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domingo, 25 de mayo de 2014

Las dos cajas - Cap. VIII

Cuando aquella noche, suspendido el concierto, por indisposición del violinista, volvieron a casa Carmen y Ventura, Roberto, que se había quedado en casa muy dormidito, despertó con dolor en la garganta. Otro tenía, en la garganta también, su padre; pero al ver al niño calenturiento, medio ahogado, Ventura se sintió bien de repente, o mejor, no volvió a sentirse. Ocho días duró la enfermedad del niño, y en todo ese tiempo el padre no pensó en sus propios males. Carmen nada sabía de las nuevas penas de su esposo, pues creía que era un secreto para él y para el mundo entero su debilidad, que ella misma maldecía. Velaba al pie de la cuna, queriendo satisfacer con la penitencia del amor de madre puesto en tortura las culpas de pensamiento de la esposa infiel.
Ni una palabra de Ventura pudo hacerle sospechar que su falta estaba descubierta.
Roberto murió a los ocho días. Carmen  estuvo enferma de peligro. Ya convaleciente, Ventura le dijo:
-Carmen, tu madre podría cuidarte muy bien, mejor que yo. Allá en tu pueblo hay otros aires... Allí la salud vendrá de prisa.
-Sí, vamos... -contestó ella.
-No, yo no. Vas tú sola.
-¿Y tú?
-¡Yo me quedo... con mi hijo!

1.028. Alas «Clarin» (Leopoldo)


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