"Vete
a la hormiga, perezozo;
Considera
sus caminos y hazte sabio.
Ella no
tiene ni jefe,
Ni
inspector, ni aimo;
Ella
prepara en el estío su comida,
Ella recoge
en la siega con qué alimentarse
El ingrato, el envidioso, el vano, el ignorante, el
rapaz... todos los representantes de la necedad y de la malicia humanas están
retratados en estas "Narraciones", donde, sin blandir la cachiporra
de Hércules, ni fulminar los rayos de Jove, ni arrojar los dardos de Diana o
Artemisa, movemos guerra al vicio, oponiendo el buen sentido poco común a la
sandez, la prudencia a la temeridad, la sobriedad a la glotonería, la religión
a la superstición, la ciencia y amor del estudio al estéril bullicio de los
parleros.
Aquí se ve el ladó ridículo de quienes, siendo
escuerzos quisieron ser búfalos, siendo chimangos pretendieran ser pavos reales
ador-nándose con plumas ajenas, siendo asnos las echan de pumas, siendo macacos
tiran a pasar por hombres, siendo mulos hablan de aristocracia, siendo ratones
tienen en menos al elefante.
Truchamanes de cien seres diversos, las Musas Melpómene,
Talia y Clío, ornadas con los dones de Polimnia, nos han interpretado cuando
dicen bajo los cielos los actores de este Drama inconcluso.
Porque hay otras cien lecciones más, en otras tantas
escenas, que no han tenido cabida aquí. Scribendi
libros nullus est finis, nos advierte el Eclesiastes: "ponerse a
escribir libros, es cosa de nirnca acabar". Las seis Series de
"Narraciones" bastan para mis intentos.
Los jóvenes que ahora van aumentando el acervo de sus
conocimientos y, frecuentando diariamente los más puros, castizos y fecundos
creadores de la lengua castellana, se
forjan un lenguaje y un estilo, podrían cuando les llegue la hora oportuna,
corregir, aumentar y proseguir la tragicomedia de lo que denominaba la mujer de
genio que fué santa Teresa de Jesús "la farsa mal concertada de esta
vida".
Forse altri
canterá con miglior plettro.
Y ahora, a la escena final.
Está sacada de la Vida de los Padres del Desierto y será como
el complemento del "Sueño de un Baturro", como el Epilogo de estas
fábulas, cuentos, narraciones y apólogos.
En la ciudad de Pavía, ciudad rica y famosa de Italia,
en la provincia que llaman Lombardía, vivían Francisco, Fidelio y Camilo, tres
caballeros ricos y principales, y tan amigos que, por excelencia y autonomasia,
eran llamados los tres amigos de
todos los que les conocían. Eran solteros aún, mozos de una misma edad y de
unas mismas costumbres; todo lo cual era bastante causa a que los tres con
recíproca amistad se correspondiesen. Bien es verdad que Francisco era algo
más inclinado a los conciertos y saraos que Fidelio, al cual llevaban tras sí
las justas del Foro, y que Camilo, que se perecía por la caza; pero cuando se
ofrecía, dejaba Francisco sus tertulias para acudir al bosque, y Camilo las
armas para ir a las justas forenses. Y de esta manera andaban tan a una las
tres voluntades (¡prodigio increíble!) que no había trío de cronómetros que
así anduviese.
Por fin, les llegó a ellos también la hora de la sed, según expresión de
Thévenin en su "Retour d'Ariel", la hora del hastío de todas las cosas,
la hora de la conversasión, la hora de la vuelta a sí mismo y a Dios, es decir,
a la Realidad.
El mundo en que vivimos y actuamos es, efectivamente,
el mundo de las sombras, de las apariencias fugaces, de la nada, y debe
retornar al mundo de la verdad, de la vida, del Ser; así el mortal devuelve el
cuerpo a la tierra de, que fué formado y entrega su espíritu a.llios que lo
creó.
Como son sin número las sendas que conducen a la casa
paterna, aunque todas ellas de poco bullicio, según el Evangelio: "¡Cuán
estrecha es la puerta y angosto el camino que llevan a la Vida , y pocos son los que
andan por él!" Nuestros tres amigos, siguiendo la vocación propia, tomaron
senderos distintos. Francisco, siguiendo las huellas del Poverello, buscó la soledad; Fidelio quiso hacer de juez árbitro y
componer amigablemente voluntades enemistadas; Camilo abrazó el estado de
enfermero desinteresado en un bien poblado Hospital.
Aliviar las dolencias corporales, asistir y confortar
a los moribun-dos con nobleza de alma y compasivo corazón, es una alta caridad
digna de los mayores elogios. Camilo se consagró a su santa labor sin miras ni
respetos humanos, no viendo en cada enfermo sino la imagen viviente de Aquel
que llevó sobre sí todas las miserias de la humanidad, excepto el pecado.
En todo tiempo han sido los enfermos lo que hoy siguen
siendo: impacientes, caprichosos, egoístas y siempre prontos a la queja; frutos
amargos de la misma enfermedad.
Camilo ejercitaba su paciencia, acudía a todos sin
ninguna preferencia, de día y de noche, estudiaba para hacerse más útil,
hurtando horas al sueño, (escribiento esto me parece ver aún al santo seglar,
otrora miembro del Directorio de una Compañía de Vapores de Ultramar, que, con
el nombre de "Hermano Juan", tantos servicios prestó en el Asilo de
Ancianos de la Recoleta ,
de Buenos Aires), se sacaba el pan de la boca, según la frase popular, y no
escatimaba sacrificios en pro de sus inválidos y enfermos.
-"Tiene sus preferidos; a unos los atiende horas
enteras y da a otros apenas cinco minutos. ¿Por qué no me hace regalitos a
mí?... Está de acuerdo con el cocinero para darle mejor comida a sus amigos; y
a nosotros, bazofia. ¡Caray con estos santos de nuevo cuño!"
Tal era la paga que recibía Camilo, no cada quincena,
sino cada día.
Estas quejas y murmuraciones idiotas, este desagradecimiento
irritante, eran poca cosa al lado de los quebraderos de cabeza, embrollos
inextricables, rifirrafes estupendos en que se veía metido hasta los topes
Fidelio, por su cargo de concertador de malas voluntades. ¡Se necesita tener
agallas, hígados, y no sé qué más, para entrarse por esos berengenales! Es casi
como querer apartar dos perros trabados en feroz pelea, o encontrarse
encerrado en una pieza con dos gatos rabiosas, o intervenir en el pugilato de
dos dementes... que lo menos que uno puede atrapar es dejar en la boca de
aquéllos un buen bife con su pedazo de pantalón, etc., o sacar la cara hecha un
mapamundi de puros arañazos, o recibir una granizada de puñetazos capaces de
acabar con un bisonte.
-"¿Por quién nos toma ese árbitro de satanás!..."
¡Claro! mi enemigo le ha untado las manos, y entonces yo no tengo razón. Pero
si espera que le voy a ofrecer dinero, está más fresco que una lechuga
¡cascajo! Quien quiera ser juez árbitro, aprenda a guiarse por el fiel de la
balanza. Tanta gazmoñería para salirnos luego con trampitas en el juego de los
platillos. ¡Menos rosarios, caramba, y un poco más de justicia!"
Era el estribillo de casi todos los clientes, que no
podían ignorar, por cierto, la abnegación y el desinterés de Fidelio.
Un día, descorazonado por la insondable necedad de
esos palurdos de casaca y mandil, o de levita y galera, que prefieren la muerte
a dejar de pleitear, se fué al hospital de su amigo Camilo. Llegó sin avisar, y
tuvo oportunidad de oír los comentarios de los enfermos. Las cosas se habían
agravado con el inviolable silencio de Camilo ante la ingratitud de sus protegidos:
aquello era como para taparse los oídos con algodones.
Comprendiendo entrambos amigos que sus intentos nobles
habían poco menos que fracasado, resolvieron ellos también buscar la soledad y
el silencio de los bosques, de las rocas abruptas, de las fuentes cristalinas
al abrigo de los vientos y del sol estival. Podían hacerlo a la sazón, tenían
derecho al retiro: los servicios prestados a la sociedad, durante años y en
tales condiciones, los hacía acree-dores al reposo de los postreros días.
En el desierto se encuentran con Francisco, olvidado
del mundo insano, pero no de los que en el mundo sufren, por quienes ofrece
cada día a Dios súplicas y penosos sacrificios; encuéntranlo absorto más que
nunca en el misterioso mundo interior que es nuestra propia alma y que la
mayoría de los hombres ignora; como ignora las estupenda creaciones de la flora
y fauna abisal de los mares, el corcho que flota al azar de los vientos y las
corrientes. Hállanlo más que nunca sumergido en una vida que trasciende el
mundo de la sensación, el mundo de la representación, el mundo de los conceptos
distintos, y arrebata el espíritu hasta el Bien incomprensible, posesión
fugaz de la Divina
Esencia.
Después de confundirse los tres en una estrecho abrazo
y haber dado un razonable vagar a los sentimientos y recuerdos de los años
pretéritos y de la hora presente, Fidelio y Camilo piden consejo al santo
solitario.
-"Pedid consejo a vosotros mismos", responde
con humildad y honda sabiduría Francisco. "Los antiguos habían grabado
en el frontón del templo de Delfos: Conócete
a ti mismo, y antes, la
Escritura había enseñado a los hombres: "Yo lo he dicho:
dioses sois, y todos hijos del Altísimo". ¿Quién mejor que vosotros,
Fidelio y Camilo carísimos, puede saber lo qué le exige el alma, el ser
profundo, la esencia misteriosa de nuestro espíritu? "La tierra está
desolada porque no hay quien reflexione hondamente en su corazón" lloraba
Jeremías ante las ruinas de Jerusalén. Conocerse a sí mismo, es conocer a Dios;
ambos conocimientos son correlativos. Dios lo ha dispuesto así, y por eso nos
ordena que "volvamos al corazón". Quien se conociese tan sólo a sí,
caería en la desesperación; quien sólo conociese a Dios, sería víctima de la
presunción: la síntesis de ambos conocimientos nos salva.
"En la soledad es donde conoce el hombre su
verdadero ser; la dispersión del espíritu nos hace ajenos a nosotros mismos, en grado mayor o menor, desde el de
simple disipación hasta el de alienación.
"Nuestro ser profundo es como el espejo luciente
de una agua cristalina: si la plateada fuente está agitada no nos dará la fiel
imagen de nuestro rostro; si está combatida por los vientos que remueven el
légamo del fondo y lo traen a la superpicie, ¿cómo nos veríamos en ela? El
cieno se opone, como capa negra, a los destellos del líquido cristal, y anula
el espejo.
"Caros amigos, dejad asentarse la resaca, y
contemplaréis entonces vuestro rostro. El desierto, la soledad, el silencio,
la desnudez espiritual, el recogimiento interior, la absorción en sí mismo y en
Dios, la submersión en el Bien incomprensible, retorno de nuestra alma a su
origen primero, la posesión de la
Divinidad que a todos es ofrecida por el Amor primordial de
quien proceden los espíritus, os hará contemplar "la belleza maravillosa y
tan grande" de que hablaba Plotino cada vez que, olvidando el ser
material, se despertaba a sí mismo y tomaba conciencia de la Deidad presente. Esa
inenarrable Belleza, que cantan las Escrituras y el Universo, los Santos y los
Genios; la que arroba a los Angeles y a las Almas extasió a Platón y Aristóteles,
arrebató a san Pablo y a san Agustín, llenó de indescriptible júbilo el alma
de millones de seres de todos los climas, de todas las edades, que cantarun en
estrofas y páginas inmortales san Bernardo, santo Tomás de Aquino y san
Buenaventura, santa Gertrudis, santa Angela de Foligno, el Beato Suso, el
Maestro Eckart y Ruysbroeck, santa Catalina de Génova, santa Teresa de Jesús y
el estupendo Poeta de la Noche Oscura del Alma, san Juan de la Cruz.. ."
Admirados oyeron Camilo y Fidelio las palabras ardientes
de Francisco, y resolvieron permanecer en la soledad, Habían dado sus mejores
años a la vida activa, a la asistencia del prójimo; hora era de comenzar la
vida contemplativa, la creación de sí por sí, la más ardua y noble empresa de
la humana existencia.
No faltaría quien los reemplazase en el mundo: que
siemre habrá enfermeros y abogados, y jueces de paz y agentes de policía,
puesto que los hombres han de seguir enfermándose y pleitando y cometiendo
barrabasadas. Tales profesiones y empleos no estarán nunca vacantes: la honra,
el interés, cuando no la caridad pura de los Camilos, nos aseguran de ello.
Desgraciadamente, la vida exterior nos hace perder de
vista a nosotros mismos; el torbellino de la existencia nos arrebata como el
viento de Otoño la hojarasca; las actividades del siglo, aun las buenas, nos
enajenan hasta trocarnos en verdaderos títeres. Nadie lo sabe mejor que cada
uno.
De los jefes supremos al último de los ciudadanos, del
magistrado al labriego, del académico al mozo de cordel, estamos todos sujetos
a mil contrastes, al infortunio que abate, a la prosperidad que corrompe, a la
dispersión del espíritu que nos ciega.
Y si los que mandan y presiden buscan algún tiempo de
paz y soledad, anhelan vacar ciertos días a la vida del Espíritu, no falta un
disipado, un adulón insano que les diga que eso estaba bien para los emperadores
y reyes de la Edad Media ,
o para un Carlos V y un Carlos Alberto de Saboya... pero que los tiempos han
cambiado.
Si los tiempos cambian, las necesidades del alma son
siempre las mismas. Sea la conclusión de esta obra, y ¡plegue a Dios que no
haya sido ella inútil ni para ahora ni para el futuro! El autor la ofrece de
corazón a niños y adolescentes sin experiencia, a varones y a ancianos
curtidos en la lucha por la vida.
Y ahora, comprobando una vez más la verdad del aforismo
pascaliano: qui fait l'Ange fait la Béte , el autor que, por
amor de los pequeños vivió en compañía de las bestias, se vuelve a vivir con
los solitarios, los anacoretas, los contemplativos que, negando el mundo
sensible, dejando atrás el mundo de las aprehensiones distintas normales y
supranormales, -se esforzaron por vivir en el abismo de la Fe con la Noticia confusa y obscura, general y universal,
simple, amorosa y pura, mística y Divina, que dice san Juan de la Cruz , donde el alma se conoce
y mejora; vida de unión en la que le absorbe la vida dispersa; mundo eterno
donde debe abismarse el mundo aparente...
"El
que allí llega de vero,
De sí mismo
desfallece;
Cuanto
sabía primero
Mucho bajo
le parece.
Y su
ciencia tanto crece
Que se
queda no sabiendo
Toda
ciencia trascendiendo".
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¡Dios sea loado por haberle permitido escribir estas
festivas narraciones -Oda multiforme a la Alegría- que un alma torturada y tempestuosa
obsequia a los hombres descorazonados y tristes en esta edad de mortal
pesadumbre, de guerras fratricidas!
1.087.1 Daimiles
(Ham) - 017
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