Los brazos abiertos del Cristo crucificado se
cernían sobre su catre de dolor, flanqueado por la imagen de la Vérgine de Miguel Angel, y la de san
Mauricio, de la Legión Tebana.
En las paredes laterales veíanse algunas
tricromías que la pátina del tiempo había vuelto amarillentas, representando
escenas de la epopeya napoleónica.
En la pared frontera campeaba un cuadro
impresionante de la Italia de principios del siglo XIX, encadenada, sin corona
ni cetro, sin armas, llorosa y desangrada, tal como la pintara el estupendo
poeta Leopardi, tres de cuyos versos podían aún leerse al pie de la majestuosa
y humillada matrona:
Piangi, che
ben hai donde, Italia mía
Le genti a
vincer nata
E nella
fausta sorte e nella ría".
Después de haber cumplido como buen cristiano
preparando su pasaporte en la forma que lo hiciera el protagonista de El Labrador y sus hijos, llamó el
veterano a sus hijos, que eran siete, y mostrándoles un haz de gruesos mimbres,
dijo al menor de ellos :
"Trata, hijo, de romper ese haz para
alimentar la chimenea".
Obedece el joven leñador y procura con todas
sus fuerzas partir en dos el apretado haz, pero pronto tiene que darse por
vencido.
-"Pásalo a tu hermano que te sigue",
le dice el anciano valetudinario.
Toma el aludido, a su vez, los mimbres atados
y se esfuerza, mas sin éxito, por hacer dos manojos de uno. Los hermanos se van
sucediendo así hasta el séptimo sin llegar a cumplir la erden del padre
yacente.
"¡Alcanzadme el haz!" dice entonces
éste: "veréis cuán fácilmente lo parto por la mitad".
Los hombres se miran acongojados, creyendo que
el padre delira, pero obedecen. Toma a esta sazón el moribundo los mimbres uno
tras otro, después de desatarlos, y con un leve esfuerzo de sus manos
temblorosas los va rompiendo todos.
-"La unión hace la fuerza invencible,
hijos, y la desunión echa por tierra a los más poderosos: no lo olvidéis nunca.
Ha sido la historia de Atenas, de Roma, de Carlomagno, de Napoleón. Nuestra
patria gloriosa, hoy inerme, proseguirá su misión milenaria el día en que todos
sus hijos, del Naciente al Poniente, del Austro al Septentrión, de todos los
confines de la tierra se habrán juntado en uno como el haz de los lictores
romanos que aterró a los soberbios y exaltó a los vencidos...
"Tu
régere imperio pópulos romane memento
Debellare
superbos, parcere subjectis".
Y juntando sus demacradas manos en una
postrera plegaria, el viejo legionario del príncipe Eugenio rindió su espíritu
al Creador.
1.087.1 Daimiles (Ham) - 017
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