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lunes, 1 de julio de 2013

El impavido

En cierto reino, en cierto país, vivía un barin tan valiente, que no le tenía miedo a nada. Y tenía un criado llamado Fomka.
Un día hicieron sus preparativos y se pusieron en camino. Anda que te anda -no sé si poco o mucho-, les sorprendió la noche oscura en pleno bosque. Conque, yendo por el bosque, descubrieron una cabaña y vieron que había luz dentro.
-Vamos a guiarnos por esa luz, Fomka -dijo el barin.
Llegaron a la cabaña, entraron, y se encontraron con que allí había un muerto.
El barin dijo:
-Vamos a pasar aquí la noche, Fomka.
-¡Ay, no, barin! Tengo miedo. Será mejor que sigamos adelante.
-¡Estúpido! ¿Te has creído que voy a andar rondando por el bosque porque tú quieras?
Conque el barin agarró su látigo y se acostó al lado del muerto. Fomka se metió en la boca de la estufa, tiró de la puertecilla, acombándola, volvió a colocarla en su sitio, pero por dentro, y apoyó los pies en ella.
Llegó la medianoche, el muerto se levantó y se encontró con aquel vecino inesperado. El barin, sin desconcertarse, agarró el látigo y la emprendió a latigazos con él.
Estuvieron peleando mucho tiempo hasta que cantó el gallo; el muerto volvió a caer en su sitio y el barin gritó:
-iFomka! ¡No seas cobarde! Sal de la estufa y carga al muerto en el carro.
Fomka salió de la estufa y cargó el muerto en el carro.
Amo y criado montaron también en el carro y reanudaron su camino. Al atardecer, después de andar un día entero, llegaron a una aldea donde se encontraron a toda la gente en la calle, llorando amargamente.
-¿Por qué lloráis así? -preguntó el barin.
-¡Ay, bátiushka! ¿Cómo no vamos a llorar? La Muerte ha tomado la querencia de venir todas las noches a comerse a nuestros hijos...
-A ver: decidme dónde está.
-Hoy vendrá a esa casa.
-Fomka -dijo el barin-: vamos de caza. Quizá tengamos también suerte hoy.
Se detuvieron delante de la casa que les habían señalado y pidieron albergue para la noche.
-No podemos dejarte entrar -contestó el amo- porque esta noche vendrá la Muerte a nuestra casa. Ya le tenemos preparado a un niño.  `
-Déjame entrar de todas maneras. Quisiera ver qué aspecto tiene esa Muerte.
Conque le dejaron entrar. Una vez en la isba, el barin agarró el látigo y se sentó en un banco. A medianoche llegó un muerto. El barin preguntó:
-¿Quién anda por ahí?
-Soy la Muerte.
-¿Y tienes licencia?
-¡Valiente pregunta! ¿Dónde has visto tú que tenga licencia la Muerte?
El barin la emprendió con él a latigazos. Entonces el muerto escapó como pudo y corrió al cementerio, adonde estaba su tumba. El barin le siguió hasta el cementerio, hizo una señal en aquella tumba y volvió a la casa, donde fue acogido con grandes honores.
Por la mañana dijo el barin:
-iFomka! Engancha los caballos y vamos al cementerio, que se me ha olvidado allí una cosa.
Así lo hicieron. El barin encontró la tumba marcada, la excavó y sacó al muerto que había dentro.
-Agárralo, Fomka, y súbelo al carro.
Fomka obedeció, y así se encontraron con dos muertos.
-Con esto nos basta -dijo el barin-: ya tenemos un esturión y una beluga[1].
Siguiendo su camino llegaron a otra aldea donde también estaba llorando la gente.
-¿Por qué lloráis? -preguntó el barin.
-¡Ay, bátiushka! ¿Cómo no vamos a llorar? Aquí cerca, en el bosque, viven unos bandoleros que nos maltratan, nos saquean, nos pegan palizas de muerte...
-¿Y en qué lugar viven esos bandoleros? Los campesinos se lo explicaron.
-Fomka -dijo entonces el barin-, iremos de caza a ver si tenemos suerte.
Echaron a andar hasta encontrarse con una casa muy grande en el bosque. El jefe de los bandoleros los vio venir por la ventana y dijo:
-Muchachos: ahí llega un barin. Vamos a recibirle como se merece.
El barin entró en el patio, luego en la casa, y allí se encontró con doce bandoleros que estaban almorzando.
-¡Buenos días, muchachos! -dijo el barin, y luego le mandó a Fomka que trajera el esturión y la beluga.
Fomka trajo a los dos muertos y los dejó encima de la mesa.
-Comed, muchachos -invitó el barin a los bandoleros, que se quedaron sobrecogidos, sin saber qué contestar. Luego añadió-: Trae el látigo, Fomka, y verás cómo obedecen.
Fomka le entregó el látigo a su amo. El barin empezó a atizar a diestro y siniestro a los bandoleros hasta que escaparon todos a la carrera.
-¡Hemos vencido, Fomka! -dijo el barin-. Ahora vamos a buscar el dinero.
Conque se llevaron todo lo que encontraron en casa de los bandoleros y se pusieron en marcha otra vez.
Así llegaron al mar océano. En la orilla se alzaba una gran casa de tres plantas.
-Desengancha los caballos, Fomka, y entremos en la casa.
Subieron hasta el piso más alto. Allí encontraron a una zarevna anegada en llanto.
-¿Por qué lloras, linda muchacha?
-¡Ay, apuesto mancebo! ¿Cómo no voy a llorar? Hoy me ha designado la suerte para ser presa de los demonios. Llegarán de un momento a otro para llevarme con ellos al mar.
El barin se quedó allí a esperar. Primero se presentó un diablejo pequeño.
-¿Adónde vas? -le gritó el barin.
-A llevarme a la zarevna. Me ha mandado mi abuelo.
-¿Tienes licencia?
-¿Licencia? ¡Pero si nosotros somos demonios!
-Eso ya lo sé. De manera que vivís sin pagar licencia ni tributo, ¿eh?
Empuñó el látigo y empezó a descargarlo sobre el diablejo, que escapó a duras penas y corrió a zambullirse en el mar para contárselo todo a Satanás. Satanás mandó entonces a un gran número de demonios, pero el barin los ahuyentó a unos con el látigo y a otros los tiró por la ventana.
Entonces se presentó el propio Satanás.
-¿Qué significa todo este alboroto? ¿O es que quieres ser más que yo?
-Y tú ¿quién eres? -preguntó a su vez el barin-. ¿Tienes licencia?
-¡Valiente estúpido! ¿Qué licencia necesito yo? ¡Yo soy Satanás!
-¿Y qué? ¿Te has creído que eres muy listo? Pues ahora verás... Fomka, dame el látigo y unas tenazas al rojo.
Fomka le dio a su amo lo que pedía y éste empezó a pegarle latigazos y a tirarle pellizcos con las tenazas a Satanás. El diablo se revolvía y pegaba saltos; pero, viendo que no lograba escapar, suplicó al barin que tuviera compasión de él y, cuando éste le soltó, ya medio muerto, corrió a ciegas a zambullirse en el mar.
Más tarde llegó el zar, todo enlutado, y se llevó la gran alegría al en-contrarse a su hija viva. Empezó a hacerle preguntas, y la zarevna contó quién la había salvado de la muerte y de qué manera. El zar expresó su agradecimiento al barin y le dio a su hija por esposa.
Ya casado, cuando el barin regresaba en compañía de su esposa al lugar donde antes vivía, hubo de pasar junto al mar que habitaban los demonios. Al verle, los demonios quisieron correr a él y arrojarle al agua, pero el propio Satanás los detuvo:
-¡Que nadie le toque! -gritó-. Es capaz de machacarnos a todos como si tal cosa.
El barin regresó a su casa sin contratiempos y allí sigue viviendo dichoso.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)




[1] Beluga: Uno de los mayores peces de río conocidos. Excepcional-mente han llegado a encontrarse ejemplares de hasta nueve metros de largo y dos toneladas de peso. Es un pez de gran longevidad, que puede llegar a vivir cien años.

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