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domingo, 23 de junio de 2013

El caramillo maravilloso

Eranse un pope y su mujer que tenían un hijo llamado Ivánushka y una hija llamada Aliónushka. Esta le pidió una vez a su madre:
-iMátushka! Deja que vaya al bosque a recoger bayas. Todas mis amigas se han ido ya.
-Anda si quieres, pero llévate a tu hermano.
-¿Por qué? ¡Si no recogerá nada! Es tan perezoso...
-Llévatelo de todas maneras. Y al que más bayas recoja, le regalaré unas botitas encarnadas.
De esta manera se marcharon juntos a recoger bayas. Llegaron al bosque. Ivánushka no paraba de recoger bayas, que iba echando en un jarro, mientras Aliónushka se comía cuantas encontraba. Como que sólo echó dos en la cestita que llevaba. Al cabo de un rato se dio cuenta de que ella no tenía nada, mientras que Ivánushka había llenado su jarro. Y le dio envidia.
-Ven que te rebusque en la cabeza -le dijo entonces a su hermano.
Ivánushka se recostó sobré sus rodillas y se quedó dormido. Entonces la hermana agarró un cuchillo muy afilado y le degolló. Luego cavó una fosa, lo enterró y se quedó con el jarro lleno de bayas. Volvió a casa y se lo entregó a su madre.
-¿Dónde está tu hermano Ivánushka?
-Se conoce que se quedó rezagado y se ha perdido en el bosque. Yo he andado llamándole y buscándole por todas partes, pero no ha aparecido.
El padre y la madre estuvieron mucho rato esperando a Ivánushka, pero el niño no volvió.
Entre tanto, sobre la sepultura de Ivánushka creció una caña muy alta y muy igualita. Unos pastores que pasaban por allí con su rebaño dijeron al verla:
-¡Mira qué caña tan hermosa ha crecido!
Uno de los pastores la cortó y con ella hizo un caramillo. 
-Probaré a ver cómo suena -dijo llevándosela a los labios, y entonces cantó el caramillo:

Toca el caramillo con cuidado, pastor,
para que no se rompa mi pobre corazón.
Fue mi hermana malvada la que me mató
por un jarro de bayas que me envidió,
por unas botas rojas y luego me enterró.

-¡Esto es maravilloso! -dijo el pastor. ¡Qué bien habla! Este caramillo es un tesoro.
-Deja que pruebe ahora yo -pidió otro.
Tomó el caramillo, se lo llevó a los labios, y también empezó a cantar. Probó luego el tercero, y le ocurrió lo mismo.
Llegaron los pastores a la aldea y llamaron en casa del pope.
-Bátiushka, ¿podríamos pasar aquí la noche?
-Hay poco sitio -contestó el pope.
-Déjanos entrar y te enseñaremos una cosa muy curiosa.
El pope les dejó entrar y les preguntó en seguida:
-¿No habréis visto a un niño que se llama Ivánushka? Salió a recoger bayas y ha desaparecido.
-No, no le hemos visto. Pero mira: hemos cortado una caña por el camino y con ella hemos hecho un caramillo tan extraordinario, que canta él solo.
El pastor que hablaba sacó el caramillo, y éste se puso a cantar:

Toca el caramillo con cuidado, pastor,
para que no se rompa mi pobre corazón.
Fue mi hermana malvada la que me mató
por un jarro de bayas que me envidió,
por unas botas rojas y luego me enterró.

-Trae que toque yo también -pidió el pope, y cantó el caramillo:

Toca con cuidado, padre, por favor,
para que no se rompa mi pobre corazón.
Fue mi hermana malvada la que me mató
por un jarro de bayas que me envidió,
por unas botas rojas, y luego me enterró.

-¿No será mi Ivánushka a quien han matado? -exclamó el pope, y llamó a su mujer: Toma: toca tú.
Cuando la mujer lo tomó, se puso a cantar lo mismo:

Toca con cuidado, madre, por favor,
para que no se rompa mi pobre corazón.
Fue mi hermana malvada la que me mató
por un jarro de bayas que me envidió,
por unas botas rojas, y luego me enterró.

-¿Y dónde está nuestra hija? -preguntó el pope.
Pero Aliónushka se había escondido, acurrucándose en el rincón más oscuro. Cuando dieron con ella, le dijo su padre:
-Toca este caramillo.
-Yo no sé tocar.
-Prueba de todas maneras.
Todavía intentó resistirse, pero su padre la amenazó y por fin tomó el caramillo, que, en cuanto se lo llevó a los labios, cantó asi:

Toca con cuidado, hermana, por favor,
para que no se rompa mi pobre corazón.
Por un jarro de bayas me mataste a traición,
por unas botas rojas, sin tener compasión.

Aliónushka confesó entonces su culpa y el padre, furioso, la echó de casa.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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