Ocurrió una vez que un gato
se encontró al señor Zorro en el bosque, y pensando: "Éste sí que tiene
experiencia de todas las cosas del mundo", se dirigió a él de la manera
más amable.
¡Buenos días, querido señor
Zorro! ¿Cómo está usted y cómo le va en estos tiempos tan duros y penosos?
El Zorro, muy orgulloso,
miró al Gato de pies a cabeza, dudando unos momentos si contestarle o no. Por
fin, dijo:
¡Oh, infeliz cazaratas,
mísero roba‑perros, bigotudo bribón! ¿Cómo te atreves a acercarte a mí? ¿Qué
educación has recibido? ¿En cuántas artes eres maestro?
‑¿Se puede saber en cuál? -preguntó el Zorro.
‑Cuando los perros corren
tras de mí, trepo por un árbol y así me pongo a salvo.
‑¿Y nada más? -preguntó el
Zorro. Yo soy maestro en cien artes y, por añadidura, tengo un saco lleno de
artimañas y malicias. Pero me das lástima. Ven conmigo y te enseñaré cómo
escapar de los perros.
En aquel preciso momento
llegaba un cazador seguido de su jauría. El Gato se subió, trepa que treparás,
a un árbol copudo, yendo a parar a la más alta rama, donde quedó enteramente
escondido por las hojas.
‑¡Abre tu saco, señor Zorro!
¡Abre tu saco! -gritaba el Gato al maestro en artes; pero los perros le
acorralaban y no tardaron en dar cuenta de él.
‑iOh, señor Zorro! -exclamó
entonces el Gato. Tú con tus cien artes y tu saco lleno de artimañas, has sido
cazado, mientras que yo, con una sola sabiduría, estoy a salvo. Con que
hubieras podido trepar hasta aquí, no habrías perdido la vida.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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