Cierto día, el tigre, llevando por guía y consejero al
zorro más astuto y ladino de la zorrería, exploraba la comarca en busca de
lugar apto para celadas tigrescas.
De súbito, en un claro del monte, aparecen los cuatro
cornúpetas en formación cerrada, camino del abrevadero, cabe el ribazo del
arroyo cercano.
-"¡Cómo! ¿Acaso los vacunos no habían olfateado
la presencia de un enemigo carnicero?" preguntará aquí el lector
escéptico.
Desde lejos, efectivamente, habían olido el tigre los
búfalos, pero se les dió un ardite del felino, como lo probaron dos de los
vacunos arremetiendo contra él y haciéndole poner pies en polvorosa, seguido
del zorro que corría que se las pelaba.
Bien alongados ya del peligro y pasado el sofocón,
mientras los taurinos bebían y se bañaban a toda su anchura y libertad de
movimientos, tigre y zorro tienen consejo de guerra. Se resuelve inducir a los
cuatro mastodontes a no desconfiar, a saber separarse de tarde en cuando para
explorar mejor la región boscosa.
-"¡Buenas tardes, valientes búfalos!"
comienza por decir el raposo de vuelta, bajando el hocico y barriendo con su
escobillón la pista del ribazo. "¡Morrocotudo susto nos habéis dado, por
vida del Minotáuro! Allá está mi amo y señor soplando y temblando aún, sin
poderse explicar el por qué de vuestro repentino ataque a cuatro. ¡Si uno solo
de vosotros puede poner en fuga al más valiente de los tigres y de los
leones!"
Halagados los vacunos, soltaron aquí al unísono un
bramido que hizo retemblar los barrancos del arroyo, y escarbando el suelo,
rabo cruzado sobre el lomo, dan comienzo a un cuarteto vocal estupendo y
atronador. Los pobres búfalos habían tragado el anzuelo.
-"¡Si esto no es polifonia vocal, y de la más
impresionante, venga Orlando de Lassus y dígalo!" prosiguió el zorro.
"Y a propósito, siguió diciendo, ¿saben que no harían mal, sino muy bien,
en visitar los múltiples pastizales de la comarca? Los conozco palmo a palmo,
y me ofrezco a acompañar a uno, después de otro a mis valientes señores los
búfalos. No hay señal de hombre por allá, y me consta que la fiera que se atreva
a atacar un búfalo de vuestro empuje aún está por nacer..."
Aceptada la oferta, disgregóse desde el día siguiente
la cuadriga vacuna, y en cuatro semanas quedó aniquilada por las zarpas del
tigre que, trepado en la horcajadura de un árbol cercano al abrevadero,
esperaba al búfalo que volvía solo, se abalanzaba sobre él y, a fuerza de
garras y quijadas lo ponía fuera de combate.
1.087.1 Daimiles
(Ham) - 017
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