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lunes, 25 de marzo de 2013

Zorrapastro, los tábanos y el erizo

"Quien mal anda, mal acaba", y "tantas veces va el cán­taro a la fuente que al fin se quiebra".
Es lo que le pasó a un afamado raposo que le sopló el queso a un chimango, como vimos más arriba, y frecuentaba en demasía corrales y gallineros.
Un día le enviaron tal descarga de perdigones que sólo por milagro no quedó tieso "pa in sécula sinfinito". Pudo huir, cru­zó a duras penas un arroyo en el que había caído, y se tendió exhausto al pie de un tejo secular. Tabanos, moscardones, mos­quitos y otros parásitos por centenares acudieron al olor de la sangre posando sobre el herido como nube succionante.
-"¡Por vida de Morisqueta y Zorropiel, por el rabo de Candileja y Rondador, mis ilustres parientes, que es la cosa más intolerable que se pueda pensar! ¿Cómo? ¿Este es el res­peto que se guarda a una persona como la mía? ¡Yo picado de tábanos, yo chupado por moscas y mosquitos!".
Y como don Trifón contra la Pulga, pedía los rayos de Jo­ve, las saetas de Artemisa, y la cachiporra de Hércules, para acabar con tal peste y tan vil gentuza.
-"¡Ni siquiera el rabo me es de utilidad!", proseguía de­sesperado. "El Colgado tenía razón: ¿de qué nos sirve la cola, inútil fardo?".
Oyó sus quejas el Erizo, de la vecindad y, de un troteci­to, se llegó al mal ferido Zorrapastro. Viéndolo cubierto de in­sectos, hartos de sangre, armó sus púas diciendo:
-"¡Ahora mismo, vecino zorro, los voy a ensartar por centenas! Tus tormentos van a terminar..."
"¡Guárdate bien de ello, por favor, amigo Erizo!", res­pande azorado el caído. "Lo he pensado mejor... ¿no ves co­mo estos ya están repletos? Si acabamos con ellos, otra nube llegará lloviendo sobre mí un millar de feroces lancetas... sin contar que tú no podrías ensartarlos sin punzarme en cien puntos de mi pobre cuerpo acribillado. ¡Déjalos acabar su banquete!".

Zorrapastro tenía razón; y Aristóteles no le negaba un aplauso a Esopo en esta fábula aplicada a los hombres. Por su parte, La Fontaine concluye:
`Demasiados tragones hallamos en la sociedad; unos son políticos, otros funcionarios. Abundan los ejemplares, sobre todo en el país que habitamos. Cuanto más hartos estén, menos importunos serán".

1.087.1 Daimiles (Ham) - 017

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