En cierto
reino, en cierto país, vivía un barin tan valiente, que no le tenía miedo a
nada. Y tenía un criado llamado Fomka.
Un día
hicieron sus preparativos y se pusieron en camino. Anda que te anda -no sé si
poco o mucho-, les sorprendió la noche oscura en pleno bosque. Conque, yendo
por el bosque, descubrieron una cabaña y vieron que había luz dentro.
-Vamos a
guiarnos por esa luz, Fomka -dijo el barin.
Llegaron
a la cabaña, entraron, y se encontraron con que allí había un muerto.
El barin dijo:
-Vamos a
pasar aquí la noche, Fomka.
-¡Ay, no,
barin! Tengo miedo. Será mejor que sigamos adelante.
-¡Estúpido!
¿Te has creído que voy a andar rondando por el bosque porque tú quieras?
Conque el
barin agarró su látigo y se acostó al lado del muerto. Fomka se metió en la
boca de la estufa, tiró de la puertecilla, acombándola, volvió a colocarla en
su sitio, pero por dentro, y apoyó los pies en ella.
Llegó la
medianoche, el muerto se levantó y se encontró con aquel vecino inesperado. El
barin, sin desconcertarse, agarró el látigo y la emprendió a latigazos con él.
Estuvieron
peleando mucho tiempo hasta que cantó el gallo; el muerto volvió a caer en su
sitio y el barin gritó:
-iFomka!
¡No seas cobarde! Sal de la estufa y carga al muerto en el carro.
Fomka
salió de la estufa y cargó el muerto en el carro.
Amo y
criado montaron también en el carro y reanudaron su camino. Al atardecer,
después de andar un día entero, llegaron a una aldea donde se encontraron a
toda la gente en la calle, llorando amargamente.
-¿Por qué
lloráis así? -preguntó el barin.
-¡Ay,
bátiushka! ¿Cómo no vamos a llorar? La Muerte ha tomado la querencia de venir todas las
noches a comerse a nuestros hijos...
-A ver:
decidme dónde está.
-Hoy
vendrá a esa casa.
-Fomka
-dijo el barin-: vamos de caza. Quizá tengamos también suerte hoy.
Se
detuvieron delante de la casa que les habían señalado y pidieron albergue para
la noche.
-No
podemos dejarte entrar -contestó el amo- porque esta noche vendrá la Muerte a nuestra casa. Ya
le tenemos preparado a un niño. `
-Déjame
entrar de todas maneras. Quisiera ver qué aspecto tiene esa Muerte.
Conque le
dejaron entrar. Una vez en la isba, el barin agarró el látigo y se sentó en un
banco. A medianoche llegó un muerto. El barin preguntó:
-¿Quién
anda por ahí?
-Soy la Muerte.
-¿Y
tienes licencia?
-¡Valiente
pregunta! ¿Dónde has visto tú que tenga licencia la Muerte ?
El barin
la emprendió con él a latigazos. Entonces el muerto escapó como pudo y corrió
al cementerio, adonde estaba su tumba. El barin le siguió hasta el cementerio,
hizo una señal en aquella tumba y volvió a la casa, donde fue acogido con
grandes honores.
Por la
mañana dijo el barin:
-iFomka!
Engancha los caballos y vamos al cementerio, que se me ha olvidado allí una
cosa.
Así lo
hicieron. El barin encontró la tumba marcada, la excavó y sacó al muerto que
había dentro.
-Agárralo,
Fomka, y súbelo al carro.
Fomka
obedeció, y así se encontraron con dos muertos.
-Con esto
nos basta -dijo el barin-: ya tenemos un esturión y una beluga[1].
Siguiendo
su camino llegaron a otra aldea donde también estaba llorando la gente.
-¿Por qué
lloráis? -preguntó el barin.
-¡Ay,
bátiushka! ¿Cómo no vamos a llorar? Aquí cerca, en el bosque, viven unos
bandoleros que nos maltratan, nos saquean, nos pegan palizas de muerte...
-¿Y en
qué lugar viven esos bandoleros? Los campesinos se lo explicaron.
-Fomka
-dijo entonces el barin-, iremos de caza a ver si tenemos suerte.
Echaron a
andar hasta encontrarse con una casa muy grande en el bosque. El jefe de los
bandoleros los vio venir por la ventana y dijo:
-Muchachos:
ahí llega un barin. Vamos a recibirle como se merece.
El barin
entró en el patio, luego en la casa, y allí se encontró con doce bandoleros que
estaban almorzando.
-¡Buenos
días, muchachos! -dijo el barin, y luego le mandó a Fomka que trajera el
esturión y la beluga.
Fomka
trajo a los dos muertos y los dejó encima de la mesa.
-Comed,
muchachos -invitó el barin a los bandoleros, que se quedaron sobrecogidos, sin
saber qué contestar. Luego añadió-: Trae el látigo, Fomka, y verás cómo
obedecen.
Fomka le
entregó el látigo a su amo. El barin empezó a atizar a diestro y siniestro a
los bandoleros hasta que escaparon todos a la carrera.
-¡Hemos
vencido, Fomka! -dijo el barin-. Ahora vamos a buscar el dinero.
Conque se
llevaron todo lo que encontraron en casa de los bandoleros y se pusieron en
marcha otra vez.
Así
llegaron al mar océano. En la orilla se alzaba una gran casa de tres plantas.
-Desengancha
los caballos, Fomka, y entremos en la casa.
Subieron
hasta el piso más alto. Allí encontraron a una zarevna anegada en llanto.
-¿Por qué
lloras, linda muchacha?
-¡Ay,
apuesto mancebo! ¿Cómo no voy a llorar? Hoy me ha designado la suerte para ser
presa de los demonios. Llegarán de un momento a otro para llevarme con ellos al
mar.
El barin
se quedó allí a esperar. Primero se presentó un diablejo pequeño.
-¿Adónde
vas? -le gritó el barin.
-A
llevarme a la zarevna. Me ha mandado mi abuelo.
-¿Tienes
licencia?
-¿Licencia?
¡Pero si nosotros somos demonios!
-Eso ya
lo sé. De manera que vivís sin pagar licencia ni tributo, ¿eh?
Empuñó el
látigo y empezó a descargarlo sobre el diablejo, que escapó a duras penas y
corrió a zambullirse en el mar para contárselo todo a Satanás. Satanás mandó
entonces a un gran número de demonios, pero el barin los ahuyentó a unos con el
látigo y a otros los tiró por la ventana.
Entonces
se presentó el propio Satanás.
-¿Qué
significa todo este alboroto? ¿O es que quieres ser más que yo?
-Y tú
¿quién eres? -preguntó a su vez el barin-. ¿Tienes licencia?
-¡Valiente
estúpido! ¿Qué licencia necesito yo? ¡Yo soy Satanás!
-¿Y qué?
¿Te has creído que eres muy listo? Pues ahora verás... Fomka, dame el látigo y
unas tenazas al rojo.
Fomka le
dio a su amo lo que pedía y éste empezó a pegarle latigazos y a tirarle
pellizcos con las tenazas a Satanás. El diablo se revolvía y pegaba saltos;
pero, viendo que no lograba escapar, suplicó al barin que tuviera compasión de
él y, cuando éste le soltó, ya medio muerto, corrió a ciegas a zambullirse en
el mar.
Más tarde
llegó el zar, todo enlutado, y se llevó la gran alegría al en-contrarse a su
hija viva. Empezó a hacerle preguntas, y la zarevna contó quién la había
salvado de la muerte y de qué manera. El zar expresó su agradecimiento al barin
y le dio a su hija por esposa.
Ya
casado, cuando el barin regresaba en compañía de su esposa al lugar donde antes
vivía, hubo de pasar junto al mar que habitaban los demonios. Al verle, los
demonios quisieron correr a él y arrojarle al agua, pero el propio Satanás los
detuvo:
-¡Que
nadie le toque! -gritó-. Es capaz de machacarnos a todos como si tal cosa.
El barin
regresó a su casa sin contratiempos y allí sigue viviendo dichoso.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
[1] Beluga: Uno de los mayores peces
de río conocidos. Excepcional-mente han llegado a encontrarse ejemplares de
hasta nueve metros de largo y dos toneladas de peso. Es un pez de gran
longevidad, que puede llegar a vivir cien años.
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