Translate

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Del vivir - Cap. X

Estaba Sigüenza a la ventana de su desván-alcoba.
En la calle, el guía acomodaba aquel asno de paso prudentísimo, de orejas grises, remedadoras de hojas de pitas.
Pronto Sigüenza dejaría Parcent. El médico entró.
Este hombre callado, pesaroso, y el viajero, habían hablado parcamente durante la estada del último en el pueblo. Pero sus almas se acompañaron, y ahora, al separarse, dolíase Sigüenza de la soledad que amenazaba a su amigo. ¿Era éste un singular temperamento humilde, desconfiado, triste, o un corazón colmado de aflicciones adorables, sagradas, que no se atrevía a declarar?
Marchábase Sigüenza, sin saber un momento de aquella vida recatada siempre con nieblas tranquilas.
Descendieron al vestíbulo.
La mesonera, la moza y la abuela del niño que padeciera hambre les rodearon.
El huésped, echado sobre una jamba del portal, reía sosegadamente.
¡Oh, la mañana es dorada y azul; desde allí se alcanza un trozo de verdes campos! Es díaa para amarse. El huésped habrá gozado de copioso almuerzo; tal vez de su mujer, limpia, apetitosa como fruto primerizo.
Son solos, los dos para los dos. Gozarse y vivir...
Y el forastero se le acercó, diciéndole:
-¡Qué bien ríe usted, qué bien!
El otro, parpadeando picarescamente, exclamó:
-¿Y a que no sabe, a que no sabe de qué me río?
Sí que lo adivinaba Sigüenza. Y a la llana comienza el comento de la influencia del día sereno, azul, regocijante; de la mujer moza, del vientre satisfecho. Pero el huésped embazó su decir y, apartándose con él, solemne y enigmático, hablóle de un hombre que estaba fuera, mezcla de campesino y lugareño. La cara teníala arada y morena, pero sus blancas patillas señoriles autorizábanle en aquella tierra de rasurados, las toscas alpargatas menoscababan su ecuestre porte; mas un bastón fino, liso, acaramelado, de puño de hueso y alta contera metálica, asido con suavidad, le restituía parte de su distinción perdida.
-Mírelo, mírelo.
Ya lo hacía Sigüenza cabalmente sin comprender palabra.
-Es hombre de riñón cubierto, con dinero, más que ninguno -explicaba el otro, y quiso ser el jefe de los conservadores, de nosotros. ¡Cómo 'había de serlo! ¿Verdad?
Sigüenza dijo que ¡claro!
-¡Cómo había de serlo, si nosotros tenemos al que tenemos de siempre! Se fué con los liberales y lo nombraron jefe. Y mandón y todo, bien rabia cuando viene alguien al lugar y van con nosotros, sea por lo que sea, Ahora está ahí, y se despulsa porque usted le salude y se pare a hablarle para darnos después que sentir... y usted ni le ha mirao tan siquiera. Yo lo he visto, y yo sé cómo estará por dentro... ¡Pues no me he de reir!
Y el huésped se golpeaba gozoso los muslos.
He aquí -pensó Sigüenza contemplándole- hombre que puede, que debe amar y nada más.que amar a sus hermanos, a los brutos, a las cosas, a todo, a todo ... Y ved, que cría y anida odios bellacos.
Prontamente encontró sencillo que tal aconteciera.
Mujer y vientre, mujer y vientre. ¡Cómo sentir otro amor que no fuera el propio grosero, el de su vientre, y a su hembra!
El amor -ha escrito Kant, como inclinación, no se ordena; pero amar por deber, aun cuando no nos induzca a ello ninguna inclinación o aunque nos aleje del objeto una repugnancia natural e insuperable, es un amor práctico y no un amor patológico, un amor que reside en la voluntad y no en la inclinación de la sensibilidad, en los principios que deben dirigir la conducta y no en una tierna simpatía; y este amor es el único que puede ordenarse."
¡Mas ¿iba a curarse el huésped de querer artificialmente, ya que de modo natural no podía?
Un pensamiento trivial, pueril, invadió a Sigüenza, deslizándose entre la metafísica del filósofo de Koenigsbag. ¿Le hablaría o no al lugareño de patillas blancas, de alpargatas rudas y bastón cogido delicadamente?
Si el mesonero había dicho verdad, de Sigüenza dependía la ventura de aquel cuitado corazón.
Maravillas del destino: ¡Sigüenza inquietar a un cacique!
"Me acercaré. Pero, y el otro ¿no sufriría las espinas y acometidas de los más bravíos celos?"
Y Sigüenza, que, corno llevo apuntado en estas páginas, se apoca fácilmente, cabalgó para libertarse, huyendo de tamaña duda.
Despidióse. Vocearon en el hostal.
...Ya pasaba junto al jefe de los liberales. ¿Le saludaría, Señor, le saludaría?
Fuera ilusión de Sigüenza, efecto de la suave luz de la mañana o amargura verdadera y honda, aquel hombre ostentaba un noble gesto de atribulado.
Gritó el huésped otro adiós.
...Bajaban por las calles solitarias, llenas de sol. En la última cimbreábase la leprosa flaca, larga, retorcida.
En la tienda de harina hablaban mujeres, bullían chicuelos, golpeaba un martillo. Desde fuera veíase la cabeza estirada y cetrina del tendero caída sobre la mesita zapateril.
...Otra vez silencio; casas cerradas, tapias rojizas y... el paisaje bañado de oro, el paisaje opulento, rumoroso, bello, entristecido, como alma a quien no se comprende.
...Quedaba atrás el cobrizo montón del pueblo. Allí, los que padecen el mal espantable y ven la vida de los sanos sin saber de sus deleites y se abajan y huyen como envilecidos... Solos, solos. Sus almas están solas.
Así pensaba Sigüenza gustando corno un melancólico contento, porque él hablara con los míseros y sintiera hondas lástimas. Pero miróse a si mismo justamente. ¿Por qué fué él a esos pueblos levantinos? Amor no le llevó, sino la sed de ver.
Entonces contempló la campiña muda, reposada, y como si le trajese la visión de toda la tierra, se dijo bruscamente: "Falta amor, falta amor... Los hombres no se alivian, no se amparan... Un día cálido y jocundo; el júbilo por la salud y el goce de la carne; la unción de ternura que la belleza nos regala; momentos deleitosos del espíritu hacen amar inmensamente de natural manera. Amor, entonces, place, conmueve, regocija..., pero luego se apaga, se torna en la acritud y sequedad de un deber.
"Amor es amar solamente por amor; et este amor nunca se pierde nin mengua... más dígovos: que este amor yo nunca lo vi fasta hoy." Ha dicho el infante don Juan Manuel, señor de Escalona ("De las Maneras del Amor") .
"... Y si este mandamiento (el del Amor) -declara la Santa de Ávila- se guardase en el mundo, como se ha de guardar, creo a todos los otros sería gran ayuda de guardarse; mas u más u menos nunca acabamos de guardarle con perfección" ("Camino de Perfección", VI).
Salía al camino de un bancal labrado una olivera añosa y desgarrada; y las mitades de sus troncos con sendas frondas remedaban dos viejos luchadores, acometiéndose ferozmente, dadas al viento sus cabelleras blancas, intonsas.
El viajero miró de nuevo el pueblo.
A un extremo, apartado, alzábase el casal donde bebiera agua fría de pozo y descansara en la tarde apacible que riñeron el gallo-hidalgo y el gallo-gran señor, de cresta femenina.
La era centelleaba cubierta de paja. Rodaba, trillándola, una bestia. Más lejos movíanse dos manchas negras y alargadas. Hacíanlas los pavos, los pavos que odiaban y perseguían como los hombres.
El guía aplastó sañudo con su enorme pie un espeso hormiguero.
-¡Ladronas! -dijo.
Rasó la mejilla de Sigüenza una furiosa moscarda que le dejó en el oído el bordanazo de su zumbar.
Sonaba la fuente. El agua era de luz. Abejitas la probaban y entrábanse por la verde felpa de la hierba nacida en la pila.
"Esos seres, modelos de sociables, también se acaban, se aniquilan en guerras estupendas..." ¡Falta amor; en todo falta amor!
Nosotros démonos nuestro alivio, aunque amor no invada y enternezca nuestra alma. No aguardemos a que ese patológico y universal amor nos lleve a hacer el bien. Acaso no lo sintamos nunca.

...........................................................................................

El paisaje ha respirado la fragancia de sus entrañas generosas. Está quieto bajo la inundación de oro.
Entre el limpio follaje de los árboles aparece la seda lujosa del cielo.
Una alondra ha cantado su quejumbre en la lluvia de sol.
...Sigüenza besa el ambiente para besar la bella mañana campesina.

Julio, 1902.

1.093.1 Miro (Gabriel) - 044

No hay comentarios:

Publicar un comentario