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sábado, 4 de enero de 2014

El zorro y el caballo

Un campesino tenía una vez un Caballo fiel, pero que se había vuelto viejo y ya no podía trabajar, por lo que su amo le escatimaba la comida. Al fin le dijo:
-Ya no puedo utilizarte, aunque todavía te tengo cariño; si me demostraras que tienes fuerza suficiente para traer un León hasta nues­tra casa, te mantendría hasta el fin de tus días. Pero ahora vete de mi establo.
Y le abrió la puerta, dejándolo en medio del campo.
El pobre Caballo estaba muy triste, y buscó en el bosque un cobijo donde resguardarse del viento y la lluvia. Pasó por allí un Zorro, que le dijo:
-¿Por qué bajas la cabeza y vagas solitario por el bosque?
-¡Ay de mí! -contestó el caballo. La avaricia y la honradez no pueden vivir juntas. Mi amo se olvida de todos los servicios que le he prestado durante largos años, y como ya no puedo trabajar, no quiere mantenerme y me ha echado de su establo.
-¿Sin ninguna consideración? -preguntó el Zorro.
-El único consuelo que me ha dado ha sido decirme que si yo tuviese fuerza bastante para llevarle hasta casa un León, me guardaría y me mantendría; pero bien sabe él que esta hazaña no la puedo hacer.
Dijo el Zorro:
-Te quiero ayudar. Échate aquí y estira las patas como si estuvieras muerto.
El Caballo hizo lo que el otro le dijo, y el Zorro se fue en busca del León a contarle:
-En el bosque hay un Caballo muerto. Ven conmigo y verás qué rico bocado.
El León le siguió y, cuando hubieron encontrado al Caballo, el Zorro le dijo:
-Aquí no podrías comértelo cómodamente. Yo te diré lo que tienes que hacer. Te ataré al caballo y así podrás llevártelo a tu guarida y comértelo a placer.
El plan agradó al León, que se colocó muy quieto cerca del Caballo, mientras el Zorro le ataba a él. Ataba el Zorro las cuatro patas del León con la cola del caballo, tan juntas y tan prietas y con unos nudos tan fuertes, que a la fiera le era imposible moverse. Cuando acabó su trabajo, dio una patada en el lomo del Caballo y dijo:
-¡Vamos, amiguito! ¡Adelante!
Entonces el Caballo se alzó y echó a correr, arrastrando al León tras de sí. Enfurecido el León, rugía tan fuerte que todos los pájaros del bosque se aterrorizaron y echaron a volar. Pero el Caballo le dejó rugir y no se detuvo hasta estar ante la puerta de su amo.
Cuando el amo le vio Regar con el León prisionero, se entusiasmó y le dijo:
-Ahora te quedarás conmigo por todos los días de tu vida.
Y le alimentó, hasta que el Caballo murió.

1.018. Grimm (Jacob y Wilhem)

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