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viernes, 1 de febrero de 2013

Aris-del-campo

Un viejo tenía una hija con quien vivió en paz y armonía hasta que volvió a casarse. La mujer que eligió por esposa era una malvada bruja. Le tomó ojeriza a la hijastra, y no hacía más que pedirle al marido:
-Echala de casa. No quiero verla delante de mis ojos.
Entonces el viejo casó a la hija con un hombre de bien. El matrimonio era feliz. Les nació un niño.
La bruja estaba más rabiosa todavía, consumida por la envidia. Conque aprovechó un momento apropiado, transformó a su hijastra en un animal llamado aris-del-campo y la echó a un bosque oscuro. Luego puso las ropas de la hijastra a su propia hija y la hizo pasar por la esposa auténtica. Todo lo montó con tanta habilidad, que ni el marido ni nadie se dio cuenta del engaño. Sólo una vieja aya lo adivinó, pero no se atrevió a decirlo. Desde aquel mismo día, en cuanto el niño tenía que mamar lo llevaba al campo y cantaba:

Aris-del-campo, el niño llora:
llora de hambre, aris-del-campo...

Aris-del-campo acudía corriendo, se despojaba de su piel, la tiraba al pie de un árbol, tomaba al niño en brazos, le daba de mamar y volvía al bosque después de ponerse nuevamente la piel.
«¿Adónde irá el aya con el niño?», se extrañó el padre.
Y se puso a observar. Así vio que aris-del-campo acudía junto al aya, se despojaba de la piel y daba de mamar al niño. Se aproximó por entre los matorrales, agarró la piel y le prendió fuego.
-Parece que noto humo -dijo aris-del-campo. ¿No estará quemándose mi piel?
-No -contestó el aya. Será algún leñador que quema la ramiza.
Así ardió la piel. Aris-del-campo recobró su forma humana y se lo contó todo al marido.
En seguida se juntaron muchas personas, agarraron a la bruja y su hija y las hicieron morir en la hoguera.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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