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lunes, 25 de marzo de 2013

El zorro y el cabrón

La guerra del Peloponeso había entrado en su vigésimo quinto aniversario y se acercaba el día en que Lacedemonia, con su moral espartana, humillaría a Atenas decadente.
Cierto zorro, sargento por mérito de guerra, recorría la campaña, seguido de un cabrón archibarbudo de los más cornú­petas. Si el raposo no era lerdo, el chivo era, créase o no, un lince. Iban ambos en busca de agua para la compañía acampada en la planicie de un árido cerro y, aunque seguían las mismas enseñas grecianas, el cabro y el raposo se mascaban y no se tragaban.
Dieron, por fin, en un pozo asaz profundo al que bajaron no se sabe cómo (hay diversas hipótesis), y donde se hartaron de beber, quedando "propiamente" como odres.
Tratábase de remontar a la superficie:
-"Cabo lampiño, dijo a esta sazón el Zorro al barbudo Cabrón, hemos bebido, la compañía nos espera, y en la tar­danza está el peligro: ¡hay que salir de aquí! Según los regla­mentos militares, la retirada debe hacerse por escalones, a me­nos que se oiga el "¡sauve qui peut!" iSalva tu alma! que no es nuestro caso. Empínate, pues, apoyando tus manos en la mam­postería, humilla el testuz para que tu cornamenta quede hori­zontal bajo mis pies. Subiré por tu lomo, me apoyaré en tus astas y, de un brinco, alcanzaré el brocal desde donde, tendién­dote las manos, por no decir zarpas, te ayudaré a salir del pozo...
Había que obedecer o pasar por ante un consejo de guerra.
-“¡Yo te voy a dar retirada por escalones, y brincos y subidas, pillo redomado!” berreó sotto voce el Cabro mientras, obedeciendo la orden de su sargento que así le quería abando­nar con engaños, tomaba la posición indicada al tiempo que el raposo se atusaba, satisfecho de su caletre, el rígido bigote.
-“¡Lísto el escalón, mi sargento!" berreó con sorna el Chivo, ya en posición reglamentaria.
-"¡Bravo, Lampiño, mereces una citación en la orden del día y la tendrás!” gruñó el Zorro trepando por el espinazo y afirmando las patas en los cuernos del caporal Cabro para tomar el impulso que lo pondría en el brocal del pozo...
De repente el escalón cede, rueda el sargento felón al agua panza arriba, y el cabo, sirviéndose del odre flotante como de un trampolín, logra en un supremo esfuerzo ganar la salida.
-“¡Sosténgase a flote, sargento, mientras corro a buscar a quien lo saque de ese baño al cual llegamos tan torpemente uno y otro, y en donde pretendía plantarme!"
Tal dijo el Cabrón a guisa de despedida; y como oyera la­dridos de alanos y dogos, emprende la retirada, no por escalo­nes, sino en veloz carrera.


1.087.1 Daimiles (Ham) - 017

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