El 9 de octubre celebró Juan
Cornbutte consejo, en el que fueron admitidos todos los hombres de la
tripulación, para que la solidaridad y el valor individual acrecentasen el celo
de todos.
Este consejo tuvo por objeto
acordar el plan de las operaciones que se debían realizar, y Juan Cornbutte con
el mapa en la mano, empezó por exponer con toda claridad la situación presente.
La costa oriental de Groenlandia se
extiende perpendicularmente hacia el Norte, y aunque los descubrimientos
posteriores de los navegantes han precisado el límite exacto de estos parajes,
"en la época a que nos referimos no había sido aún reconocida tierra
alguna en el espacio de quinientas leguas que separan a Groenlandia de
Spitzberg. Únicamente la isla Shannon se encontraba a una distancia de cien
millas al Norte de la, bahía Gael‑Hamkes, donde iba a invernar La Joven Audaz.
Sí, como era muy probable, el buque
noruego había sido arrastrado en esa dirección y en la hipótesis de que no
hubiera podido llegar a la isla de Shannon, allí era donde Luis Cornbutte y los
demás náufragos debieron refugiarse durante el invierno.
A pesar de la oposición de Andrés
Vasling, ésta fue la opinión que prevaleció en el consejo celebrado por los
tripulantes de La Joven
Audaz , por lo que se decidió hacer las
exploraciones por el lado de la isla de Shannon.
Al efecto, se adoptaron en seguida
las disposiciones necesarias.
Juan Cornbutte había adquirido en
la costa de Noruega un trineo de esquimales, construido con tablas curvas por
delante y por detrás, que lo mismo podía deslizarse sobre la nieve que sobre el
hielo; tenía doce pies de largo por cuatro de ancho y en él podían cargarse
provisiones para algunas semanas.
Fidel Misonne no tardó mucho en
ponerlo en disposición de ser utilizado, trabajando para ello en el almacén de
nieve, porque fuera habría sido imposible trabajar. Como el cañón de la estufa,
que a través de una de las paredes laterales salía del exterior por un agujero
practicado en el hielo, iba derritiendo con el calor los puntos de contacto,
Juan Cornbutte hizo envolver con tela metálica esta parte del cañón, con lo que
obtuvo un resultado satisfactorio.
Mientras Misonne preparaba el
trinco, Penellán, con la ayuda de María, confezcionaba los trajes de repuesto,
que habían de llevarse al hacer la exploración; pero como por fortuna había
botas de piel de foca en abundancía, no fue preciso hacer más.
Juan Cornbutte y Andrés Vasling,
por su parte, se ocuparon en preparar las provisiones, y, al efecto, escogieron
un pequeño barril de alcohol destinado a calentar una cocinilla portátil,
tomaron la cantidad que se creyó suficiente de té y de café, y se completó la
alimentación con una caja de galletas, doscientas libras de pemmican y algunos
frascos de aguardiente. Además, se convino en dedicar todos los días algún
tiempo a la caza para proveerse de carne fresca.
También se puso en el trineo cierta
cantidad de pólvora distribuida en varios sacos, la brújula, el sextante y el
anteojo; pero estos instrumentos fueron colocados de modo tal que quedaron por
completo al abrigo de todo choque.
El 11 de octubre el sol desapareció
del horizonte por completo, y desde entonces fue necesario tener constantemente
encendida una lámpara en la cámara de la tripulación.
Urgía, pues, empezar inmediatamente
las exploraciones, porque, por los motivos que a continuación se dirán, no
había tiempo que perder.
En el mes de enero bajaría tanto el
termómetro y sería, por consiguiente, tan intenso el frío, que no se podría
salir fuera del bergantín sin exponerse a perecer, y, por lo menos durante dos
meses, la tripulación se vería condenada a la reclusión absoluta. Después
empezaría el deshielo, que duraría hasta que el bergantín pudiera darse a la
vela.
Estas dificultades impedirían,
naturalmente, hacer ninguna exploración. Además, si Luis Cornbutte y sus
compañeros vivían aún, no podrían soportar los rigores del invierno ártico, por
lo que era preciso encontrarlos antes o renunciar a la esperanza de salvarlos.
Andrés Vaslíng, perfectamente
enterado de todo esto, no cesaba de oponer obstáculos a la expedición, pues sir
mayor deseo era el de que no apareciese el capitán Luis Cornbutte.
De todos modos, los preparativos
que se consideraron necesarios para el viaje quedaron terminados el 20 de
octubre, y, entonces se procedió a elegir los hombres que hablan de partir;
pero, desde luego, Juan Cornbutte y Penellán tenían que formar parte de la
caravana, porque la joven, que deseaba ir, no podía prescindir de la protección
del uno o del otro.
Se discutió mucho si María podría
soportar las fatigas de una expedición tan penosa; pero como se la había visto
sufrir, valiente y sin proferir la menor queja, pruebas muy duras, se decidió,
al fin, que emprendiera el viaje, s'i bien se le reservó, para el caso en que
fuera necesario, un puesto en el trineo, donde se construyó una garita de
madera, herméticamente cerrada.
María, hija de un marinero y
acostumbrada desde la niñez a las penalidades del mar, vio satisfechos sus deseos,
porque le repugnaba separarse de sus protectores, y Penellán no se asombraba de
verla luchar contra los peligros de las aguas polares y contra aquellos
horribles climas.
La expedición quedó, por
consiguiente, organizada. María, Juan Cornbutte, Andrés Vasling, Penellán,
Aupie y Fidel Misonne emprenderían el viaje, Turquiette quedaría encargado de
la custodia de bergantín, y Gervique y Grandlin permanecerían a su lado.
Como Juan Cornbutte, con el
propósito de prolongar la exploración todo cuanto fuera posible, resolvió
dejar depósitos de víveres a lo largo del camino, uno por cada siete u ocho
días de marcha se recogieron nuevas provisiones de toda especie, que se
colocaron en el trineo tan pronto como éste estuvo completamente dispuesto.
El trineo, con el toldo de pieles
de búfalo con que fue cubierto, los víveres y todo lo demás que se colocó en
él, pesaba unas setecientas libras, peso que podía ser arrastrado fácilmente
sobre el hielo por un tiro de cinco perros.
Conforme había previsto el capitán,
el 22 de octubre cambió repentinamente la temperatura: el cielo se despejó,
brillaron las estrellas con intensa claridad y la luna apareció en el
horizonte, del que no desapareció luego hasta quince días después.
El termómetro había bajado a
veinticinco grados bajo cero.
La expedición debía emprender el
viaje al día siguiente.
1.016. Verne (Julio)
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