Un viejo
tenía una hija con quien vivió en paz y armonía hasta que volvió a casarse. La
mujer que eligió por esposa era una malvada bruja. Le tomó ojeriza a la
hijastra, y no hacía más que pedirle al marido:
-Echala
de casa. No quiero verla delante de mis ojos.
Entonces
el viejo casó a la hija con un hombre de bien. El matrimonio era feliz. Les
nació un niño.
La bruja
estaba más rabiosa todavía, consumida por la envidia. Conque aprovechó un
momento apropiado, transformó a su hijastra en un animal llamado aris-del-campo
y la echó a un bosque oscuro. Luego puso las ropas de la hijastra a su propia
hija y la hizo pasar por la esposa auténtica. Todo lo montó con tanta
habilidad, que ni el marido ni nadie se dio cuenta del engaño. Sólo una vieja
aya lo adivinó, pero no se atrevió a decirlo. Desde aquel mismo día, en cuanto
el niño tenía que mamar lo llevaba al campo y cantaba:
Aris-del-campo, el niño llora:
llora de hambre, aris-del-campo...
Aris-del-campo
acudía corriendo, se despojaba de su piel, la tiraba al pie de un árbol, tomaba
al niño en brazos, le daba de mamar y volvía al bosque después de ponerse
nuevamente la piel.
«¿Adónde
irá el aya con el niño?», se extrañó el padre.
Y se puso
a observar. Así vio que aris-del-campo acudía junto al aya, se despojaba de la
piel y daba de mamar al niño. Se aproximó por entre los matorrales, agarró la
piel y le prendió fuego.
-Parece
que noto humo -dijo aris-del-campo. ¿No estará quemándose mi piel?
-No
-contestó el aya. Será algún leñador que quema la ramiza.
Así ardió
la piel. Aris-del-campo recobró su forma humana y se lo contó todo al marido.
En
seguida se juntaron muchas personas, agarraron a la bruja y su hija y las
hicieron morir en la hoguera.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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