Dicen graves autores (y en esto yo me lavo las manos)
que este sujeto (que por cierto no había inventado la pólvora) era pariente por
línea colateral de un lobazo que, desesperado de hambre al fin de un riguroso
Invierno, quiso engatusar un caballo frisón y salió con las muelas deshechas,
según ya vimos en la narración de El
Caballo y el Lobo médico.
Llega, pues, la raposilla al antro de maese Lobo gañendo
sofocada:
-"¡Venga, maestro, y verá un espléndido animal
paciendo, en nuestros campos; jamás he visto cuadrúpedo más elegante, mejorando
lo presente; íestoy como deslumbrada, carambita!".
El lobo se atusó gravemente los bigotes, pensativo
además, los ojos clavados en la hojarasca y, por fin, preguntó:
-"Dime, chiquilla, esa bestia que has visto ¿te
parece que es de fuerzas mayores que las nuestras? ¿Qué catadura tiene? ¡A ver!
Hazme aquí un esbozo, un boceto, un rasguño, una silueta, un escorzo, una caricatura...
lo que quieras, porque yo apruebo a Napoleón que decía: "hágame usted un
croquis; un croquis me dice más que tres discursos".
-“¡Pero, maestro!” saltó la raposa riendo,
"todavía no sé distinguir la o ¡y quiere que sepa dibujar a ojo! ¿No
estará usted soñando?
"¡Calla, hija, que tienes razón de sobra! Es que
una maldita muela me tiene loco desde anoche; pero yo te voto a tal que
saltará en menos tiempo que salta una liebre, o me pelaré las barbas donde yo
digo entre dientes..."
-"Caminando, maestro, se le dormirá o adormecerá
ese dolor agudo. ¿No quiere llegarse hasta la pradera? ¡Venga! ¿Quién nos
asegura que ese animal no es buena presa para nosotros todos? Quizás nos lo
manda la fortuna...".
"Fortuna será, Raposilla, que salga bien librado
yo de estas andanzas con tales dolores de muela; pero, en fin, ya que te
empeñas, vamos".
No hubieran bien llegado aún al ejido do pacia el
Rocinante cuando el lobo, respingando, ululó:
-"¡Pero si es un caballo como un pino de oro! ¡Por
vida de mi abuelo, chica, que plato! Con decirte que se me ha esfumado el
dolor de quijada con solo verlo... Ahora, despacito y con maña, acercarnos a
ese esclavo del hombre".
El tataranieto del Rocin andante poco tardó en
percibir la pareja zorrolobuna, y en un tris estuvo que no emprendiese veloz
carrera hacia las casas; el bicho era algo desconfiado, y nada amigo de entes
selváticos. Pero la zorrita, engolosinada por las palabras de maese Lobo,
habíase ya acercado al corcel:
-"¿Su gracia, señoría? El maestro y esta
servidora estamos a las órdenes de usiría. Deseamos saber el ilustre nombre..."
-"¡Con el mayor gusto!", respondió el
caballo cortés; cabalmente me lo acaba de grabar el herrero mayor de su Majestad,
en el blasón de oro que veis aquí". Y levantó la pata derecha, mostrando
una herradura estupenda.
-"Si tenéis buena vista", prosiguió el
equino, podréis leer mi nombre, apellido y alcurnia..."
No le gustó a la zorrita el ademán y, sin la menor
malicia, sólo por saber que a maese Lobo le gustaba la lisonja, replicó
sonriente:
-"Aun no voy a la escuela, señoría, y no sé si me
mandarán mis padres, porque tienen mucha tarea en los gallineros y corrales;
pero mi tío, aquí presente, es muy leído, y conoce la mar de libros..."
-"No desageres,
muchacha, que sólo alcancé el bachillerato". Y, mirando la cara socarrona
del caballo, añadió con cierto retintín:
-“Servidor de vuecencia en todo lo que mande: soy bachiller
por Filadelfia, que no hay más que bachillear. Voy a leer esos jeroglíficos del
blasón acerado de usiría...". E hizo ademán de buscar, y montar a caballo
sobre su hocico unas gafas fantasmales o imaginarias. (Para no ocultar nada,
debo decir que este lobo era de unas entendederas más tupidas que caldo de
habas, y podía darle quince mil y raya al vivaracho que puso a asar la
mantequilla).
Puestas a caballo sobre el hocico, como dijimos, las
gafas de bachiller por Filadelfia, se fué acercando al caballo que había
ancogido aun más la pata, y cuando se disponía a leer, aglzzando la vista, una
coz formidable le alcanza los morros con la rapidez del rayo, como soltada por
una catapulta, haciéndole papilla todo el sistema bucal y masticatorio, y
mandando rodar buen trecho su bachilleresca persona.
Del gaznático de la Raposilla brotó
agudísimo chillido, y saliendo por el puntiagudo hocico, taladró las nubes que
pasaban bajo la bóveda azul. El rocín puso pies en polvorosa, y la zorrita se
encontró en cuatro saltos cabe el cretino que seguía aun patas arriba,
gruñendo miserablemente. Le prestó los primeros auxilios, y luego llamó a los
vecinos; acudieron algunos lobos y lo transportaron a lugar seguro, reteniendo
a duras penas la risa. Decía uno de. ellos al mal ferido bachiller:
-“¿En dónde habéis vos aprendido, nora en tal y en tal
se os diga, a poneros a tiro de una coz de caballo, de mulo, o de asno que sea!
¿Era vuestro amigo ese corcel? ¡No olvidéis, desdichado, que el sabio y el
prudente desconfían de quien no conocen!".
-"¡Amén!",
respondió comido de furor y saña el descalabrado bachiller, rascándose
rabiosamente el costillaje.
1.087.1 Daimiles
(Ham) - 017
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