No se sabe
en qué reino ni en qué país vivían un zar
y una zarina que tenían una hija: la
zarevna María. Pero la zarina murió y el zar volvió a casarse con una mujer llamada Yáguishna*. Esta dio a
luz a dos hijas, la una con dos ojos y la otra con tres.
La
madrastra, que no quería a la zarevna
María, le mandó que fuera al campo a cuidar de una vaca llamada Buriónushka,
debido a su color canela oscuro, y por toda comida le dio un mendrugo de pan.
La zarevna llegó al campo, se inclinó ante
la pata derecha de Buriónushka, y se encontró ricamente ataviada y con todo lo
que necesitaba de comida y bebida. Vestida como una señora, cuidó de la vaca
todo el día. Al atardecer volvió a inclinarse ante la pata derecha de la vaca,
se encontró vestida como de costumbre y volvió a casa con el mendrugo de pan,
que dejó encima de la mesa.
«¿De qué se
alimentará la muy perra?», se preguntaba la madrastra. Conque al día siguiente
le dio el mismo mendrugo y mandó con ella a su hija mayor diciéndole:
-Entérate
de lo que come la zarevna María.
Llegaron al
campo y la zarevna le dijo a su
hermanastra:
-Ven,
hermanita, que te rebusque en la cabeza y empezó a rebuscarle en la cabeza
mientras murmuraba: ¡Duerme, duerme, hermanita! ¡Duerme, duerme, querida!
¡Qué se duerma un ojito! ¡Que se duerman los dos!
Y la
hermana se durmió. Entonces la zarevna se levantó, fue hasta donde estaba la
vaca Buriónushka, se inclinó ante su pata derecha y se encontró lujosamente
vestida y con todo lo que necesitaba de comida y bebida. Así anduvo todo el
día como una señora. Al atardecer, la zarevna
María volvió a vestirse como de costumbre.
-¡Despierta,
hermanita! ¡Levanta, querida! -le dijo a su hermanastra. Volvamos a casa.
«¡Dios mío!
-pensó la hermanastra. Me he pasado el día durmiendo y no he visto nada. Mi
madre me regañará.» Llegaron a casa, y la madre le preguntó:
-¿Qué ha
comido y ha bebido la zarevna María?
-No he visto nada.
Yáguishna
la regañó. A la mañana siguiente le dijo a la hija de los tres ojos:
-Ve tú, y
fíjate a ver de lo que se alimenta esa perra.
Las dos
muchachas fueron al campo donde pacía Buriónushka y la zarevna María dijo a su hermanastra:
Cuentos
populares rusos
-¡Hermanita!
Ven que te rebusque en la cabeza.
-Sí,
hermanita. Sí, querida.
La zarevna María se puso a rebuscarle
diciendo:
-¡Duerme,
duerme, hermanita! ¡Duerme, duerme, querida! ¡Que se duerma un ojito! ¡Que se
duerman los dos!
Pero se le
olvidó que esa hermanastra tenía tres ojos y con ese tercer ojo estuvo viendo
lo que hacía la zarevna María. La vio
llegar hasta Buriónushka, inclinarse ante su pata derecha, quedando ricamente
ataviada y con todo lo que necesitaba de comida y de bebida. Al ponerse el sol,
volvió a inclinarse ante la pata derecha de Buriónushka, de nuevo quedó vestida
como de costumbre y despertó a su hermanastra de los tres ojos.
-¡Despierta,
hermanita! ¡Levanta, querida! Vamos a casa.
Llegó la
zarevna María a su casa y dejó el mendrugo de pan encima de la masa. La madre
le preguntó a su hija si había descubierto de qué se alimentaba la zarevna María, y la hija de los tres
ojos se lo contó todo. La madrastra ordenó entonces al marido que matara a la
vaca Buriónushka, y él obedeció. La zarevna
María le pidió:
-Dame por
lo menos un trocito de los intestinos.
El padre le
tiró un trozo, que ella plantó en el huerto. En su lugar creció un arbusto que
se cuajó de frutos dulces y en cuyas ramas se posaban diferentes avecillas y
entonaban canciones de reyes y de campesinos.
El zarévich Iván, que oyó hablar de la zarevna María, fue a ver a la madrastra,
puso un frutero encima de la mesa y dijo:
-Tomaré por
esposa a la joven que me traiga este frutero lleno de bayas.
Yáguishna
mandó a la mayor de sus hijas a traer las bayas, pero las avecillas no la
dejaron siquiera acercarse al arbusto, acometiéndola como para saltarle los
ojos. Mandó a la otra hija, pero tampoco a ella le permitieron las avecillas
arrancar las bayas. Finalmente, mandó a la zarevna
María.
La zarevna tomó el frutero y fue a recoger
bayas: por cada una que cogía ella, las avecillas ponían dos o tres en el
frutero. Volvió a la casa, colocó el frutero encima de la mesa y le hizo una
reverencia al zarévich.
En seguida
se celebró la boda con un banquete lleno de alegría; el zarévich Iván se llevó a la zarevna
María y fueron viviendo felices.
Al cabo de
cierto tiempo, ni muy largo ni muy corto, la zarevna María tuvo un hijo. Sintió deseos de ver a su padre y fue a
visitarle en compañía de su marido. La madrastra transformó a la zarevna María en oca, y a su hija mayor
le dio el aspecto de la esposa del zarévich.
Con ella volvió el zarévich Iván a su
casa.
A la mañana
siguiente, el viejo ayo se levantó muy tempranito, se lavó muy bien lavado,
tomó al niño en brazos y fue al campo abierto hasta cerca de un arbusto. En
esto llegaron volando unas ocas grises.
-¡Ocas
grises! ¡Bellas ocas! ¿Habéis visto a la madre de este niño?
-Viene en
otra bandada.
Llegó
volando otra bandada.
-¡Ocas
grises! ¡Bellas ocas! ¿Habéis visto a la madre de este niño?
La madre
del niño se posó en el suelo, se quitó una pelleja, se quitó otra, tomó al niño
en brazos y se puso a amamantarle, llorando al mismo tiempo que decía:
-Hoy le
daré de mamar, y mañana también; pero al otro día emprenderé el vuelo hasta más
allá de los bosques oscuros y las altas montañas.
El viejo
ayo regresó a casa. El niño estuvo durmiendo hasta la mañana siguiente sin
despertarse, mientras la falsa esposa se quejaba de que el viejo hubiera ido
al campo con el niño, causándole mucha fatiga.
Por la
mañana, el viejo ayo volvió a levantarse muy temprano, a lavarse muy bien
lavado y se fue con el niño al campo. Pero también el zarévich Iván se levantó, siguió al ayo sin que éste se diera
cuenta y se escondió detrás del arbusto.
Llegaron volando
unas ocas grises, y el viejo les preguntó:
-¡Ocas
grises! ¡Bellas ocas! ¿Habéis visto a la madre de este niño?
-Viene con
otra bandada.
Llegó
volando otra bandada.
-¡Ocas
grises! ¡Bellas ocas! ¿Habéis visto a la madre de este niño?
La madre
del niño se posó en el suelo, se quitó una pelleja, se quitó otra, las tiró
sobre el arbusto y se puso a amamantar al niño mientras se despedía de él:
-Mañana
emprenderé el vuelo hasta más allá de los bosques oscuros y las alta montañas.
Le devolvió
el niño al ayo y dijo:
-Parece que
huele a quemado.
Cuando
quiso volver a ponerse sus pellejas, no las encontró: el zarévich Iván las había quemado. El zarévich la agarró por un brazo, pero ella se convirtió en una
rana, luego en una lagartija, después en otros bichos parecidos y, finalmente,
en un huso. El zarévich Iván partió
el huso por la mitad, arrojó hacia atrás la parte ancha y hacia delante la
punta, y se encontró frente a la zarevna
María, tan joven y tan bella. Volvieron juntos a su casa. Al verlos, la hija de
Yáguishna se puso a gritar:
-¡Ahí llega
la verdugal ¡Ahí llega la asesina!
El zarévich reunió a sus nobles y sus
boyardos y les preguntó:
-¿Con qué
esposa queréis que viva?
-Con la
primera -dijeron ellos.
-Bien,
señores, pues viviré con la que antes trepe a lo alto del portón.
La hija de
Yáguishna trepó en seguida por el portón, mientras que la zarevna María quiso intentarlo, pero no lo consiguió. Entonces el zarévich Iván tomó una escopeta y
disparó contra la falsa esposa.
Y, lo mismo
que en los primeros tiempos, vivió feliz y contento con la zarevna María.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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