Un
hombre y su esposa, estaban sentados en el corredor, a la entrada de su casa, y
tenían en su mesa un delicioso pollo asado para comerlo juntos. En eso el
hombre vio que su anciano padre se acercaba, y rápidamente tomó el pollo y
lo escondió, para que el anciano no pudiera coger nada de él. El viejito llegó,
tomó una bebida y se marchó.
Entonces el hijo
quiso poner de nuevo el pollo en la mesa, pero cuando fue a cogerlo, lo que
había era un enorme sapo, que se le lanzó a su cara y se quedó allí, y
nunca se le despegó, y si alguien intentaba quitárselo, lo miraba
maliciosamente como si estuviera a punto de lanzársele a su cara, así que nadie
se aventuraba a tocarlo. Y el ingrato hijo quedó obligado a alimentar al sapo
todos los días, porque si no él se alimentaba de su cara. Así, por su
ingratitud el hombre no volvió a tener descanso en su vida.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)
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