Pues señor, allá una vez tío Conejo se fue a cambiar
de clima a la orilla del mar.
Un día que andaba dando
brincos por la playa se va encontrando con tía Ballena y tío Elefante que
estaban en gran conversona.
Tío Conejo se escondió
entre unos charrales y paró la oreja para ver en qué estaban.
Y en lo que estaban era en
que el uno al otro no hallaban donde ponerse:
Que, -tía Ballena, a usté
sí que no hay quien le gane en fuerzas y eso de que ya se tomara usté tener las
mías, es hablar por el hueso de la nuca.
Que, -adió tío Elefante,
no me salga con eso. Usté sí que es ñeque. Sí, sí, donde se llora está el
muerto...
Y que esto, y que el otro,
y que por aquí y que por allá.
Bueno, para no cansarlos
con el cuento, llegaron a convenir en que los dos tenían fuerzas y que lo mejor
que podían hacer era unirse para gobernar toda la tierra.
Pero a tío Conejo no le
hicieron naditica de gracia aquellos planes y se puso a pensar: pues lo que soy
yo les voy a dar una buena chamarreadan a ese par de monumentos, ¡Ay! ¡y la
enredada de pita que les voy a dar!
Y no fue cuento sino que
enseguida se puso en funcia: se fue a buscar una coyunda muy fuerte, muy fuerte
y muy larga, muy larga; después yo no sé de dónde se hizo de un tambor que
escondió entre unos matorrales y corrió a buscar a Tía Ballena. Por fin dió con
ella.
-Tía Ballenita de Dios.
¡Qué a tiempo me la encuentro! ¡Viera qué caballada me ha pasado! ¿Pues no se
me metió la única vaquita que tengo entre un barril como a media legua de aquí?
-No diga eso niñó, ¿y eso
cómo?
-¡Sepa Judas! El caso es
que allí me la tienen en ese atolladero y como es tan poquita, está llora y
llora, con el barro hasta el pescuezo. Por vida suyita Tía Ballena, sáqueme de
este apuro, usté que es el más fuerte de todos los animales y además tan noble.
Tía Ballena se volvió muy
chiquiona al oir estos pericos y al momento se puso a las órdenes de Tío
Conejo.
¡No faltaba más, sino que
se le fuera a ahogar en barro su vaquita, estando ella allí!
-¡Quién otra lo podía
hacer! -dijo Tío Conejo. Bien me lo habían dicho, que no la vieran tan grande
que hasta que da miedo, pero con un corazón que es un alfeñique! Lo que vamos a
hacer es que yo voy a amarrarle una punta de esta coyunda de la cola y la otra
voy a ver cómo se la amarro a mi vaquita. Cuando todo esté listo toco en mi
tambor. Al oir el redoble, se me pone usté a jalar con toda alma.
-Ni diga más Tío Conejo,
no me llamo Tía Ballena si no se la saco aunque es´te hundida hasta los cachos.
De veras, Tío Conejo
amarró la coyunda de la cola de Tía Ballena y después el muy papelero, cogió
tierra adentro haciéndose el afanado. Apenas calculó que la otra no lo veía se
puso a baiñar en una pata y a cantar.
Después se fue a buscar a
Tío Elefante y cuando lo divisió se hizo el ancontradizo: -¡Ay Tío Elefante,
sólo Dios pudo habérmelo reparado! ¡vieras en las que ando!
-¿Qué es la cosa hombré?
-preguntó Tío Elefante.
-¿Pues qué me había de
pasar? Que le parece que tengo una novillita chúcar que se me ha metido entre
un barril a media legua de aquí y no hay modo de sacarla. Allí estoy desde
buena mañana sudando la gota gorda y la confisgada cada vez se hunde más. Mire
Tío Elefante, usté que es tan fuerte y tan noble, que dicen que nadie le gana,
por qué no hace una gracia conmigo y de un tironcillo con su trompa, como quien
no quiere la cosa, me la saca.
Tío Elefante le dijo que
bueno, que le explicara lo que tenía que hacer.
Tío Conejo contestó: -Pues
nada más que dejarse amarrar el extremo de esta coyunda de su trompa. Enseguida
iré yo y con mil y tantos trabajos amarraré mi novillita de la otra punta.
Cuando todo esté listo redoblaré en mi tambor y entonces usté se pone a jalar
con toda alma porque está muy metida.
-No tengás ciudado y
aunque fuera más pesada que mil vacas juntas yo la saco. Si eso es un
juguete para mí. Amarrá bien, hombré.
Tío Conejo le requintó
bien la coyunda en la trompa y luego se alejó en una pura micada como si fuera
muy agradecido.
Así que estuvo a la mitad
de la distancia entre los dos, sacó el tambor y se puso a redoblar.
Tía Ballena comenzó a
tirar,pero la vaquita no tenñia trazas de salir. Tío Elefante jalaba y jalaba y
nada.
-¡Demontres con la vaquita
para pesar!
-¡Carasta! Si la novillita
chúcara pesa más de lo que yo pensaba.
Y siguieron cada uno por
su lado a más y mejor.
En una de tantas, como Tío
Elefante se iba arrollando al coyunda en la trompa, se trajo a Tía Ballena a
tierra; pero Tía Ballena se calentó tanto, que no supo a qué horas se tiró al
agua y fue a dar al fondo y ya me tienen al otro patas arriba corriendo hacia
la playa sobre el espinazo.
Del colorón dió tal
jalonazo que se volvió a traer a Tía Ballena a la superficie.
-¿Quién es el atrevido que
está en ese juguete conmigo? ¡Conque esa era la vaquita?
-¿Quién es el tal por cual
que no me respeta? ¡Miren la novillita chúcara! -gritó Tío Elefante que había
hecho a un lado su cachaza y estaba más caliente que un avispero alborotado.
¡En esto se van viendo!
¡Ave María, Gracia Plena!
¡Aquello sí que era contento! ¡Qué bocas y lo que se dijeron!
-¡Yo te contaré, trompudo,
labioso, poca pena! ¿No te da verguenza ver que te cogí la maturranga? ¡Creyó
que yo me iba a dejar, como soy una triste mujer, para quedarse gobernando
solo!
-¡Callate vieja bocona. A
vos que no se te puede creer! ¡Quería salir de mí para quedarse reinando...! ¡Convidándome
para que gobernáramos juntos y ya con su tortón entre la jupa!
Y no fue cuento, sino que
se pusieron otra vez a tirar de la coyunda cada uno por su lado. Por fin la
coyunda no resistió y ¡Trac! reventó y Tía Ballena bien acardenalada y con la
cola desollada fue a parar a los profundos y Tío Elefante fue a dar por allá,
otra vez patas arriba, con la trompa bien luyida. Y Tío Conejo que ya no
aguantaba el estómago de tanto reir, escondido entre los charrales.
No hay para qué decir que
Tío Elefante y Tía Ballena quedaron enemigos y se quitaron el habla para
siempre. Y cabalmente eso era lo que Tío Conejo andaba buscando, para que no
volvieran a hacer planes de gobarnar ellos dos la tierra.
1.040. Lyra (Carmen)
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