-Güeñas
tardes.
-Güenas.
No
estaba el horno como pa pasteles, y Armando, poco elocuente, manoteó
la guitarra, preludió un rasguido trabajoso, cantando por cifra con
ojos en blanco y voz de rueda mal engrasada.
-Prenda,
perdone y escuche.
Prenda,
perdone y escuche,
Que
mis penas hi'a, cantar;
Pero
usté rni'a de alentar.
Pues
traigo pesao el buche,
Más
retobao que un estuche
Que
no se quiere baciar.
Doña
Anunciación, más seria que el Nacurutú, guiñaba los ojos,
perplejos.
Armando
buscó inspiración por milonga:
No
me mire, vida mía,
con
esa cara tan mala,
Que
el corazón se me quiebra
Como
una hojita’e chala
Miremé,
china, en el alma
Con
sus ojos de azabache;
Miremé
con su cariño,
Que
no hay miedo que me empache.
Y
digamé con los ojos
Que
lo quiere a su moreno,
Y
enfrenemé con confianza,
Que
he de morder en su freno.
Pero
no se enoje, prenda,
Y
ho arrugue ansí la cara,
Si
no quiere que me muera
Más
blandito que una chara
Ahí
no más, salió el de adentro, enredándose en los bancos, con tamaña
daga remolineando; y ambos amantes se encararon, entre insultos y
promesas de degüello.
-Negro
desgraciado, había de tocarle la mala.
Y
quedó boqueando, mientras el otro huía despreciando a la china, a
quien comparaba con bestias poco honradas. Se fue, se fue... pucha,
moso apurao.
La
puestera, momentáneamente preocupada, arrastró hacia afuera al
muerto, lo subió a duras penas en la zorra, ató el petizo y fue
hasta una vizcachera rodeada de tupidos cardos, donde volcó su
carga. Mientras tapaba al finao, recordó su nuevo amor ahuyentado.
-Bien
muerto -pensaba,
por entrometido.
La
cabeza quedaba aún de fuera; doña Anunciación no podía ya de
cansada, pero era buena cristiana; hizo una cruz de un palito, buscó
un lugar donde ponerla y, con ímpetu repentino, se la clavó al
muerto en el ojo.
¡Negro
pajuate!
1.094.1 Güiraldes (Ricardo) - 042
No hay comentarios:
Publicar un comentario