Es por la mañana. Todavía no han
dado las siete y la barbería de Makar Kusmich Bliostkin está ya abierta. El dueño,
joven de unos veintitrés años, sin lavarse, desaseado, aunque vestido con
pretensiones de petimetre, se ocupa de su arreglo. Nada hay en realidad que
arreglar, pero él termina sudoroso de aquel trabajo.
Aquí frota con un trapito, allí arranca
con el dedo, allá ve una chinche y la desprende de la pared de un manotazo...
La barbería es pequeña, estrecha, miserable. El papel que cubre las paredes
recuerda a la blusa descolorida de un cochero. Entre dos empañados y
lagrimeantes cristales hay una delgada, rechinante y escuálida puertecita; sobre
ella, una campanilla que la humedad ha tornado verdosa y que se estremece y
suena enfermizamente, por si sola, sin que nadie la agite. Si se contempla
usted en el espejo que cuelga de una de las paredes, verá cómo su fisonomía se
tuerce implacablemente hacia todos lados. Ante este espejo se corta uno el
pelo y se afeita.
Encima de la mesita (tan poco
lavada y tan deslumbrada como el propio Makar Kusmich) hay de todo: peines,
tijeras, navajas de afeitar, un fijador que vale una kopec, polvos que valen
una kopec, agua de colonia fuertemente aguada que vale una kopec... En resumidas
cuentas: que la barbería entera no rebasa el valor de quince kopecs.
En lo alto de la puerta resuena
el chillido de la campanilla enferma, y en la barbería entra un hombre de edad,
vestido de un poluschubok y calzado con unos valenkii. Su cabeza y su cuello
aparecen envueltos en un chal femenino.
Es Erast Ivanich Iagodov, padrino
de Makar Kusmich. En tiempos pasados prestaba servicio como guardián en el
Conservatorio.
Ahora vive junto a la calle
Krasnii Prud y se ocupa de trabajos de carpintería.
-¡Buenos días, Makaruschka...,
lucero mío! -dice a Makar Kusmich, entregado afanosamente al arreglo de la
barbería.
Se abrazan. Iagodov se quita el
chal de la cabeza, se santigua y se sienta.
-¡Menuda distancia! -dice,
arrellanándose en el asiento-
¡Vaya con la broma!... ¡Hay que
ver lo que hay desde Kransnii Prudhasta Kalujskie Vorota!...
-¿Qué tal está usted?
-¡Mal, hermano! ¡He tenido unas
fiebres muy altas!
-¿Qué dice?... ¿Fiebres muy
altas?
-¡Fiebres muy altas!... ¡Estuve
sacramentado y me pasé un mesen la cama, creyendo que me moría!...
Ahora se me cae el pelo... El
médico me manda que me lo corte; dice que así echaré otro más fuerte... ¡Y mi cabeza
se echó esta cuenta!... «Vete a casa de Makar...» ¡Uno tiene que ir al que es
de uno antes que a otro cualquiera!... ¡Lo hará mejor y no me llevará nada!...
¡Verdad que está un poco lejos..., pero qué le vamos a hacer!... ¡También le
sirve a uno el paseo!
-¡Yo, claro..., con mucho
gusto!... Haga el favor...
Y Makar Kusmich, chocando los
talones, le señala la silla; Iagonov se mira al espejo y se siente, al parecer,
satisfecho del espectáculo: el espejo le muestra una cara torcida, con labios
de calmuco, nariz ancha y roma y ojos en la frente. Makar Kusmich cúbrelos
hombros de su cliente con una sábana blanca, llena de manchas amarillas, y
empieza a hacer chillar las tijeras.
-Se lo cortaré muy limpio..., ¡Al
rape! -dice.
-¡Si, si!... Que parezca un
tártaro... o una bomba... Así me crecerá más espeso.
-¿Cómo se encuentra la tía?
-Bien... ¡Viviendo!... El otro día
estuvo a recoger al chico de la mujer del mayor. La dieron un rublo.
-¿Ah, si?... ¿Un rublo?...
Sosténgame la oreja.
-Ya me la sostengo. Tú procura no
cortarme. ¡Eh!... ¡Que me haces daño!... ¡Que me tiras del pelo!
-No es nada. En nuestro oficio
hay que pasar por eso. ¿Y qué tal Anna Erastovna?
-¿La hija?... Bien; allí está...
El miércoles de la semana pasada se la hemos prometido a Scheikin. ¿Por qué no
viniste tú?
Las tijeras cesan de chillar,
Makar Kusmich deja caer las manos y pregunta asustado.
-¿Habéis prometido a quién?
-A Anna.
-¿Y eso, cómo? ¿A quién?
-A Scheikin Prokofii Petrovich.
Su tía está de ama de llaves en el callejón Slatoustenkii. ¡Buena mujer!... ¡A Dios gracias, y como es natural,
todos estamos muy contentos! La boda será dentro de una semana. Ven a la
fiesta.
-Pero..., ¿cómo puede ser, Erast
Ivanich? -dice Makar
Kusmich, pálido asombrado y
encogiéndose de hombros. ¿Cómo es posible esto? ¡Esto..., esto... es completamente
imposible!... Anna
Erastovna... y yo... Quiero decir
que mis sentimientos para ella...
Yo tenia intención... ¿Como va a
poder ser?...
-¡Pues siendo!... ¡La cogimos y
la prometimos! ¡Es un hombre muy cabal!
Del rostro de Makar Kusmich brota
un sudor frío; deja caerlas tijeras sobre la mesa y empieza a restregarse la
nariz con el puño.
-¡Yo tenía intención!... ¡Esto es
imposible, Erast Ivanich!... ¡Yo... estoy enamorado!... ¡La ofrecí mi corazón!...
¡También la tía me prometió!...
¡Siempre le he estimado como a mi padre!... ¡No le cobro nada por cortarle el
pelo! ¡Usted siempre ha recibido favores por lo que está de mi parte!...
¡Cuando papaíto falleció, usted se llevó el sofá y diez rublos en dinero, y no
me los ha devuelto!... ¿Se acuerda?
-¿Cómo que si me acuerdo?... ¡Me
acuerdo!... ¡Pero esa esotra cuestión! ¿Qué vales tú para novio, Makar?...
¿Acaso vales tú para novio?... ¡Ni dinero, ni categoría!... ¡Un oficio
mísero!...
-Pues ¿Y Scheikin?... ¿Es rico
Scheikin?
-Scheikin está trabajando de
cobrador!... ¡Tiene puestos de fianza mil quinientos rublos!... ¡Así es, hermano!...
Habla lo que quieras, pero el asunto está ya arreglado. ¡No puede uno volverse
atrás, Makaruschka! ¡Búscate otra novia!... ¡Ni que fuera la única en el
mundo!... Bueno; sigue cortándome... ¿Por que te paras?
Makar Kusmisch, inmóvil, guarda
silencio. Después saca un pañuelo de su bolsillo y empieza a llorar.
-Pero ¿Por qué lloras, vamos a
ver?...- Le consuela Erast Ivanich -¡Vamos..., déjate!... ¡Mira que tú llorando
como una baba!... Acaba primero con mi cabeza y luego lloras. ¡Coge las
tijeras!
Makar Kusmich coge las tijeras,
las contempla un minuto inconscientemente y las deja caer sobre la mesa. Sus
manos tiemblan.
-¡No puedo! -dice- ¡Ahora no
puedo! ¡No tengo fuerzas!...
¡Soy un desgraciado! ¡Y ella
también es una desgraciada!... ¡Nos queríamos!... ¡Nos prometimos..., y la gente
mala nos separa sin piedad alguna!... ¡Márchese, Erast Ivanich!...
-Entonces..., mañana volveré,
Makaruschka. Mañana terminas de cortarme el pelo.
-¡Bueno!...
-Tú, tranquilízate, y yo mañana
vendré más temprano.
Erast Ivanich, con su media
cabeza pelada al rape, parece un presidiario. ¡Es violento llevarse de esta guisa
la cabeza, pero...qué se le va a hacer!...
Se la tapa, como el cuello, con
el chal y sale de la barbería. Una vez solo, Makar Kusmich se sienta y continúa
llorando despacito. Al día siguiente por la mañana vuelve Erast Ivanich.
-¿Qué desea usted? -pregunta
fríamente Makar Kusmich.
-Que acabes de cortarme el pelo,
Makaruschka. ¡Tengo media cabeza sin pelar!
-Pague por adelantado, haga el
favor. No corto de balde.
Erast Ivanich se marcha sin
pronunciar palabra. Todavía ahora en la mitad de su cabeza lleva el pelo largo
y en la otra corto...
¡Pagar por cortarse el pelo es
considerado por él como un lujo!... Y espera que en la mitad rapada le crezca
por sí solo. Y así se presentó ante las gentes durante la fiesta de boda.
1.014. Chejov (Anton)
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