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domingo, 23 de junio de 2013

El chivo mocoso

En cierto reino, en cierto país, vivía un mercader que tenía tres hijas. Hizo construir una casa nueva y, antes de mudarse a ella, envió a pasar allí la noche a su hija mayor para que luego le contara sus sueños y cómo le había ido. La hija soñó que se casaría con el hijo de un mercader.
A la noche siguiente envió a la hija mediana para que le contara qué soñaba. Soñó que se casaría con un noble.
Por último, a la tercera noche, envió a la hija menor. Y ésta, la pobrecita, soñó que se casaría con un chivo.
Muy preocupado por su hija querida, el padre le prohibió salir ni siquiera al porche. Pero ella le desobedeció. No hizo más que salir, y un chivo la levantó sobre sus cuernos y escapó con ella más allá de las escarpadas orillas. La llevó a su casa, le preparó un lecho para que durmiera. Mientras, a él no hacían más que caérsele los mocos y la baba. Y la pobrecita, sin hacer ascos, se los limpiaba a cada momento con su pañuelo. Al chivo le gustó y movía, muy contento, las barbas.
Cuando la muchacha se despertó por la mañana vio que había una cabeza de muchacha clavada en cada palo de la cerca que rodeaba la casa. En todos los palos, menos en uno. La pobrecita se alegró mucho de haber escapado a la muerte.
Entre tanto, los servidores venían a decirle ya:
-Señora, es hora de levantarse y ponerse a trajinar. Hay que barrer las salas y dejar limpia la casa.
Salió al porche. Pasaba una bandada de gansos.
-Gansos grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo dijerais?
-Venimos de tu tierra -contestaron los gansos- y te traemos noticias: en tu casa están de fiesta porque tu hermana mayor se casa con el hijo de un mercader.
El chivo, que lo oía todo desde donde estaba acostado, ordenó a los criados:
-iA ver, mis fieles servidores! Que traigan vestidos de brocado. Que enganchen los mejores corceles para que en tres patadas estén donde tienen que ir.
La pobrecita se engalanó y se puso en camino. Los corceles la dejaron delante de la casa de su padre en un abrir y cerrar de ojos. Los invitados salieron a recibirla al porche. Dentro, estaba dispuesto un gran banquete.
Entre tanto, el chivo se había convertido en un apuesto galán y andaba rondando por allí con un gusli en las manos.
Donde hay un banquete, ¿cómo no se va a invitar a que pase un tocador de gusli? Entró en los aposentos y se puso a canturrear: «La casada mocosa es del chivo la esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La pobrecita le atizó entonces en un carrillo, izas!, y luego en el otro, izas!... Corrió a su carroza y se perdió de vista.
De regreso a su casa se encontró al chivo acostado donde siempre, cayéndosele los mocos y la baba. La pobrecita, sin hacer ascos, se los limpiaba a cada momento con su pañuelo.
Por la mañana la despertaron los servidores:
-Señora, es hora de levantarse y ponerse a trajinar. Hay que barrer las salas y dejar limpia la casa.
Se levantó, recogió todos los aposentos y salió al porche. Pasaba una bandada de gansos:
-Gansos grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo dijerais?
-Venimos de tu tierra -le contestaron los gansos- y te traemos noticias: en tu casa están de fiesta porque tu hermana mediana se casa con un noble acaudalado.
Otra vez fue la pobrecita a casa de su padre. Los invitados salieron a recibirla al porche. Dentro estaba dispuesto un gran banquete.
El chivo, convertido en apuesto galán, andaba rondando por allí con un gusli en las manos. Le dijeron que pasara y él se puso a canturrear: «La casada mocosa es del chivo la esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La pobrecita le atizó entonces en un carrillo, izas!, luego en el otro, izas!... Corrió a su carroza y desapareció de la vista.
Volvió a su casa. El chivo estaba acostado en el sitio de siempre. Se le caían los mocos y la baba...
Transcurrió otra noche. Por la mañana se levantó la pobrecita, salió al porche. Otra vez llegaba una bandada de gansos.
-Gansos grises, si venís de mi tierra, ¿qué os ha contado mi padre para que me lo dijerais?
-Venimos de tu tierra -le contestaron los gansos- y te traemos noticias. En casa de tu padre hay un gran banquete.
Fue a casa de su padre. Los invitados la recibieron en el porche. Dentro había un gran banquete. Alrededor de la casa rondaba el tocador de gusli tañendo su instrumento. Le hicieron pasar y, como siempre, cantó: «La casada mocosa es del chivo la esposa... La casada mocosa es del chivo la esposa...»
La pobrecita, izas!, le atizó en un carrillo y luego, izas!, en el otro. Y volvió al momento a su casa. Miró hacia donde solía estar el chivo; pero allí no vio más que la pelleja, porque a él no le había dado tiempo de regresar.
La pelleja fue a parar a la lumbre, y la hija menor del mercader se encontró casada con un apuesto galán y no con un chivo. Desde entonces vivieron felices y en la opulencia.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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