Llegó su amistad a ser proverbial entre la gente
lacustre: patos y quelonios estaban, como se dice, "a partir de un
confite", o mejor dicho, de un rábano, ya que no son los confites para las
lagunas.
A causa de unas manchitas que tiene el Sol
(extensiones de centenas de miles de kilómetros con un fuego infernal) y que
dan la cara a la Tierra
periódicamente, se originaron olas de calor que fueron secando el estanque en
un santiamén. Los palmípedos se vieron en vísperas de emigrar, porque ¿cómo
parpar, barbotar, chapucear, y menos nadar, a un estero reducido a
barro seco, agrietado y hecho rajas?...
Una de esas mañanas, pues, antes que el alborada
cediese el horizonte a la aurora, y el Sol les chamuscase los plumones, ambos
patos se encaminan, dando tumbos y parpando, al hueco de la tartaruga.
-"Cara amiga, la suerte está echada, el dado se
tiró, álea jacta est; nosotros también vamos a cruzar el Rubicón, digo, el
Santa Lucía, y buscar por los bañados del Río Negro aguas más abundantes y
profundas..."
-"Dejándome a mí metida en estos lodos resecos...
¡Ay, amigos, qué triste vida me espera! No hubieran procedido así vuestros
tatarabuelos, llegados de las lagunas Pontinas allá por 1820, y de quienes fui
tan amiga. Segura estoy de que, si hubiesen tenido que cambiar de laguna, me
habrían llevado consigo”.
Y se echó a llorar a mares, a lágrima viva y a moco
tendido, cosa muy comprensible dada su edad, que frisaba en los cien abriles.
Los dos patos marcaban el paso ante la amiga,
barbotando en el aire, y pensando, con algún ¡cuá! ¡cuá! ¡cuá! de tarde en
cuando. De repente, uno de ellos aferra con el pico casi plano la punta de una
estaca, ofreció el otro extremo a su compinche que lo sujetó y batiendo alas,
exclamó como Arquímedes: "¡Eureka!
¡lo hallé!"
La tartaruga enjugando sus lágrimas preguntó qué pasaba.
-"Lo que pasa es que va a volar con nosotros,
cara amiga, y hoy mismo. La llevaremos por los aires como una princesa, verá
el Cerro, la plaza Artolas, el Buceo, la Blanqueada , las Tres Cruces... y, si le parece,
la llevaremos hasta Norte América ¡caramba! Verá docenas de repúblicas con
bastante canallocracia, estados que se dicen unidos, caciques con plumas y con
frac, caudillos gordos y votantes flacos, caballos de comisario que no pierden
una sola carrera, pulperos rebautizadores de vino, diputados y concejales que
ya deletrean, pero todavía confunden el Aconcagua con el Mar de Azof, mil usos
y costumbres diversas de blancos, negros, indios, mulatos, mestizos, zambos y
cuarterones... ¡vamos, que será usted el Ulises u Odyseos de las
tortugas!"
-"¡Madre mía!" respondió la encaparazonada,
juntando ambas manos, digo, ambos muñones anteriores sobre el pico, y poniendo
en blanco los ojos adormilados. "¿Y no se están mofando ahora estos
bribones de esta ingenua tartaruga!"
-"¿Qué mofas ni que chufetas está usted pensando,
amiga? Ahora verá si sale volando o no".
Y los patos, aferrando la estaca por los cabos, se la
presentan al quelonio por el medio:
"¡Abra ese pica, amiga, tome el palo, ajústelo
bien, y guárdese mucho de soltarlo mientras volemos!" le dicen.
Levantan al punto el vuelo, rumbo a la capital, para
enfilar luego y llegar por etapas a la boscosa región del Río Negro. `
Por doquiera que pasaban, gentes y animales contemplaban
estupefactos el nunca visto vuelo de una tartaruga de par con ánades
silvestres.
-“¡Esta si que le ganaría la carrera a la liebre, al
galgo, al mismo lucero del alba!" vociferaba una lavandera del arroyo
Miguelete. "¡Qué modo de volar! ¡por todos los bagres! Y todavía con la casa a cuestas! ¡cuerpo de
mil cangrejos!".
Encendió, un "charuto", tagarnina, mata-vizcacha,
o como los llamáremos, soltó cuatro bocanadas de humo capaces de marear a un
bisonte, escupió por el colmillo, y prosiguió sempre crescendo:
-"¡Milagro! ¡Vengan a ver por las nubes a la
reina de las tortugas volando para la plaza Zabala!..."
-"¡La reina, bien dicho !La soy y seré..."
chilló desde arriba la chocha tortuga, abriendo el pico y soltando la estaca.
Tuvo la lavandera el tiempo justo de dar un brinco y
ladearse lo más posible para no quedar descalabrada y acabar como Esquilo, en
el Horóscopo de estas narraciones.
-"¡Por vida de cien mil mojarras, qué
porrazo!" vociferó abriendo tamaños ojos la dama renegrida, y contemplando
la tortuga hecha tortilla. "¡Pero esta sopa de tartaruga no la pierdo yo!
Y de no ¿con qué me saco de encima el estupendo chucho que me pesqué?"
Y la reina de los quelonios, por parlotear, dió
consigo en la olla de una cambá,
tronchando en ciernes el viaje más maravilloso que pudo soñar una tortuga
lacustre.
1.087.1 Daimiles
(Ham) - 017
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