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viernes, 1 de febrero de 2013

Buena cosa... Mala cosa...

Iban de camino un barin y un campesino.
-¿De dónde vienes, buen hombre?
-De muy lejos, mi señor.
-¿Pero de dónde?
-De la ciudad de Rostov, mandado por mi amo, el barin Tolstov.
-¿Y es grande la ciudad?
-No me paré a calcular.
-¿Y recia?
No me peleé con ella.
-¿A qué fuiste a Rostov?
-A una compra importante: por una medida de guisantes.
-Buena cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque iba borracho y los guisantes se desparramaron.
-Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque desparramé una medida y luego recogí dos.
-Buena cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque los sembré a voleo y fueron pocos los que salieron.
-Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque los que salieron estaban bien granados.
-Buena cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque los cerdos del cura vinieron a comérselos y los pisotearon todos.
-Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque yo maté a los cerdos del cura y llené dos orzas de carne salada.
-Buena cosa...
Buena cosa... Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque vinieron a robar la carne los perros del cura y me la robaron toda.
-Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque yo a los perros los maté y con su piel le hice un abrigo a mi mujer.
-Buena cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Porque el cura reconoció la piel y le quitó el abrigo a mi mujer.
-Mala cosa...
-Sí, pero no demasiado.
-¿Y eso?
-Lo malo fue que me querellé con el cura. Me costó el juicio el caballo y la vaca colorada. Y después de tanto trajín, me quedé sin nada al fin.

* * *
Erase un barin que vivía en la ciudad. Vino a verle el alcalde de una de sus aldeas.
-¿Eres tú, Vasili Petrov? -preguntó el barin.
-Sí, barin, nuestro amo.
-¿Traes carta de mi madre?
-No traigo carta: traigo una esquela.
-¿Y qué dice en ella?
-Pues que en algo hemos ofendido a Dios, porque se ha roto vuestro cortaplumas.
-¿Y cómo lo habéis roto?
-Al desollar a vuestro alazán. Como el cortaplumas era muy pequeño, lo rompí sin querer.
-¿Pero es que mi alazán ha muerto?
-No, que falleció.
-¿Qué es eso de que falleció?
-No, si no fue él quien falleció primero, sino vuestra mátushka, nuestro amo.
-¿Dices que ha muerto mi madre?
-Fue cuando se le prendió fuego al guarda Fomá el granero. Ella estaba entonces en el piso alto de la casa de piedra. Entró una chispa por el ventanillo abierto, le pegó en una pierna, la señora se cayó y así ocurrió.
-¿No pudiste sujetarla, imbécil?
-iBarin, nuestro amo! Con lo bien alimentada que anda, a cualquiera que le caiga encima lo aplasta.
-A ti te estaría bien empleado. ¿Y cómo dejó Fomá que el granero se llegara a incendiar?
-No, si lo que se incendió primero no fue el granero, sino el molino nuevo.
-¿También ha ardido mi molino nuevo?
-Sí, barin, nuestro amo. En algo hemos ofendido a Dios.
-¿Qué ha quedado del molino?
-El agua y la muela grande. La muela se partió en cuatro, pero del fuego salió intacta. ¡Ah! También se quedó sin ojos un gato que miraba por el ventanuco. Pero, aparte de cegar, no le ocurrió nada más.
-Y el molino nuevo, ¿cómo se prendió fuego?
-No fue en el molino donde prendió el fuego primero. Lo incendiaron unas pavesas que saltaron cuando ardía la despensa.
-¿La despensa también?
-También. En algo hemos ofendido a Dios.
-De la despensa, ¿quedó algo más que tizones?
-Quedaron catorce garrafones. Les rompí el gollete a todos para saber cómo estaban las bebidas: en unos estaba agria, en otros amarga y en los demás ni se podía probar.
-¡Tú estás borracho, animal!
-Pues no hice más que probar.
-Otra cosa: como alcalde, ¿le has cobrado a la gente lo que debe?
-Sí, barin, nuestro amo.
-¿Cuánto has cobrado a cada uno?
-Un grosh[1] a Fomka y otro a Eriomka y a Varfolomeika un kópek nada más.
-Y a ése, ¿por qué tan poco?
-Porque es viudo y paga la mitad.
-¿Y el dinero? ¿Dónde está?
-Barin, nuestro amo, ahora verá: iba por la calle y vi una taberna nueva al pasar. Por un grosh pedí bebida y por el resto una rosquilla de las de tres kopeks para comer algo.
Buena cosa... Mala cosa...
-¡Imbécil! ¡Te has bebido ese dinero!
-No, barin, nuestro amo: me lo he bebido y me lo he comido.
-¿Y la harina? ¿La has recogido a los campesinos?
-Claro, no faltaba más.
-¿Dónde está?
-La tengo repartida ya. Para usted y los cerdos, cincuenta medidas. Además, cuarenta para el perro negro y para el amo, que es vuestro padre. Luego, para la cerda Galiama y vuestra madre Uliana, nuestra ama, treinta medidas cumplidas. En cuanto a las veinte que quedaban, han sido para las gallinas, las patas y vuestras hermanas pazguatas.
-¿Vas a insultarlas?
-No, barin. Es un dicho muy corriente.
-¿Fuiste al mercado?
-Sí, barin, siguiendo su mandado.
-¿Es fuerte la venta?
-No probé mis fuerzas con ella.
-¿Cómo se vende la harina?
-En paquetes y en sacos.
-Dicen que has casado a tu hijo Fomka.
-Y con razón lo dicen, barin.
-¿Es rica la novia?
-Sí que lo es, sí, señor.
-¿Qué lleva de dote?
-Un gorro con refajo, un bonete con mangas, una caja de hierro con candado de metal.
-¡Ya es riqueza! ¿Y de imágenes sagradas?
-Una pintada y otra en un pañuelo atada...

 Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)




[1] Grosh: Antiguamente, moneda que valía medio kópek.

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