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domingo, 23 de junio de 2013

El caballo, el mantel y la flauta

Erasé una vieja que tenía un hijo bobo. Conque el bobo se encontró un día tres guisantes y los plantó en el campo, fuera del pueblo. Cuando las matas empezaron a crecer, él se puso a vigilarlas. De ese modo sorprendió una vez a una cigüeña que estaba picoteándolas. El bobo se acercó sigilosamente y echó mano a la cigüeña.
-¡Ahora te mato! -le dijo.
-No me mates, no, y te haré un regalo -rogó la cigüeña.
-¡Venga! -accedió el bobo.
La cigüeña le regaló entonces un caballo con estas palabras:
-Cuando quieras dinero, dile a este caballo «¡so!». Y cuando tengas ya bastante, le dices «¡arre!».
El bobo agarró al caballo por la brida y, para montarse en él, le dijo «¡so!». El caballo se desbarató entonces, convirtiéndose en monedas de plata. El bobo soltó la carcajada, gritó «¡arre!», y las monedas de plata se convirtieron nuevamente en caballo.
El bobo se despidió de la cigüeña, condujo al caballo hacia su casa y, después de cruzar el patio, lo metió en la isba[1] donde vivía con su madre.
-Mátushka[2] -recomendó con mucha seriedad, a este caballo no le digas «iso!». Dile «¡arre!» -y se marchó de nuevo a vigilar las matas de guisantes.
La madre se quedó un buen rato preguntándose por qué le habría hecho aquella recomendación su hijo.
-¿Y si dijera «¡so!» a pesar de todo?
No hizo más que pronunciar aquella palabra, cuando el caballo se desbarató, convirtiéndose en monedas de plata. La mujer, que apenas si podía creer lo que veía, se apresuró a recoger el dinero y guardarlo en un cofrecillo. Cuando le pareció suficiente, dijo «¡arre!».
El bobo, entre tanto, sorprendió de nuevo a la cigüeña picoteando los guisantes, la agarró y la amenazó de muerte. Pero la cigüeña dijo:
-No me mates, y te haré un regalo.
Esta vez le ofreció un mantel, explicándole:
-Cuando quieras comer tienes que decir «idespliégate!». Y cuando hayas terminado, «irecógete!».
El bobo hizo en seguida la prueba, y en cuanto dijo «¡desplié-gate!» se extendió el mantel cubierto de manjares y de bebidas.
Sació su hambre y su sed, dijo «irecógete!», y el mantel se enrolló él solo. El bobo lo llevó a su casa, advirtiéndole a la madre:
-A este mantel, mátushka, no le digas «¡despliégate!», sino «irecógete!».
Luego volvió el bobo al cuidado de sus matas de guisantes. La madre hizo con el mantel lo mismo que con el caballo. Dijo «¡despliégate!», y se dio el gran festín. Luego dijo «irecógete!», y el mantel se enrolló él solo.
Una vez más pescó el bobo a la cigüeña picoteando los guisantes, y la cigüeña le regaló una flauta, diciéndole cuando ya remontaba el vuelo:
-¡Oye, bobo! Tienes que decir «¡que salgan de la flauta!».
Así lo hizo el bobo, para desgracia suya, porque apenas pronunció aquellas palabras salieron de la flauta dos mocetones armados con sendas estacas y se liaron a atizarle al bobo hasta que el pobre se desplomó. La cigüeña gritó desde arriba «¡que vuelvan a la flauta!», y los dos mocetones desaparecieron.
El bobo llegó a su casa y le dijo a la madre:
-No digas «¡que salgan de la flauta!», mátushka. Debes decir «¡que vuelvan a la flauta!».
Pero apenas salió el bobo a casa de unos vecinos, la madre cerró la puerta con el pestillo y dijo «¡que salgan de la flauta!». Al instante surgieron los dos mocetones con las estacas y se liaron a pegar a la vieja, que gritaba a voz en cuello.
Al oírla volvió el bobo a todo correr, pero se encontró con que estaba echado el pestillo de la puerta. Sin embargo, se le ocurrió gritar «¡que vuelvan a la flauta!, ¡que vuelvan a la flauta!».
Cuando la vieja se repuso un poco de la paliza, abrió la puerta al bobo, que entró diciendo:
-¿Estás viendo, mátushka? Ya te advertí lo que tenías que decir...
Al bobo se le ocurrió un día dar un festín, invitando a grandes señores y boyardos. Cuando todos llegaron y estuvieron ya sentados, el bobo metió el caballo en la isba y le dijo:
-¡So, mi buen caballo!
El caballo se desbarató al instante, convirtiéndose en monedas de plata. Los invitados se sorprendieron mucho, pero en seguida se lanzaron sobre el dinero, metiéndoselo en los bolsillos. El bobo dijo entonces «¡arre!», y el caballo volvió a aparecer, pero sin cola.
Viendo el bobo que era hora de agasajar a los invitados, sacó el mantel y dijo «idespliégate!». El mantel se desplegó, cubierto de un sinfín de manjares y bebidas. Encantados, los invitados se pusieron a beber y comer. Cuando consideró que todos estaban satisfechos, el bobo dijo «irecógete!», y el mantel se enrolló él solo.
Los invitados empezaron a bostezar y le pidieron con sorna al bobo:
-¿Por qué no nos enseñas alguna otra maravilla?
-Con mucho gusto -contestó el bobo, y trajo la flauta.
A los invitados se les ocurrió gritar «¡que salga algo de la flauta!». Al instante surgieron los dos mocetones con sus estacas y empezaron a atizarlos a más y mejor. Tanto les pegaron, que los invitados se vieron obligados a devolver el dinero robado y escapar de allí a toda prisa.
En cuanto al bobo y su madre, se quedaron con el caballo, el mantel y la flauta y vivieron sin que les faltara de nada.

Cuento folklorico ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)


[1] Isba: Típica vivienda rusa hecha de troncos.
[2] Mátushka: Literalmente, madrecita.

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