[...El Astrólogo] Dijo:
-Sí, llegará un momento en que la
humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se
pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso...
-¿Qué es lo que dice?...
-Será la poda del árbol humano...
una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio,
podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en
la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán
cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos
decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a
destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un
resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se
asentarán las bases de una nueva sociedad.
Barsut se había puesto en pie. Con
el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se
encogió de hombros, preguntando:
- Pero, ¿es posible que usted crea
en la realidad de esos disparates?
-No, no son disparates, porque yo
los cometería aunque fuera para divertirme.
Y continuó:
-Desdichados hay que creerán en
ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá
de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia
intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en
la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto
mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la
depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada
la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relacion con un
mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y
los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban
por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de
luna, será un hecho.
[...]
-¿Y la idea?
-Aquí llegamos... Mi idea es
organizar una sociedad secreta, que no tan sólo propague mis ideas, si no que
sea una escuela de futuros reyes de hombres. Ya sé que usted me dirá que han
existido numerosas sociedades secretas... y eso es cierto... todas
desaparecieron porque carecían de bases sólidas, es decir, que se apoyaban en
un sentimiento o en una irrealidad política o religiosa, con exclusión de toda
realidad inmediata. En cambio, nuestra sociedad se basará en un principio más
sólido y moderno: el industrialismo, es decir, que la logia tendrá un elemento
de fantasía, si así se quiere llamar a todo lo que le he dicho, y otro elemento
positivo: la industria, que dará como consecuencia el oro.
El tono de su voz se hizo más
bronco. Una ráfaga de ferocidad ponía cierta desviación de astigmatismo en su
mirada. Movió la greñuda cabeza a diestra y siniestra, como si le punzara el
cerebro la agudeza de una emoción extraordinaria, apoyó las manos en los riñones
y renaudando el ir y venir, repitió:
-¡Ah! el oro... el oro... ¿Sabe
cómo lo llamaban los antiguos germanos al oro? El oro rojo... El oro... ¿Se da
cuenta usted? No abra la boca, Satanás. Dése cuenta, jamás, jamás ninguna
sociedad secreta trató de efectuar semejante amalgama. El dinero será la soldadura
y el lastre que concederá a las idea el peso y la violencia necesarios para
arrastrar a los hombres. Nos dirigiremos en especial a las juventudes, porque
son más estúpidas y entusiastas. Les prometeremos el imperio del mundo y del
amor... Les prometeremos todo... ¿me comprende usted?... Y les daremos
uniformes vistosos, túnicas esplendentes... capacetes con plumajes de variados
colores... pedrerías... grados de iniciación con nombres hermosos y
jerarquías... Y allá en la montaña levantaremos el templo de cartón... Eso será
para imprimir una cinta... No, cuando hayamos triunfado levantaremos el templo
de las siete puertas de oro... Tendrá columnas de mármol rosado y los caminos
para llegar a él estarán enarenados con granos de cobre. En torno construiremos
jardines... y allá irá la humanidad a adorar el dios vivo que hemos inventado.
-Pero el dinero para hacer todo
eso... los millones...
A medida que el Astrólogo hablaba,
el entusiasmo de éste se contagiaba a Erdosain. Se había olvidado de Barsut, aunque
éste se encontraba frente a él. Sin poderlo evitar, evocaba una tierra de
posible renovación. La humanidad viviría en perpetua fiesta de simplicidad,
ramilletes de estroncio tachonarían la noche de cascadas de estrellas rojas, un
ángel de alas verdosas soslayaría la cresta de una nube, y bajo las botánicas
arcadas de los bosques se deslizarían hombres y mujeres, envueltos en túnicas
blancas, y limpio el corazón de la inmundicia que a él lo apestaba. Cerró los
ojos, y el semblante de Elsa se deslizó por su memoria, mas no despertó ningún
eco, porque la voz del Astrólogo llenaba la cochera con esta réplica salvaje:
-¿Así que le interesa de dónde
sacaremos los millones? Es fácil. Organizaremos prostíbulos. El Rufián
Melancólico será el Gran Patriarca Prostibulario... todos los miembros de la
logia tendrán interés en las empresas... Explotaremos la usura... la mujer, el
niño, el obrero, los campos y los locos. En la montaña... será en el Campo
Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará
por electricidad. Erdosain ya calculó una turbina de 500 caballos. Prepararemos
el ácido nítrico reduciendo el nitrógeno de la atmósfera con el procedimiento
del arco voltaico en torbellino y tendremos hierro, cobre y aluminio mediante
las fuerzas hidroeléctricas. ¿Se da cuenta? Llevaremos engañados a los obreros,
y a los que no quieran trabajar en las minas los mataremos a latigazos. ¿No
sucede esto hoy en el Gran Chaco, en los yerbales y en las explotaciones de
caucho, café y estaño? Cercaremos nuestras posesiones de cables electrizados y
compraremos con una pera de agua a todos los polizontes y comisarios del Sur.
El caso es empezar. Ya ha llegado el Buscador de Oro. Encontró placeres en el
campo chileno, vagando con una prostituta llamada la Máscara. Hay que
empezar. Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar
un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer el papel de dios.
Hablaremos... se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación
de la gente multiplicará su prestigio. ¿Se imagina usted lo que dirán los
papanatas de Buenos Aires cuando se propague la murmuración de que allá en las
montañas del Chubut, en un templo inaccsesible de oro y de mármol, habita un
dios adolescente... un fantástico efebo que hace milagros?
-¡Sabe que sus disparates son
interesantes!
-¿Disparates? ¿No se creyó en la
existencia del plesiosaurio que descubrió un inglés borracho, el único
habitante del Neuquén a quien la policía no deja usar revólver por su espantosa
puntería?... ¿No creyó la gente de Buenos Aires en los poderes sobrenaturales
de un charlatán brasileño que se comprometía curar milagrosamente la parálisis
de Orfilia Rico? Aquél sí que era un espectáculo grotesco y sin pizca de
imaginación. E innumerables badulaques lloraban a moco tendido cuando el
embrollón enarboló el brazo de la enferma, que todavía está tullido, lo cual
prueba que los hombres de ésta y de todas las generaciones tienen absoluta
necesidad de creer en algo. Con la ayuda de algún periódico, créame, haremos milagros.
Hay varios diarios que rabian por venderse o explotar un asunto sensacional. Y
nosotros les daremos a todos los sedientos de maravillas un dios magnífico,
adornado de relatos que podemos copiar de la Biblia... Una idea
se me ocurre: anunciaremos que el mocito es el Mesías pronosticado por los
judíos... Hay que pensarlo... Sacaremos fotografías del dios de la selva... Podemos
imprimir una cinta cinematográfica con el templo de cartón en el fondo del
bosque, el dios conversando con el espíritu de la Tierra.
-Pero usted, ¿es un cínico o un
loco?
Erdosain lo miró malhumorado a
Barsut. ¿Era posible que fuera tan imbécil e insensible a la belleza que
adornaba los proyectos del Astrólogo? Y pensó: "Esta mala bestia le envidia
su magnífica locura al otro. Ésa es la verdad. No quedará otro remedio que
matarlo."
-Las dos cosas, y elegiremos un
término medio entre Krishnamurti y Rodolfo Valentino, pero más místico; una
criatura que tenga un rostro extraño simbolizando el sufrimiento del mundo. ¿Se
imagina usted la impresión que causará al populacho el espectáculo del dios
pálido resucitando a un muerto, el de los lavaderos de oro con un arcángel como
Gabriel custodiando las barcas de metal y prostitutas deliciosamente ataviadas
dispuestas a ser las esposas del primer desdichado que llegue? Van a sobrar
solicitudes para ir a explotar la ciudad del Rey del Mundo y a gozar de los
placeres del amor libre... De entre esa ralea elegiremos los más incultos... y
allá abajo les doblaremos bien el espinazo a palos, haciéndolos trabajar veinte
horas en los lavaderos.
1.019. Alt (Roberto)
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