limpiaba a cada momento
con su pañuelo.
Por la
mañana la despertaron los servidores:
-Señora,
es hora de levantarse y ponerse a trajinar. Hay que barrer las salas y dejar
limpia la casa.
Se
levantó, recogió todos los aposentos y salió al porche. Pasaba una bandada de
gansos:
-Gansos
grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo
dijerais?
-Venimos
de tu tierra -le contestaron los gansos- y te traemos noticias: en tu casa
están de fiesta porque tu hermana mediana se casa con un noble acaudalado.
Otra vez
fue la pobrecita a casa de su padre. Los invitados salieron a recibirla al
porche. Dentro estaba dispuesto un gran banquete.
El chivo,
convertido en apuesto galán, andaba rondando por allí con un gusli en las
manos. Le dijeron que pasara y él se puso a canturrear: «La casada mocosa es
del chivo la esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La
pobrecita le atizó entonces en un carrillo, izas!, luego en el otro, izas!...
Corrió a su carroza y desapareció de la vista.
Volvió a
su casa. El chivo estaba acostado en el sitio de siempre. Se le caían los mocos
y la baba...
Transcurrió
otra noche. Por la mañana se levantó la pobrecita, salió al porche. Otra vez
llegaba una bandada de gansos.
-Gansos
grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo
dijerais?
-Venimos
de tu tierra -le contestaron los gansos- y te traemos noticias. En casa de tu
padre hay un gran banquete.
Fue a
casa de su padre. Los invitados la recibieron en el porche. Dentro había un
gran banquete. Alrededor de la casa rondaba el tocador de gusli tañendo su
instrumento. Le hicieron pasar y, como siempre, cantó: «La casada mocosa es del
chivo la esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La
pobrecita, izas!, le atizó en un carrillo y luego, izas!, en el otro. Y volvió
al momento a su casa. Miró hacia donde solía estar el chivo; pero allí no vio
más que la pelleja, porque a él no le había dado tiempo de regresar.
La
pelleja fue a parar a la lumbre, y la hija menor del mercader se encontró
casada con un apuesto galán y no con un chivo. Desde entonces vivieron felices
y en la opulencia.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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