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viernes, 1 de febrero de 2013

Adivinanza (3)

Estaba un campesino sembrando un campo cerca de un gran camino cuando acertó a pasar por allí el zar. Se detuvo cerca del campesino y dijo:
-¡Dios te ayude en la siembra!
-Gracias, buen hombre -contestó el campesino sin saber que era el zar.
-¿Sacas mucho provecho de este campo? -preguntó el zar.
-Unos ochenta rublos cuando es buena la cosecha.
-¿Y qué haces con el dinero?
-Veinte rublos son para el tributo, veinte para pagar una deuda, veinte los doy prestados y veinte los tiro por la ventana.
-¿Quieres explicarme, amigo, a quién le pagas la deuda, a quién le das el préstamo y por qué tiras lo demás por la ventana?
-Pago la deuda manteniendo a mi padre, doy prestado alimentando a mi hijo y lo que tiro por la ventana es lo que gasto dando de comer a mi hija.
-¡Razón tienes! -exclamó el soberano.
Luego le regaló un puñado de plata, se dio a conocer y le hizo jurar que, de no ser en presencia suya, a nadie le diría lo que acababan de hablar.
-Te lo pregunte quien te lo pregunte, tú no se lo digas a nadie.
Regresó el zar a su ciudad capital, convocó a los boyardos y los generales y les dijo:
-A ver quién acierta una adivinanza. Yendo de camino vi a un campesino sembrando un campo. Le pregunté qué provecho le daba aquel campo y qué hacía con el dinero. El campesino contestó que, siendo buena la cosecha, sacaba ochenta rublos. De ellos, veinte son para pagar el tributo, veinte para pagar una deuda, veinte los da prestados y los veinte restantes los tira por la ventana. A quien sepa explicar esta adivinanza, le premiaré con una buena recompensa y grandes honores.
Los boyardos y los generales estuvieron piensa que te piensa, pero sin dar con la solución. Hasta que a uno de los boyardos se le ocurrió ir a ver al campesino con quien había hablado el zar. Le puso delante un montón de monedas de plata y luego le pidió:
-Explícame la adivinanza que ha puesto el zar.
Seducido por tanto dinero, el campesino se lo explicó todo al boyardo, que volvió al palacio del zar y acertó la adivinanza.
Viendo el zar que el campesino no había cumplido su palabra, le hizo comparecer. Llegó el campesino y, a la primera, confesó que le había explicado él la adivinanza al boyardo.
-Pues tú te lo has buscado, hermano: has cometido una falta por la cual serás ejecutado.
-¡Majestad! Yo no he cometido ninguna falta, puesto que le expliqué la adivinanza al boyardo en presencia vuestra.
A renglón seguido, el campesino sacó del bolsillo una moneda de plata de un rublo con la efigie del zar y se la mostró al soberano.
-Razón tienes -dijo el soberano. Ese soy yo.
Y dejó al campesino en libertad después de recompensarle con largueza.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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