Ello es que el primo se
había declarado a la prima. Había hablado él también de amores que en el cielo
empiezan y siguen en la tierra; del más allá y del algo desconocido, trinando
principalmente contra el derecho civil vigente y los matrimonios desiguales.
Que Eufemia quería a
Pánfilo, no debía ponerse en tela de juicio, y no se puso. No lo hubiera
consentido Eufemia, para lo cual era axiomático: primero, que su esposo era un
sabio, y segundo, que ella le quería como a las niñas de sus ojos.
En vista de que el
dogma era inalterable, Héctor
procuró barrenar la moral, obrando como un sabio mucho mayor que su primo.
La mujer siempre es un
poco protestante: piensa que fides sine
operibus vale algo, y que, a fuerza de creer mucho, se puede compensar el
defecto de pecar no poco.
-Tu marido es un sabio,
convenido; pero ¿y eso qué? -esto dijo el primo, que fue como leer en el ya
citado fuero interno de Eufemia-. Supongamos que tú te enamoras de otro hombre
que sólo sepa lo que Dios le dé a entender, ¿bastará la sabiduría de tu marido
para evitar lo inevitable?
Eufemia no tenía qué contestar.
De hipótesis en hipótesis, llegaron los primos
Al puente que separa
a Eva inocente de Eva pecadora.
1.005. Pardo Bazan (Emilia)
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