Translate

viernes, 1 de febrero de 2013

Adivinanza (2)

Erase un hombrecillo que tenía un hijo. Habiendo enviudado, se casó con otra mujer y tuvieron dos hijos más. Pero la madrastra le tomó manía al hijastro. No hacía más que regañarle y pegarle. Luego se puso a atosigar a su marido repitiendo:
-Mándale a servir de soldado.
Como era inútil discutir con aquella malvada mujer, el hombrecillo terminó mandando a su hijo mayor a servir de soldado.
El muchacho sirvió varios años y luego pidió licencia para ir a su pueblo. Conque se presentó en casa de su padre. Pero, viendo que se había hecho un bizarro soldado y que todo el mundo le trataba con respeto, la madrastra se puso más furiosa todavía. Entonces preparó un brebaje muy venenoso y le ofreció un vaso como si fuera vino.
Pero de algún modo se enteró el soldado de lo que era aquello. Tomó el vaso, arrojó disimulada-mente el brebaje por la ventana y, sin querer, mojó con él a los caballos de su padre. En el mismo instante reventaron los caballos como si les hubieran puesto una carga de pólvora.
Sintiéndolo mucho, el padre tuvo que mandar a los hijos que arrojaran la carroña a un barranco. Entonces acudieron seis cuervos, se hartaron de carroña y reventaron todos allí mismo. El soldado recogió los cuervos muertos, los desplumó, picó la carne y le pidió a la madrastra que le hiciera con aquella carne unos pasteli llos para el camino. Ella aceptó encantada, diciendo: «iAnda y que coma carne de cuervo este estúpido!»
Pronto estuvieron listos los pastelillos. El soldado los guardó en su mochila, se despidió de su familia y marchó a un bosque muy frondoso donde vivían unos bandoleros. Llegó a la guarida de los bandoleros cuando todos estaban fuera y sólo quedaba una viejecita. Entró, extendió los pastelillos sobre la mesa y él trepó al rellano de la estufa.
De repente, entre muchos gritos y mucho alboroto, regresaron al galope los bandoleros, los doce que eran. La vieja le dijo al cabecilla:
-Mientras no estabais vosotros, ha venido un hombre. Ha traído estos pastelillos y él se ha echado a dormir en el rellano de la estufa.
-¡Bien, hombre! Pues, nada: sírvenos bebida para acompañar estos pastelillos, que ya nos las entenderemos luego con él.
Tomaron unas copas de vodka acompañando los pastelillos, y de esta manera se fueron los doce al otro mundo.
El soldado bajó del rellano de la estufa, echó mano de todo el oro y la plata que tenían acumulados los bandoleros y volvió a su regimiento.
Por entonces había recibido el zar ortodoxo un despacho del rey musulmán con la petición de que el zar blanco le pusiera una adivinanza.
-Si no la acierto, me cortas la cabeza y te quedas con mi reino. Si la acierto, te cortaré yo la cabeza y todo tu reino será para mí.
Después de leer este despacho, el zar convocó a todos sus consejeros y sus generales. Pero, por mucho que cavilaron, a nadie se le ocurrió nada. Enterado el soldado, se presentó al zar.
-Majestad -dijo, yo estoy dispuesto a ir donde el rey musulmán porque será incapaz de acertar mi adivinanza en toda su vida.
El zar le dejó marchar. Llegó el soldado donde el rey y le encontró rodeado de libros mágicos y con su espada damasquinada encima de la mesa. Recordó el apuesto mancebo que de un vaso de vino habían muerto dos caballos; de dos caballos, seis cuervos y de los seis cuervos doce bandoleros, y dijo así la adivinanza:
-Uno a dos, dos a seis y seis a doce.
El rey estuvo cavilando a más cavilar, dándoles vueltas y más vueltas a sus libros, pero no consiguió acertar la adivinanza.
El soldado agarró la espada damasquinada y le cortó la cabeza. Todo el reino musulmán fue a parar a manos del zar blanco, que le concedió al soldado el grado de coronel y le donó grandes propiedades.
El nuevo coronel dio entonces un gran festín y también yo estuve allí. Me dieron de beber hidromiel, pero me corrió por el bigote sin entrarme en el gañote porque a todos escanciaron del modo mejor, pero a mí me lo echaron con un colador.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

No hay comentarios:

Publicar un comentario